Suplicarás © (2)

By EternalMls

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•Segundo libro de la bilogia "Arderás". (Para leer este libro, es necesario leer la primera parte titulada "A... More

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Prólogo

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By EternalMls

Un año después.

En el campo de soledad me hallaba insalubre, desnudo y desesperado por sentir algo. Aquel algo, suplicaba su nombre a ráfagas de viento, tornados bestiales y lloviznas de primavera.

Su nombre persistía en mi cabeza, me martirizaba, golpeaba mi interior de forma brutal e inhumano. Su fantasmal presencia regresaba y me charlaba cada vez que ingresaba a un bar de aspecto infecto, me sentaba sobre un banco de madera sucio para beber alcohol barato y docenas de mujeres bailaban sobre tubos delgados mientras los hombres satisfechos al ver su danza erótica, formaban una llovizna de dinero sobre ellas.

Samanta me dialogaba con naturalidad, me sonreía y podía sentir su sencillez, aquella calidez que un día me había brindado, sus manos imaginarias rozaban la barra de madera, las bebidas derramadas y fluidos insalubres. Le sonreía a mi ilusión, era mi deseo más íntimo volver a verla, volver a escuchar su sonrisa burlona y sentir sobre mi espalda sus miradas penetrantes, aquellas que me hacían sentir deseado, que me hacían sentir de verdad querido por alguien.

Solo dejaba que mi imaginación fluyera mientras seguía bebiendo litros de vodka en aislamiento, acompañado por la música de fondo que retumbaba por todas las paredes desaseadas del bar nocturno y las peleas estupefactas entre dos clientes alcohólicos se hacía costumbre.

Algunas veces la bebida blanca transitaba por mi garganta como si fuera agua, no quemaba, no ardía al contacto. Comencé a beber sustancias más fuertes, algunas sin nombre, me valía.

Las visiones que poseía sobre Samanta siempre ocurrían en un solo lugar y siempre era muy rutinario. Bebía en exceso, como un desquiciado y desequilibrado encasillado entre cuatro paredes sin escapatoria, su figura celestial se hacía presente ante mis ojos de forma borrosa, podía sentir que me desmayaba, pero lo impedía a toda costa con tal de ver su angelical sonrisa una vez más en la noche. Ella hacia su transformación radical, un demonio embravecido, garras extensas y pesadas rasguñando la mesada y en el proceso, desgarrando mi alma con sus palabras. Me odiaba, me aborrecía por rodo el dolor que le había causado en un solo día y ahora, ella me transmitía su dolor en una sonata serena que se convertía en un chillido agudo, inaudible y causándome sordera.

Todas mis noches eran idénticas, la escena se repetía con frecuencia y no podía dejar de beber, no quería darme el lujo de vivir en paz comprendiendo el dolor desgarrador que le había causado a dos muchachas que nunca tuvieron la culpa. Una de ellas, una hermana que había resurgido de la mentira y el engaño, volviéndose una persona amable, cariñosa, digna de aborrecerme por mis pecados. Cause dolor a una persona que amaba con todo mi ser y que, hasta el día de hoy, no puedo olvidar.

Con tal de que su recuerdo volviera a mi mente, logrando reflejar mi imaginación sobre un banco de madera insalubre, me bastaba. Era mi martirio diario.

No me creía capas de gozar, no podía brindarme aquel lujo, pero mis necesidades eran humanas y por ese motivo, cada vez que la misma mujerzuela de ojos cafés, cabello platinado y enorme delantera se posaba a mi lado, bebía el mismo trago amargo, volteaba discreta hacia mi lado y con un movimiento sutil me señalaba la entrada hacia las habitaciones que se hallaban detrás de una cortina perlada, accedía.

Follarla no era la gran cosa, ya mi frecuente avenencia era desequilibrada. Presenciar un milagro era lo que anhelaba.

Zack me abandonó de un día para el otro como bolsa de consorcio y detrás de él, lo persiguió mi destierro y ganas de seguir subsistiendo. No sabía dónde estaba, si se había marchado a otro país u otra ciudad, pero fue tan fácil entender que había quedado solo, a la deriva y sin mucho dinero.

A la mierda el dinero, quería sentir algo y no podía. Mi miembro estaba erecto, follaba a esa mujerzuela que, para mí, no tenía nombre, pero no me gustaba, no lograba consumar el acto, mi mente estaba en otro plano, no lograba centrarme, olvidarme de ellos, olvidarme de ella.

La ciudad de Los Ángeles era bonita, pero aterradora. Había regresado a la ciudad luego de mucho tiempo y despavorido, pero sin importarme que los cargos aun estén vigentes, buscando nuestras cabezas por todos los rincones de este país. Estar escondido, camuflado entre los turistas y ocupando hoteles baratos era toda una rutina cansadora, pero con un fin en particular.

Un día tan simple como concurrido, decidí que era momento de visitarla.

Estaba nervioso, pero era el momento, mas allá de que sintiera total rencor hacia mi persona, de poder verla y no en mis borracheras nocturnas, quería contemplarla en persona. Necesitaba hablarle, expresarle mi desafortunada histeria, mi depresión contante, mi ansiedad social, el desespero diario e implorar su perdón. Suplicar por su perdón.

Su hogar, el cual ahora había comprendido que era más bien su residencia antigua por el gran cartel en el cual se plasmaban las palabras ¨En venta¨, carecía de basura en su jardín delantero, algunas paredes resaltaban por los insultos plasmados en el cemento y algún que otro garabato en la puerta principal. La vivienda estaba a la venta, aquella que había aborrecido en un principio y que ahora, sufría incansablemente para que ella lograra regresar.

Samanta realmente se había ido de la mítica urbe angelical. Cuando comprendí que su estancia en San Francisco no era unas simples vacaciones para descansar de todos los periodistas, de los residentes locales, gente insultante y nefasta, ya que eso había entendido luego de enviar mi testamento escrito a lápiz, sin saber cuánto dinero cargaba en mis bolsillos, emprendí el más duros de los caminos sin estar al corriente de cuál sería mi destino.

Mi objetivo primordial era encontrarla, ver que aún se hallaba rodeada de personas amables, que la situación agravada iba disminuyendo con cada rotación que realizaba este planeta. Necesitaba mirarla de lejos, verla sonreír, era más que suficiente saber que ella estaba bien y entendía a la perfección que, más allá del dolor desgarrador que padecía en mi alma hecha añicos y si, en algún momento de mi existencia me acercaba a Samanta rogando para que mis palabras sean escuchadas, ella jamás me perdonaría.

Entonces la vi, rodeada de personas alegres y cándidas, sonrientes a la vida, englobada de felicidad instantánea. Noté su sonrisa a kilómetros iluminando mi camino, pero se ennegreció a unísono al verla junto a ese muchacho de cabello color oro, la vi acercarse a él y devolverle aquella mueca que una vez, mientras estaba acurrucada sobre mi pecho agitado y cálido, me prometió ser solo mía.

En aquel verdecido césped de una universidad encandilada la vi sentada, riendo a carcajadas junto a él y terminé de comprender que en verdad la había perdido.

No tenía nada que hacer, ya no había marcha atrás. Ahora más que nunca, estaba solo, y sin ella.

Mi lado masoquista me exigía con riesgo y brevedad que me quedara en la estúpida ciudad. No resistía la tentación, la promesa que una vez se escapó por mis labios reclamando su cuerpo, su voz, su aliento sobre mis calurosas extremidades podían conmigo.

Realmente, no quería irme y más allá de ver aquella escena desgarradora, a pesar de que Samanta no deseaba entablar una conversación conmigo ni en sus peores pesadillas, me quedaría, y mientras intente reconstruir mi vida despistando mis huellas de los oficiales en el proceso, me prometí en mi martirio interno que cuidaría de ella, sea cual sea el costo.







¡Hola mundo! regrese con esta segunda parte y este pequeño prologo que da inicio a una nueva historia plagada de emociones, amores, desastres y muchas mas incógnitas que antes.

(Recuerden que está historia comienza a partir de Marzo, en mi Instagram siempre aviso cuando subo los capítulos y demás)

GRACIAS por seguir conmigo, apoyando mis pequeñas historias todos los días, son los mejores, no se que haría sin ustedes ❤❤❤❤

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Como siempre, nos vemos muy pronto, ¡Muchos besos!

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