2. Hentai Girl || Kei Tsukish...

By Tapikora

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HENTAI GIRL
Acto 1 โžข Hentai girl
PROLOGO
CAPITULO 1
CAPITULO 3
CAPITULO 4
CAPITULO 5
CAPITULO 6
CAPITULO 7
CAPITULO 8
CAPITULO 9
CAPITULO 10
CAPITULO 11
CAPITULO 12
ACTO 2 โžข Tormented Girl

CAPITULO 2

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By Tapikora

CAPÍTULO 2

la puerta


POV omnisciente

Kageyama caminaba a paso tranquilo junto con Anna, en dirección al gimnasio de voley donde tendría lugar el entrenamiento del chico. No podía negar ante nadie el nerviosismo que lo sacudía por tener que presentarle a Anna al resto de sus compañeros de equipo, pero por lo que había podido comprobar con sus propios ojos, su prima parecía estar bastante más calmada de lo habitual.

— Debes prometerme que no harás ningún comentario fuera de lugar delante de ellos. — pidió Kageyama, deteniéndose frente a la gran puerta de metal de la cancha de voley. — Por favor, Anna.

Soltando una suave risita, la aludida observó a su familiar. — Está bien, lo prometo, puedes estar tranquilo.

A pesar de no haber quedado del todo satisfecho con aquella respuesta, sus hombros se relajaron ligeramente, aportándole el valor suficiente como para abrir la puerta que los separaba del resto de su equipo. Cuando lo hizo, los ojos de la albina se abrieron de par en par.

Frente a ella se encontraba un grupo de chicos, todos en la misma posición a excepción de uno, que se dedicaba a rematar un balón. En ese instante, la imaginación de Anna, como siempre ocurría en situaciones como aquella, le jugó una muy mala pasada, aunque a diferencia de la última vez, fue capaz de controlarlo mejor.

— Quien los pillara a todos recién levantados. — murmuró, para que solo Tobio pudiese oírlo.

Claramente, la intención de la fémina era recordarle a su primo la situación en la que se lo había encontrado el día que entró por la ventana en su casa. En cuanto sus mejillas se tornaron de un rojo carmesí, supo que su misión había sido un éxito y se felicitó internamente por eso.

— Te diría que te golpearé por eso, pero apuesto a que eso te gustaría. — dijo Kageyama, acercándose a sus compañeros de equipo.

Cuando estos vieron a la chica que acompañaba al azabache, dejaron inmediatamente lo que estaban haciendo para dedicarle una mirada de curiosidad al chico, pretendiendo una explicación sobre quien era ella.

— Chicos, ella es Ikagura Anna, mi prima. — la presentó, mientras esta solamente se limitaba a sonreír. — ha empezado recientemente en la escuela Katasuno y quería que la conocierais.

— Es un gusto conocerlos, Tobio-kun me ha hablado mucho de ustedes. — dijo la chica, haciendo una pequeña reverencia. La mirada celeste de Anna se posó sobre un chico de cabellera verde que ya conocía. — ¡Yama-kun, no sabía que tú también entrenabas con mi primo!

— Si, bueno, creo que se me olvidó decírtelo, gomen — se disculpó rascándose la nuca ligeramente sonrojado.

— ¿Por qué Yamaguchi ya conocía a la chica linda y nosotros no? — se quejó uno de los jugadores, el cual tenía el cabello castaño, a excepción de un mechón rebelde teñido de rubio.

— Yama-kun está en clase conmigo, por eso lo conozco de antes. — aclaró la fémina, aún con su dulce sonrisa.

— Es linda y amable. — murmuró otro chico con el cabello rapado, pareciendo hipnotizado por la belleza de la chica. — ¡Pero nadie es más linda que Shimizu-sempai! — aseguraba.

Después de una serie de presentaciones formales, Anna fue capaz de memorizar los nombres de todos y cada uno de los miembros del equipo. Pocos minutos antes de que el entrenamiento real diese comienzo — pues anteriormente solo estaban practicando hasta la hora de entrenar — la albina se acercó a Kageyama.

— Tobio-kun, ¿Crees que pueda usar vuestra sala de club para cambiarme de ropa? — preguntó, cruzando sus piernas. — En un rato comenzará a hacer frío.

— Claro, la puerta está abierta, solo recuerda no cerrar la puerta al entrar, el pestillo para abrir por dentro se rompió esta mañana. — explicó el chico. — ¿Sabes como llegar?

— Si, tranquilo, no hay problema con esto. — aseguró la chica, soltando una risita. — No tardaré mucho, no quiero perderme a tus compañeros entrenando. — dijo divertida. — A veces pienso que mi vida hubiera sido mejor si hubiese sido un balón de voley, ya sabes, siendo azot...

— ¡Vale, ya oí suficiente ve a cambiarte!

Soltando una fuerte carcajada que llamó la atención de todo el equipo presente, Ikagura tomó su bolso y se encaminó hacia la sala del club. Recordaba donde se encontraba la sala pues mientras se dirigían al gimnasio pudo verla a lo lejos.

Una vez estuvo frente a la puerta, sacó de su bolsillo un trozo de papel y lo colocó en la puerta, impidiendo con el que está se cerrase del todo. Ya dentro de la sala, dejó su bolsa en el suelo y la abrió para poder sacar la ropa que tenía dentro.

Desabrochó la camisa de botones que el instituto le obligaba a llevar y la sacó con cuidado, doblándola con completa maestría para luego guardarla en su mochila. Después, bajo la cremallera de su falda que se encontraba al lado derecho de su cadera y dejó que esta cayera al piso.

Se dispuso a guardar aquella prenda también en la mochila, cuando una corriente de aire frío azoto su cuerpo, provocando que su bello se erizara por culpa del contraste de temperaturas. Cuando Anna alzó la mirada, se encontró frente a ella a cierto rubio que ya había tenido el placer de conocer el primer día de clase.

Tsukishima pareció no darse cuenta de la presencia de la chica hasta que se quitó sus habituales auriculares y alzó la vista. En el momento en que se encontró con el casi desnudó cuerpo de Ikagura, sus músculos se tensaron por completo.

— Esto... ¿Hola? — se atrevió a hablar la albina.

Al ver que no recibió respuesta por parte del chico, cubrió su cuerpo rápidamente con la prenda de ropa inferior, lanzándole una mirada de molestia.

— ¡¿Vas a quedar ahí de pie todo el rato?! — exclamó ella, ligeramente molesta. — Sal de aquí, ¿No ves que me estoy cambiando?

— ¡¿Que haces cambiándote de ropa en nuestra sala?! — preguntó bastante alterado y con el rostro enrojecido.

— ¡¿En serio quieres discutir esto ahora?! ¡Sal de aquí!

Dándose cuenta de la situación en la que se encontraban, Kei se dio la vuelta rápidamente, siendo consciente de que necesitaría hacer algo para poder arreglar lo que, de forma inconsciente, se había endurecido entre sus piernas.

Trató de empujar la puerta para abrirla, pero por alguna razón desconocida está no se abría. Volvió a intentar empujarla, pero esta no cedía. Se maldijo internamente y apoyo su cabeza contra el duro metal de la entrada.

— ¿Que se supone que haces? ¡Sal de una vez! — reprochaba la albina.

— No puedo, la puerta no se abre.

Entonces Anna recordó lo que le había dicho Kageyama antes de darle permiso para usar su sala de voley. Solo recuerda no cerrar la puerta al entrar, el pestillo para abrir por dentro se estropeó esta mañana. Suspiro con fuerza y alzó la vista.

— El pestillo está roto, me lo dijo Kageyama cuando le dije que vendría a cambiarme. — murmuró la fémina, llegando a los oídos del rubio. — Voy a terminar de cambiarme, no te des la vuelta. O si, como prefieras. — lo último lo dijo con un tono pervertido.

— Tampoco es como si quisiera verte, idiota. — aseguró Tsukishima, con su habitual tono sarcástico.

A la vez que se ponía en pie para continuar vistiéndose, Ikagura soltó una suave risita. — Creo que tú amiguito no piensa lo mismo.

Lo único que Anna escuchó como respuesta a su frase fue un Tsk que le provocó cierta gracia. Tardó cerca de unos cinco minutos en terminar de cambiarse. Una vez estuvo lista, se acercó al rubio de gafas y posó su mano sobre el hombro del chico.

— Ya puedes mirar.

— Eres jodidamente lenta, casi me muero esperando a que acabes. — se quejó el muchacho, girándose sobre sus talones para clavar la vista sobre la fémina.

— No se de que te quejas, no podremos salir de aquí hasta que alguien nos abra, así que tampoco tenía prisa. — se limitó a decir mientras se sentaba en el suelo, sosteniendo sus rodillas con sus brazos.

Por su parte, Tsukishima se limitó a ignorarla, y sacar de su bolsillo los auriculares que había guardado anteriormente. Se dispuso a ponérselos, pero justo antes de hacerlo, la irritante voz de su compañera inundó sus oídos.

— Actúas como un chico virgen, eres adorable.

Aquellas palabras irritaron bastante al rubio, quien le lanzó una mirada asesina.

— ¿Y tú qué demonios sabes si soy virgen o no? — interrogó irritado.

— Haciéndome esa pregunta solo acabas de confirmármelo. — aseguró Ikagura, con la intención de molestar al chico.

Anna se levantó de donde se encontraba y dio pasos largos y lentos hasta donde estaba sentado el de gafas oscuras, sonriendo juguetona mientras lo hacía. Sin duda molestarlo será mi nuevo hobbie. Pensó, a la vez que se agachaba para quedar cara a cara con él.

Sus rostros se encontraban cerca, muy cerca, a escasos centímetros, pero ninguno de los dos se movió, ni para acercarse, ni para alejarse de la posición en la que estaban. En el rostro de Anna apareció una sonrisa que Tsukishima no fue capaz de descifrar.

— ¿Te sientes avergonzado? — preguntó ella en un susurro.

La voz lasciva de la fémina, erizó la piel del rubio ligeramente, y se maldijo a sí mismo cuando se dio cuenta de que su miembro, el cual había logrado calmar hacia apenas unos minutos, volvía a despertar.

— Por supuesto que no, estúpida.

— Mientes, — la albina ladeó la cabeza y lo miró a los ojos, a lo que Kei solo pudo apartar la mirada. — estás sonrojado.

Después de pronuncias aquellas palabras, acercó sus labios al inmóvil rostro del Tsukishima, quien, a pesar de encontrarse con los nervios a flor de piel, quedó totalmente inmóvil ante el atrevimiento de la chica. Cuando Anna estuvo lo suficientemente cerca acarició con su lengua la mejilla del rubio.

— Delicioso. — murmuró.

— Eres una maldita pervertida. — acusó el chico, tomando por los hombros a la fémina y apartándola ligeramente de él.

— Y tú eres un Virgen muy vergonzoso. — rebatió ella, con una sonrisa victoriosa.

En ese momento, unos pasos lejanos llamaron la atención de la pareja de adolescentes, quienes se alejaron aún más al oír el sonido de la puesta crujir ligeramente.

Alguien estaba abriendo la puerta.

¿Anna-chan? — la voz de Kageyama inundó sus oídos, tranquilizando a la aludida al instante. — Y... ¡¿Tsukishima?! ¡¿Qué demonios hacéis los dos aquí encerrados solos?!

— Tsukishima-kun entró sin darse cuenta de que yo estaba aquí y sin querer cerró la puerta. — explicó ella, saltándose unos cuantos detalles innecesarios. — ¿Verdad que sí, Tsukki?

Kei se quedó en silencio unos segundos, para luego observar el ceño fruncido de Tobio y asentir. — Así es. Estábamos esperando a que alguien viniera a abrir.

— Bueno, como ya está todo solucionado, — comenzó a decir la albina. — yo me marcho ya. Espero verte pronto, virgen-kun. — aquello último lo dijo a espaldas de Kageyama, en un susurro, para que solo Tsukishima pudiera oírla.

— Estúpida pervertida. — murmuró el rubio, a sabiendas de que una guerra entre ellos estaba a punto de comenzar.

Hey hey hey!

Aquí os traigo el segundo capítulo de esta historia, esperando de todo corazón que or esté gustando.

Realmente pensaba publicar el capítulo este sábado, pero he decidido traer un pequeño adelanto para darle un impulso a esta historia.

Solo deciros que espero de corazón que la estéis disfrutando y que le deis mucho amor.

Un beso enorme y bebed agüita.

— Tapikora

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