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By -0hmystery

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Antes de empezar.
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By -0hmystery

LA MADRIGUERA ESTABA LLENA DE CARAS PÁLIDAS Y PIERNAS NERVIOSAS. Gente que no podía decir media palabra ni mirarse las caras.

La señora Molly no dejaba de ofrecer té y galletas. Había hecho tres rondas de té en menos de una hora, y ahora todos estaban ansiosos, y con la vejiga llena.

—¡Merlín! —saltó Harmony y tiró de la túnica de Louis para que volviera a caer sentado en el sillón. —¡Quédate quieto de una buena vez!

—Eh. Sí. —masculló sentándose se nuevo. Intentó disimular el nerviosismo que le causaban los rugidos de la morena.

—Ruby... —llamó James por quinta vez.

—Vendrán, ya lo dije. —gruñó la pelirroja.

—Déjala en paz, James. —espetó Lily sentada en medio de Rose y Hugo.

Rose estaba imperturbable; sentada mirando a la nada con cara de confusión, tal vez aún estaba pasando por la etapa de negación. Hugo miraba al suelo con el ceño fruncido; Lily lo conocía mejor que nadie, él estaba elaborando un plan.

En ese momento, se escuchó el estallido de alguien apareciendo. Ruby se levantó del sofá para mirar por la ventana y Lily hizo lo mismo. Scorpius gruñó ante la ausencia de la cadera que antes estaba acariciando.

Milena fue la primera en entrar al comedor, intentando cubrir su rostro con el cabello largo, pero fracasando en el proceso; Ruby había saltado hacia ella dándole un fuerte abrazo. Lo último que había visto de ella había sido espantoso y le alegraba que estuviera bien aunque no la conocía hace mucho.

La pelirroja pensaba que hay pocas cosas que puedes vivir con una persona y no terminar atada a ella con un hilo invisible para siempre. Compartir un caballo alado, y casi morir juntas no era una de esas.

Cuando se separaron del abrazo, intentó fingir que sus cicatrices no existían, pero terminó viendo su rostro de todas formas. Tres cicatrices se extendían a lo largo de su cara, la del medio era la más larga y marcada.

James miró a Milena embelesado; pensó que sus labios podían ser tentadores, Louis no dejó de detallar nada de ella; era una bombón búlgara, Scorpius sintió algo en la boca del estómago que no pudo identificar; recordaba esa sensación de cuando era un niño, quizá de sus primeros años en Hogwarts.

Malfoy se llevó los dedos hasta la comisura izquierda de sus labios, ahí tenía una de las cicatrices más profundas de su cara. El resto estaban esparcidas por su cuerpo. Reconoció que amaba esas cicatrices por varias razones, una de esas era Marie.

Para cuando el rubio volvió a la realidad, Milena también lo veía y tocaba una de sus cicatrices con los dedos igual que él.

René golpeó la mesa con la palma de su mano. Harmony carraspeó.

—Ruby, deberías confirmar sus identidades. —sugirió la bruja de ojos violeta.

Ruby apuntó con su varita a Milena. —¿Qué ala fue la primera? —la búlgara tembló ante la pregunta.

—La derecha. —Ruby asintió. No se preocupó en confirmar la identidad de Stefan, por obvias razones.

Apuntó a Ezra a la barbilla y este le sonrió falsamente. —¡Mierda! Ya sé que eres tú. —se quejó Ruby. —¿Qué opino de los espejos?

—Que son más importantes que los magos. —respondió y bufó.

—Lindo peinado. —le comentó a Cosmin sonriente.

—¿Ya no es ridículo? —preguntó burlón. —Porque déjame decirte que tus ojos siguen siendo los más hermosos que he visto.

Ruby miró a Morgana y alzó una ceja de firma retadora. —En calabazas verdes. —respondió Morgana. —El amor por tu casa pasa lo obsesivo.

—Es el color de los ojos de Albus. —dijo encogiéndose de hombros. —Por eso estamos aquí.

—Ajá. Primero que nada, voy a necesitar que hagamos un pacto. —informó Morgana. —Quiero saber que todos son fiables y que todo va a salir de acuerdo a lo planeado. No quiero ningún traidor.

—¿No es absurdo? —cuestionó Gen.

—Absolutamente no. —rebatió Ruby. —Es vidente, no da paso sin dedal.

—¿Y eso cómo funciona? —preguntó Ginny.

—Bueno, simple. —respondió la vidente. Morgana apuntó la mesa con el dedo índice, y está empezó a alargase poco a poco, dejando a los magos de los extremos casi contra la pared. —Ustedes van a jurarlo por su propia sangre. —informó sacando una daga de su túnica.

—¿Un pacto de sangre? —saltó Harmony. —Mi sangre ya está en un pacto que me prohíbe traicionar a mi hermano, de lo contrario...

—Sé como es, no romperás las reglas de tu primer pacto. —aseguró con una mirada piadosa. —Sé que las cosas pueden cambiar y nos veríamos obligados a improvisar, pero su sangre me dejará saber quien es leal, y quien no.

Sacó su varita y caminó alrededor de la mesa dibujando líneas luminosas sobre ella, unas cuantas runas en el centro y luego regresó al lugar donde estaba al principio.

—Albus es nuestra familia. —resaltó Fred. —No se debería dudar de nosotros.

—Bien. Demuéstralo. —Fred tendió su mano para que le pasara la daga. Morgana sonrió complacida y guardó su varita. —Deben decir su nombre y apellido. —explicó cortando la palma de su mano. —Morgana Ramos.

Morgana apretó su mano y dejó caer un par de gotas en la madera. Las gotas brillaron y volvieron a ser carmesí. Pasó la daga a Ezra a su lado.

—Ezra... —miró a Ruby. —Entwhistle.

—Lily Potter.

Ruby se preguntó que clase de embrujo había utilizado Ezra para mantener a Lily junto a él, y no junto a su familia como debía ser. Se preguntó cómo es que a Lily, conociéndola como estaba segura que la conocía, no le caía mal Ezra.

—Stefan Krum. —el búlgaro miró a su hermana preocupado, preguntándole con la mirada si estaba segura de querer hacerse el corte.

La bruja sonrió en burla y asintió, arrebatándole la daga de la mano y cortando su propia palma. Pensó que tal vez no debía haberlo hecho, pero después de un momento se estabilizó y puso la mano contra la madera para no mirar más el corte. —Milena Krum. —la sangre brilló bajo su mano y se apagó de nuevo.

—Cosmin Hofer.

La siguiente era Fleur. Ella tomó la daga con delicadeza y caló aire profundamente, mirándola con culpa. Bill le masajeo el hombro a su lado y le sonrió cálidamente, ella asintió y luego pincho su dedo índice con la punta de la daga.

—Fleur Weasley.

El siguiente fue su marido, y luego su hijo Louis.

—Vic, ¿y Dominique? —preguntó Roxanne.

—Escuché que su prometido le prohibió involucrarse.

—¿Prometido? —cuestionó la morena.

—Leo Malfoy.

Roxanne se llevó una mano a la frente y negó. —No puede ser. —susurró.

—Harmony Zabini.

—Edward Lupin. —el cabello del metamorfomago había cambiado a verde debido al ardor de su herida.

Su esposa lo siguió, luego Roxanne, seguida por su padre George y su madre Angelina.

—Fred Weasley... Segundo.

—Hugo Weasley. —cuando el menor de los Granger-Weasley terminó, y estuvo a punto de darle la daga a su hermana; se dio cuenta de que era Malfoy el que estaba allí en vez de ella. —¿Dónde está Rose?

—Seguramente en el baño, querido. —respondió la señora Molly.

Malfoy se cortó el dedo medio, donde tenía el anillo Malfoy, y luego puso los dedos sobre la mesa para embarrarla con su sangre. —Scorpius Malfoy. —la sangre brilló.

Ruby se inclinó y beso su hombro mientras le quitaba el cuchillo. Cortó su mano y la apretó para dejar caer gotas. —Ruby Fudge.

Luego fue el turno de René, seguida por James, y justo después de él, sus padres. La última en sellar el pacto fue Gen.

—Bien, ¿cuál es el plan? —preguntó Harry.

—Aún falta... —intentó protestar Hugo.

—¿Sabe usted cuál es la debilidad de las grandes élites, señor Potter? —Harry no respondió, esperó a que continuara. —Las apariencias. Siempre les gusta demostrar que son lo que son. Usted sabe bien a lo que me refiero... Ya sabe, por la fiesta de noche vieja. —Scorpius carraspeó. Ezra volteó a mirarlo con ironía y luego miró nuevamente a Harry. —Estuve pensando, y la única forma de reunir a un grupo de gente de élite, es una fiesta bien organizada.

—¿Qué ganaríamos con organizar una fiesta? —preguntó Fleur.

—Bueno, por supuesto que no una fiesta del ministerio, ni una para celebrar el cumpleaños de alguno de esta familia. —zanjó Ezra. —Una fiesta entre esa sociedad, los sangre pura, los puristas, ex-mortifagos, familias de mortifagos... La mayoría son depuradores el día de hoy. —sonrió con malicia. —¿Tienes alguna idea, Malfoy?

—Los Malfoy somos traidores a la sangre, como el ochenta porciento de las personas que estamos aquí. El otro veinte son mestizos, ¿sabes a lo que me refiero, Entwhistle?

—Claro, por supuesto...

—Malfoy. —interrumpió Morgana. —Ezra dijo que en la boda de tu hermana había gente que el día de hoy están fichados como posibles depuradores.

—En esa época mi padre...

—Lo sé, no lo digo por los Malfoy, lo digo por los Emeraude. Ezra recuerda que la matriarca organizó todo en su mansión, y que organizó más de una vez fiestas elitistas en esa mansión, así como también se hizo en la mansión Malfoy.

—En esa época la mansión Malfoy respondía a mis abuelos. Si hago una de esas ahora, la mansión se vendría abajo.

—¿No les responde a ustedes ahora? —preguntó Harmony.

—Le responde a mi padre, y mi padre no está.

—Entonces, ¿si él no está a quién le respondería? —volvió a preguntar la morena.

—Ni a mi hermano, ni a mí. Aún no estamos casados.

—Dominique y Leo van a casarse. —anunció Victoire.

La mirada de Malfoy fue de pena. —Lo siento, no nos hemos casado con una sangre pura. —soltó en tono de disculpa. —Además que en esa época los Malfoy no íbamos por allí haciendo relaciones con nacidos de muggles o mestizos. Es decir, que no tiene caso que haga una fiesta, nadie iría porque somos traidores, para ellos eso es peor que ser nacido de muggles.

—¿No fueron los Emeraude quienes organizaron la fiesta de fin de año del ministerio? —preguntó Ginny.

—Sí, ¿y qué te hace pensar que organizarán una para el bando enemigo del ministerio, Gin? —preguntó Harry.

—Bu-bueno. —interrumpió Scorpius. —Hace varios años atrás, ellos organizaron una fiesta elitista, antes de que fuera la boda de mi hermana y el hijo de los Emeraude. Supongo que dejaron de hacerlo por las razones obvias.

—¿Quienes iba allí? —preguntó esta vez Bill.

—Familias de sangre pura, los Parkinson-McLaggen, los Pucey, uno que otro Burke, los Moon, algunos Avery... Los Áspid, los Bowker, Los Green, Los Dupont, Los Evermonde, los Peltier. Algunos mestizos de la alta sociedad. La mayoría eran muy arrogantes, pero no invitaban a los crueles y clasistas. —miró a la chica de ojos violeta. —Sin ofender, Harmony.

—¿Parkinson-McLaggen? —cuestionó Fred.

—Bueno, ellos están emparentados con los Emeraude por matrimonio. De resto todos eran tolerables. No iban gente mala.

—Creo que los Emeraude podrían organizar una de esas fiestas de nuevo. Invitándolos a todos. —intervino Ruby.

—¿Y qué estaríamos celebrando? —preguntó Milena. De nuevo los chicos se quedaron embelesados.

—No saben si aceptarían o no. —dijo George.

—Se les puede convencer. —agregó Ruby.

—La verdad es que los Emeraude trabajan en el departamento de misterios. —comentó Harry. —A veces ni siquiera es posible que te devuelvan los buenos días.

—Entonces con su esposa. —agregó Lily. —¿No dijeron que ella es quien organiza las fiestas?

—¿Se dan cuenta de que eso les perjudicaría? —cuestionó Louis con obviedad —El patriarca de los Emeraude es Slytherin, ellos no harían algo que pueda perjudicarles.

—Tomas salió de Ravenclaw. —agregó Teddy.

—Peor, piensa mucho más que todos aquí. —secundó Fred.

—¡Se les puede convencer! —insistió Ruby.

—¿Y quién lo hará? —objeto Ezra. —¿Tú?

—Por supuesto que yo. —gruñó entre dientes. —Esa familia, es la familia de mi mejor amiga.

—¿De la... Muchachita que el ministerio quiere matar? —preguntó Ezra a propósito. —¿A ellos les agradas siquiera?

—Yo les agrado. —afirmó Malfoy. —Después de todo, son parientes políticos.

—¿Los vas a convencer, Scorpius? —preguntó Lily maravillada.

—Bien —interrumpió Ezra. —Si Malfoy y Fudge consiguen convencerles, ya tenemos la jaula para los pájaros. Lo siguiente es simple, señor Potter. Usted robará los archivos confidenciales de los posibles sospechosos. El día del evento, arrestaremos a todos y los interrogaremos.

—A parte de las muchas cosas que son ilegales allí, también es ilegal interrogar con veritaserum. —señaló a Morgana con el dedo. —¿Ella no es vidente y legemerante?

—Sí, pero cuando se harta los mata. —alegó Ezra. —Destruye sus cerebros, ella es buena sacando información de las mentes para chismosear, pero se enoja bastante cuando interroga. Y eso sería contraproducente de muchas formas.

Harmony carraspeó. —A mi me interrogaron con veritaserum.

—Pero eso no es legal. —respondió Harry. —Mione está pasando por un mal momento, y la entiendo. Esta tomando medidas desesperadas porque es lo que hace la gente cuando tiene miedo, y sé que no es correcto pero nosotros...

—A usted, no a nosotros, le secuestraron un hijo. Puede ir por allí interrogando a gente y que le mientan, no pasa nada. Pero aún así, se trata de su hijo, no del nuestro. —zanjó Ezra.

—Harry... —intentó decir Ginny.

—Está bien, está bien. —interrumpió. —¿Y que haremos con ellos después de interrogarlos?

—Enviarlos al Winzengamot frente a su ministra, y luego a Azkaban. —todos lo miraron como si fuera una locura. —¿Qué es lo peor que Hermione Granger puede hacerle a usted? ¿Gritarle?

Harry no respondió. De hecho, todos guardaron silencio un momento largo.

Algunos no entendían la actitud que había tomado Hermione en los últimos años. La mayoría en esa habitación le tenía cariño y respeto, eso se había ganado, pero ahora, ni siquiera sabían que opinar.

—Bien, hay varias razones por los que algunos no pueden estar en la fiesta hasta que comience la acción, y de los que estamos aquí. —puntualizó Morgana. —Fred, George y Angelina; los reconozco del emporio de los Weasley, Ginevra, Lily, James y Harry; ni siquiera tengo que explicarlo, al igual que con Hugo, Edward; eres profesor y eres reconocible, Malfoy... Eres traidor, no quiero que pases un mal rato allí.

—Puedo con eso. —Morgana asintió.

—Señora Fleur, a usted la vieron cuando lo secuestraron.

—Pero ese día no estaba arreglada. —explicó detenidamente. —Cuando me arregle voy a parecer otra persona.

—¿No podemos tomar multijugos? —cuestionó James.

—Es peor cuando no te reconocen en absoluto, a cuando te reconocen. —alegó Scorpius.

—Entonces nos reducimos a... Quince. —mencionó Stefan.

—Sí, y los veinticuatro que están aquí deberían aprender a hacer un arresto, los aurores de la familia deberían enseñarle a los que no saben cómo hacerlo. —secundó Ezra. —De momento, debo irme. Doy esta reunión por terminada, mañana nos reuniremos aquí a la misma hora para nuevas actualizaciones.

Ruby miró el reloj de los Weasley. Ahora entendía porque estaba a la defensiva.

—Fudge... —insistió Morgana. Ella asintió.

La pelirroja intentó salir de la casa contando con que Scorpius la seguiría, pero él sólo la detuvo. Tomó su brazo y la  apretó contra su pecho, miró unos segundos sus ojos y pasó el pulgar por sus cejas.

Ella se perdió un momento en sus caricias, la estaba ablandado por alguna razón. El amor que ella sentía por él no dejaba que se diera cuenta de eso aún.

—Ruby, sabes que confío en ti, pero algunas veces no utilizas las palabras adecuadas.

—¿Pero y si no los convences?

—Tú sólo vas a amedrentarlos. —miró la mano de Ruby entrelazada con la suya. —Juro que volveré y ellos habrán aceptado. Lo juro. Tal vez deba mentir.

—Tú no sabes mentir.

—Confía en mí. Tú... No vayas a ningún lado sola, ¿quieres? ¿Puedes quedarte en las casas seguras?

—Scorp...

—Por favor. —suplicó. —No vayas donde pueden encontrarte. Quédate donde yo puedo encontrarte.

Ella asintió. Él sonrió complacido, tomó su cara entre sus manos y le dio un beso en los labios. Por alguna razón que Ruby no pudo descifrar, él miró en dirección a los Krum y la volvió a besar.

Cuando Scorpius se fue, Ruby se sentó en la mesa, invocó una botella y luego se sentó a beber en silencio mientras otros debatían algunas estrategias, sobre todo Harry.

Agachó la cabeza para que nadie la viera llorar y movió repetidamente para guardar la calma.

La adrenalina se apoderaba de ella.

Ella había estado esperando ese día por años. Estaba esperando a tener todas las ratas acorraladas para poder atrapar a la rata que se llevó a su amiga a quién sabe donde. Cuando Ruby se dio cuenta que Lucy no tenía buenas intenciones con Bella, ya era tarde, tan tarde...

Si Scorpius lograba conseguir que los Emeraude hicieran la fiesta en su mansión, ella tendría a Lucy Parkinson y le sacaría de la forma que fuera la ubicación de su mejor amiga.

Esa noche, tendría a Bella y a Albus.

Lo único que la motivaba para esforzarse más, era que a uno lo buscaba decena de personas, y a la otra no la buscaban absolutamente nadie.

O quizá sí, pero sólo para matarla.

—¿Estás bien? —preguntó Harmony, sacándola por completo de lo que pensaba.

—Ajá —soltó en un jadeo—, quizá un poco preocupada por lo que esté viviendo él ahora. —mintió a medias. Hablando con dificultad.

Para ese momento ella sentía que la respiración le fallaba, sentía un dolor punzante en su oído derecho y su ojo brincaba como un reloj cucú.

—¿Ruby? —escuchó que la llamaban, pero no vio quién. —¿Estás...? —no escuchó.

El oxígeno pasaba como hierro por su sistema respiratorio. Su garganta estaba cerrada y su boca seca.

—Ru... —todo se distorcionaba a su alrededor.

Le aterraba lo que no escuchaba y lo que apenas podía ver, intentó moverse lejos de lo que fuera para evitar que le dañaran. Se te sentía en peligro, y olvidó por un momento que estaba rodeada de familia.

Un flash de luz azul llegó hasta ella y sintió que se derretía como helado entre dedos.

...

La bruja de cabello corto caminó temblando dentro de la terrorífica mansión de los Rowle.

Antes de salir de su propia mansión, había tomado una poción para mantenerse tranquila. Las razones por las que aún seguía temblando eran desconocidas para ella.

—Señor, ¿me llamaba?

—Así es, señorita Parkinson. —murmuró el rubio revolviéndose en su trono. —Necesito buenas noticias, porque... No sé qué pueda pasar si tengo más malas noticias.

—¿Se refiere... A... —su voz tembló. —El secuestro fallido de Albus Potter?

—Por supuesto. —soltó Enoch sereno. —Yo esperaba que todo fuera acorde... Tenía fe en Flint.

—Señor, no conozco muy bien a Marcus Flint Jr., pero creo... Que si quería un trabajo mejor elaborado, debió darle esa misión a alguien con mayor experiencia. Alguien más maduro.

—No tiene nada que ver con la edad, señorita Parkinson. Tiene que ver con el carácter. —zanjó poniéndose de pie. —Yo pensé... Que si enviaba a alguien que no fuera tan personal como el joven Byron, o la señorita Quimera... Tal vez, me lo habría traído con vida. Pero al parecer, Druella tenía razón, los trabajos hechos por personas más... Personales, resultan siendo más exactos.

—Entiendo por completo su punto, señor. ¿Usted ya se encargó de Flint?

—Él se escondió. —explicó mirando el techo brillante. —No tardará en aparecer de nuevo. Puedo verlo.

—Señor, en el profeta aparece que Albus Potter fue secuestrado por nosotros. Su tía, la francesa, estaba allí cuando alguien se lo llevó... Sus declaraciones están allí.

—¿Qué quieres decir? —preguntó volviéndose bruscamente para mirarla.

—Que... Puede que Albus Potter no haya sido secuestrado por Marcus Flint Jr. Como dijo antes, Quimera y Byron son muy personales, tal vez, ellos pudieron haberlo secuestrado antes de que Flint pudiera hacerlo. O que quizá, su gente haya fingido un secuestro. Puede que Flint se haya delatado, y ellos se hubieran adelantado a los acontecimientos.

Enoch pareció detallar cada palabra que Lucy decía, encontraba lógica en cada argumento y le maravilló que ella fuera tan sincera con él. Él no podía decirlo, ni demostrarlo, pero admiraba la forma en la que le era leal a él.

Lucy Parkinson-McLaggen era una de las únicas personas a las que le podía confiar ideas y debatir planes. Pero en general, ella era la única que entendía su causa y apoyaba sus ideales.

—Necesito a Flint. —dijo Enoch por fin. —Te enviaría a ti a buscarlo, Lucy. Pero, creo que estás ocupada, ¿no es así?

—Un poco, señor. Pero puedo abrir espacio en mi agenda.

—No, no. Cualquiera puede esconderse, pero no huir. —apuntó su propia cien con su varita y sacó un hilo plateado, luego lo soltó haciéndolo flotar al techo lleno de esos hilos brillantes. —¿Cómo vas con el experimento?

—Muy bien, mi señor. —respondió fascinada. —Está respondiendo como deseo, tuve un pequeño percance sobre cómo hacer que el obscurus saliera de ella cuando yo quisiera. Intenté que fuera por una palabra en específico, pero descubrí que sus nervios craneales dejaron de funcionar correctamente con el aislamiento, algunas veces no percibe sonidos, y otras veces es muy sensible. Terminé optando por la tortura, fue increíble el avance cuando comencé a torturarla. Estoy intentado no volverla loca, sólo deseo que reaccione al dolor, sin hacerle daño cerebral.

—Entonces, ¿el obscurus sale cuando le ocasionas dolor? ¿Cómo sabes que no se saldrá de control?

—Porque la entreno como a un perro. Cualquiera puede decirle ven, pero sólo obedece a su adiestrador. —explicó. —Sólo obedece al dolor físico que le doy yo. Ella es obediente. He logrado borrar la mayoría de recuerdos que la hacen débil y susceptible, ayer me di cuenta de que no reacciona a los nombres que eran suyos.

Los ojos de Enoch se iluminaron. —Excelente trabajo, Parkinson. Tu familia será recompensada por eso. Puedes irte.

—Muchas gracias, señor.

...

Albus escuchó algo fuera de su celda. Sus sentidos se alertaron, y aún con el dolor de cabeza debido a la resaca, caminó hasta detrás de la puerta y empuñó su varita dispuesto a lo que fuera si alguien de esa maldita familia lo encontraba ahí abajo.

—Potter, sé que estás detrás de la puerta. Sal de ahí y evita que te aplaste, y termine matándote. —escuchó voz de Parkinson.

—Mierda, juro que pude haberte matado. —murmuró apartándose de la puerta.

—¡Ja! Seguro. —se burló ella entrando a la celda.

—Odio este lugar, es horrible y todos los sinónimos que puedan existir, pero que no me voy a preocupar en mencionar.

—¿Qué esperabas, Potter? ¿Una habitación con sábanas de tela de araña? —ironizó. —Las mazmorras están silenciadas, no se escucha nada hacia afuera. Es el lugar más seguro para ti en toda Gran Bretaña.

—La humedad me da asco. —informó Albus haciendo una mueva de asco.

—Que lastima.

La bruja salió de la celda dejando la puerta abierta para que Albus la siguiera.

—¿Cómo sabes que nadie vendrá de improvisto? Estuve todo el tiempo apretando el culo cuando escuchaba algo mínimo. Alguien pudo aparecer por aquí.

—Nadie baja hasta aquí.

—Pero, ¿cómo lo sabes? Yo creo en la suerte, Parkinson, y la mayoría de las veces yo he tenido mala suerte.

—Echa un vistazo. —Lucy abrió la puerta de una de las celdas. —Por ella es que nunca nadie baja hasta aquí.

El ojiverde se quedó petrificado cuando vio a una muchacha pálida, de cabello negro y largo acostada en una cama individual. La reconoció al instante, y se le quebró el corazón.

Estaba tan delgada y magullada. Se veía tan frágil, tan pequeña.

—¡Mierda! ¡No! —gruñó llevándose el dorso de la mano hasta debajo de la nariz. —¿Qué le hiciste? —escupió lleno de cólera. —¿Está...?

—Aturdida, de momento. No sé como reacciona a las personas.

—Soy su mejor amigo.

—Ella ya no es Marie, ella ha cambiado.

—¡Mierda! —volvió a gruñir. Se pasó la mano por el cabello repetidamente y le dio pequeños tirones. —¿Por qué está así? ¿Qué le has hecho?

—Nada de lo que le debería estar haciendo, ella está bien... Sólo es diferente ahora. —soltó un chillido de exasperación. —Deja de caminar de aquí para allá, ¿quieres? Abrirás un hueco a mi mazmorra.

Albus se acercó a Marie por impulso, se arrodilló ante ella y le acarició la mejilla con el dorso de la mano. Se veía calmada, pero por alguna razón sentía que algo la hería. Sólo pudo llorar por odio y melancolía.

—Por merlín, se hubiera visto tan bella de novia. —tosió. —¿Cómo se supone que confíe en ti, si tú eres la que la tiene prisionera?

Lucy bufó. —Bueno, puedo explicarte todo lo que pasó esa noche para que confíes en mí. Sólo te traje hasta aquí porque necesito un favor de ustedes.

Albus volteó y la miró con odio. —¿De nosotros?

...

¡Enervate! —revirtió Scorpius.

Ruby dio un brinco en el sofá y abrió los ojos de golpe, él supo que no veía cuando empezó a agitarse asustada y desesperada. Scorpius se incorporó a su lado en el sofá y la envolvió entre sus brazos. La pelirroja intentaba apartarlo, estaba temblando y en poco tiempo ya estaba llorando.

—Ruba, soy yo. —susurró, tomó su barbilla y la detuvo para que lo mirara . —Soy yo, ¡oye!

—¡Scorpius, Scorpius! —chilló entre sus brazos.

Se le rompió el corazón verla de ese modo. Se preguntó qué le había ocasionado un ataque, si estaba medicada y había logrado mantenerla bajo control durante un buen tiempo.

¡Shh! Soy yo, linda. —susurró en su oído acunándola. —Respira, respira. Vamos, respira. Tengo buenas noticias para nosotros, mi reina. Nos está saliendo bien. Debes respirar.

—¿Lo-lo —su voz parecía la de un varón en pleno desarrollo. —... Conseguiste?

—Así es. —respondió con dulzura. —Pude convencerlos.

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