Gaia

Por B0hemia21

186K 11.3K 631

Esta novela está finalizada y recién editada. ~•~•~•~ Existen mundos unidos con el nuestro, donde la fantasí... Más

Prefacio.
Capítulo 1.
Capítulo 2.
Capítulo 3.
Capítulo 4.
Capítulo 5.
Capítulo 6.
Capítulo 7.
Capítulo 8.
Capítulo 9.
Capítulo 10.
Capítulo 11.
Capítulo 12.
Capítulo 13.
Capítulo 14.
Capítulo 15.
Capítulo 16.
Capítulo 17.
Capítulo 19.
Capítulo 20.
Capítulo 21.
Capítulo 22.
Capítulo 23.
Capítulo 24.
Capítulo 25.
Capítulo 26.
Capítulo 27.
Capítulo 28.
Capítulo 29.
Capítulo 30.
Capítulo 31.
Capítulo 32.
Capítulo 33.
Capítulo 34.
Capítulo 35.
Capítulo 36.
Capítulo 37.
Capítulo 38.
Capítulo 39.
Capítulo 40.
Capítulo 41.
Capítulo 42.
Capítulo 43.
Capítulo 44.
Capítulo 45.
Capítulo 46.
Capítulo 47.

Capítulo 18.

3.8K 251 16
Por B0hemia21

Capítulo editado.

~•~•~•~

Apreté los dedos en el volante, escuchando sus absurdos quejidos.

- ¡Me dais dolor de cabeza! ¡Parecéis unos malditos mosquitos!- Grité alterada.- ¡Todo el rato... y erre que erre!

- ¡Él empezó!

- No le hagas caso, Dani. Laura está loca.

- ¡Mentiras y más mentiras!- Se defendió infantilmente Laura.

Por el espejo retrovisor central, comprobé cómo el tatuado rodaba los ojos, hasta que Laura se agitó en el asiento, subiendo una de sus manos hacia arriba y agitándola.

- ¡Me has aplastado la mano con tu culo!- Se quejó ésta.

- Porque estás acaparando todo.- Contestó Rodrigo tranquilamente.

Los ojos castaños verdosos de mi mejor amiga le miraron con odio, y me preparé como pude. Sabía lo que venía ahora.

- ¡¿Me estás llamando gorda, imbécil?!- Vociferó.

- ¡Te llamo loca! Pero si tienes más hueso que carne.- Resopló Rodrigo.

- ¿¡Ósea que soy plana?! ¡Éstas de aquí no piensan lo mismo!- Se apretó los pechos, a lo que Rodrigo miró hacia la ventanilla con una mueca.

Apreté los labios, y sentí chirriar mis dientes. No volvería a hacer un viaje improvisado con ellos. Eran terriblemente insoportables cuando se les encerraba juntos en tan poco espacio, por algunas pocas horas.

- ¡Juro que como no cerréis esas bocazas doy media vuelta y que os den por culo a todos!

Ambos silenciaron instantáneamente ante mi amenaza. Sabían que hablaba completamente en serio a pesar de mi tan delicado vocabulario, y que podía hacer un cambio de sentido y echar todo por el desagüe en menos de un segundo. Inspiré y suspiré, llenándome de tranquilidad nuevamente.

- Así me gusta. Tenéis que aprender de Joanna, ella está bien tranquila.- Dije mirando a la rubia que se encontraba sentada de copiloto, quien me regaló una sonrisa.

Tanto Laura como Rodrigo, pusieron los ojos en blanco, haciendo múltiples de muecas cómicas y de burla, cuales niños endemoniados. Que eso es lo que eran.

- Será muda.- Dijo Rodri.

- No lo soy.- Contestó de inmediato Jo, con las mejillas encendidas.

Hacía unos tres cuartos de hora aproximados que habíamos salido de Torla, y nos dirigíamos a Aínsa, un pueblo más grande, casi una ciudad; de la cual se tardaba como hora y media de un lugar a otro. Cerca de Aínsa, se encontraba el Embalse de Mediano, que es donde principalmente queríamos ir a pasar la calurosa tarde, para luego dirigirnos a las atracciones que en aquel pueblo habían montado, y en la noche, ir a la discoteca. A sabiendas de que no tenía aún el carnet de conducir y si la policía me cazaba estaría jodida, y de que Hugo se enfadaría si se enterase de la locura de empeñarme a que sería yo quien iría de piloto, me arriesgué y empeñé hasta conseguirlo. Sabía a ciencia cierta que no tendríamos ningún accidente, pues entre mi padre y mi hermano me enseñaron.

- Ahora que lo pienso...

- ¿Piensas? Wow, no parecía haber nada dentro de tu cráneo.- La cortó Rodrigo, haciéndola rabiar a propósito.

Laura le fulminó con la mirada, mientras él le sacaba la lengua con diversión.

- Como decía antes de que un ser sin neuronas me interrumpiera... Ahora que lo pienso, la próxima vez que hagamos un viaje de éstos, podría invitar a un par de amigas del pueblo. Os caerían bien.- Propuso la morena.

Por el espejo retrovisor interior, crucé una cómplice mirada con Rodrigo, sabiendo lo que estábamos pensando el uno y el otro sobre el tema de las personas. Éramos desconfiados y nos costaba entablar amistad con la gente, el pueblo lo sabía, pues todos nos conocíamos, lastimosamente. Eso provocaba curiosidad y cuchicheos. Y lo odiaba, pues hacía más difícil el querer mantener mi secreto de licantropía completamente a salvo.

- Bueno, tal vez.- Contesté sin mucho ánimo.

- Chicos, ¿Creéis que queda mucho por llegar?- Preguntó Joanna, cambiando de tema.

- Como algo más de una hora. - Le contestó Rodrigo.- ¿Por?

- No me siento bien, la verdad.- Murmuró ella, que parecía haber perdido el color en su piel.

La miré preocupada, mientras Laura se asomaba entre los asientos delanteros, para estar más cerca de mi prima. Desde que a ambos les presenté a Joanna, se llevaron bien con ella al instante, algo que me sorprendió y encantó al mismo tiempo.

- ¿Te mareas en los vehículos?- La preguntó la morena, suavemente.

- Un poc...- Una arcada la cortó, haciendo que se llevara la mano a la boca, y se encogiera en el asiento.

- ¡Traga, traga! ¡Que mi hermano me mata como se joda el tapizado!- Dije sujetando su mano en su boca, mientras con mi otra mano controlaba el volante.

- ¡No seas asquerosa!- Dijo sin poder evitar reír Rodrigo, ante lo que había dicho.- Para en la gasolinera de allí.- Se apresuró a decir, apuntando con el índice la susodicha gasolinera, la cual realmente parecía medio abandonada.

Le hice caso, yendo hacia allí inmediatamente. Estacioné el coche en uno de los tantos sitios que había, viendo como mi prima salía del coche apresuradamente cuando aún no se había detenido el coche, haciendo que casi se cayera de bruces al suelo. Chasquee la lengua, guardándome la bronca que la hubiera echado por hacer eso. Bajé tras ella, y le hice una seña a los otros dos para que vinieran pero ante sus muecas de asco al ver cómo Joanna vomitaba rodé los ojos, siendo sólo yo quien se ocupó de que no se le manchara su pelo rubio, ni su ropa; mientras terminaba. Aprovechando que habíamos parado, decidimos ir a la tienda para comprar algo que picar y beber. Rodrigo mientras, echó gasolina al coche y fue al baño diciendo que quería escapar de las mujeres por unos momentos, por lo que fuimos nosotras tres. Cuando las puertas transparentes nos detectaron cerca, se abrieron automáticamente, dejándonos pasar al interior. Miré el sitio con cierta sospecha, y desconfianza. Todo estaba silencioso, y en la barra no había nadie que pudiera atendernos, ni cobrarnos por la gasolina y la comida que ahora cogeríamos.

- ¿No debería haber un dependiente aquí?- Me susurró Laura, confundida. Joanna se agarró a mi brazo con fuerza, sabía que ella también sentía algo raro de aquél lugar.

- Sí...

Mi mejor amiga, ingenua y sin darle más importancia, fue directamente hacia los pasillos del final para coger un par de bolsas y botellas de refresco. La seguimos por detrás, lentamente, mientras mis ojos observaban todo con desconfianza, sintiendo mis músculos tensos, al igual que a Joanna. Nuestro instinto lobuno nos decía que teníamos que salir de allí cuanto antes.

- Oye, si nadie nos atiende, ¿Nos lo podemos llevar gratis, no?- Preguntó con diversión Laura.

Tragué duramente saliva sin lograr contestarla, mirando la rendija de la puerta entreabierta de la trastienda del lugar, que permanecía completamente a oscuras, pero a pesar de no verse nada tras ella, era como si alguien nos observara siniestramente. Mi prima y yo intercambiamos miradas, ambas pensábamos lo mismo.

- Venga Lau, tenemos que ponernos en marcha de nuevo.- Apuré a mi amiga.

- Voy, voy.- Caminó hacia nosotras, cargando todo lo que se le había antojado, sonriendo tranquilamente.

Suspiré cuando finalmente estábamos por salir del establecimiento, hasta que una oscura voz puso mi piel de gallina, y que me pusiera a la defensiva al instante.

- ¿Tan pronto os marcháis?- Murmuró con serenidad un hombre, mientras abría la puerta de la trastienda, de donde salió junto a otro hombre más.- No seáis aguafiestas, preciosidades.

Mis ojos se llenaron de espanto al reconocer a lo que era un inmenso charco de sangre por detrás de ellos, de un hombre degollado, en el interior del cuarto. Debía de haber sido el trabajador de aquella gasolinera. El tono de voz de aquél extraño parecía haber salido de lo más profundo del infierno, o ellos pertenecer a ese sitio en sí.

- Realmente tenemos prisa.- Contesté yo, firmemente. Mientras Laura y Jo se encogían de temor, tras de mí.

Sus ojos se fijaron en mí, provocando que supiera al instante que no podían ser humanos. Su olor era normal, y su aspecto también, pero había algo en sus ojos que reflejaban algo distinto de ellos, algo que no sabría describir.

- ¿Prisa? ¿Por morir?- Preguntó con naturalidad el otro hombre, de piel más bronceada.

Apreté la mano de Joanna, obligándola a que se guardara ése sollozo que estuvo a punto de salir de su garganta. Entonces todo ocurrió en un abrir y cerrar de ojos, presionándome a actuar instintivamente, y con rapidez. Unas macabras sonrisas aparecieron en sus rostros, mirándonos con los ojos bien abiertos, como un par de psicópatas; antes de abalanzarse a nosotras con intenciones de atraparnos, empujé a Laura y a Joanna, obligándolas a reaccionar y que corriéramos hasta el final del pasillo, en donde tiré con dificultad la enorme y larga estantería, comprobando por sus quejidos que los había dejado debajo de ella. Proporcionándonos una oportunidad, con las respiraciones entrecortadas y nuestras pulsaciones a punto de estallar en nuestro pecho, corrimos hacia las puertas que se abrían por sí solas y eran la salida, pero tardaron demasiado en abrirse, y ya teníamos a los hombres tras nosotras una vez más. El bronceado agarró del cabello a Laura y tiró, mandándola hasta la otra punta de la salida, y que se golpeara con los refrigeradores transparentes. Mientras, el otro, de barba enmarañada, nos agarró tanto a mí como a mi prima, tirándonos al suelo con una fuerza descomunal como para poder con un par de licántropos tan a la ligera.

- Divirtámonos.- Siseó como si fuera una serpiente. Al momento, sus ojos se fundieron en un completo negro, ocultando su iris antes castaño y su blanca esclerótica; así como si todo fuera la pupila.

Eran unos malditos demonios.

Unos brazos tatuados saltaron hasta atrapar el cuello del demonio barbudo, asfixiándole con fuerza y decisión. Pero no tenía la suficiente fuerza al ser un simple humano, y el demonio pudo atrapar su cabeza y hacerle rodar hasta estamparle en el suelo violentamente, pero Rodrigo se levantó rápidamente, enfrentándole de nuevo. Aún ni él ni Laura se habían percatado de sus ojos, algo que agradecí, pues no podían saber nada y no sabría qué excusa les pondría que fuera creyente sobre ello. La ira recorrió cada parte de mi ser al ver la terrible situación en la que nos encontrábamos, haciendo que tuviera que arrugar la nariz para obligarme a no gruñir como un animal; me abalancé hacia el hombre como si fuera una presa, haciendo que cayera sobre la estantería que antes había hecho caer, clavándose la madera y el metal en su cuerpo. Giré mi cuello al escuchar un grito de dolor, viendo cómo el demonio bronceado sujetaba a Laura por el cuello con crueldad. Pero sorprendentemente, fue Joanna quien se adelantó a correr hacia ellos, encargándose de socorrer a Laura, mientras yo y Rodrigo nos encargábamos de éste. Increíblemente, Rodrigo parecía saber qué era lo que hacía, como si supiera lo que había que hacer para encargarse de un demonio, algo que me confundió. Pero no dejé que me desconcentrase, y peleamos con el diabólico ser. Hasta que lo tuve suficientemente cerca de mi rostro como para cambiar por un segundo mis ojos a amarillentos, y gruñir de tal forma que sólo él pudiera oírlo, haciendo que sus negros ojos se abrieran por demás, al darse cuenta de lo que yo era realmente.

- Chucho asqueroso.- Me susurró con odio. Yo sonreí en una fría burla, mientras me alejaba de él y volvía a dejar mis ojos normales.

Se levantó de un salto, mirándome con rabia e impotencia, sabiendo ahora las consecuencias que conllevaría si me llegaba a enfurecer aún más de lo que ya estaba. Y sería sólo la muerte para ellos, pues un licántropo era mucho más fuerte que un demonio. Por lo que, a pesar de que se trataban de seres orgullosos, no eran estúpidos; cogió al otro demonio y le habló al oído, al instante el demonio bronceado me miró con asombro, pareciendo palidecer.

- Nos veremos en el infierno.- Fue lo último que dijeron antes de desaparecer del lugar en un abrir y cerrar de ojos.

Sin pensarlo un segundo, me dirigí hacia donde Laura, ayudando a Jo a levantarla del suelo. La miré preocupada por si tenía alguna herida, pero parecía que afortunadamente no. Su respiración irregular se fue acompasando de a poco, y su miedo se estabilizó, dejando que se tranquilizase.

- ¿Quiénes eran esos lunáticos con lentillas?

- Son eso, lunáticos, y drogados.- Dijo Rodrigo con seriedad.

Suspiré de alivio. Laura siempre había sido una persona muy objetiva, y nunca había creído en nada referido a la magia, fantasía o mitología. Por eso era atea, también. Siempre decía que creería en algo cuando la ciencia pudiera demostrarlo, y pudiera verlo y tocarlo con sus propios ojos. A pesar de que, realmente, había tenido a un demonio cerca de ella. Pero ella nunca aceptaría que era un ser así. Verdaderamente, agradecía que pensara así, pues había menos posibilidades de que viera algo extraño en mí que pudiera delatar que no era realmente una humana.

Asentí a lo que el tatuado dijo, mirándole. No entendía su tranquilidad y serenidad, lo que me ponía los pelos de punta. ¿No preguntaría nada sobre sus ojos? ¿O sobre qué es lo que el demonio me susurró cuando me acerqué a él? ¿Nada?

- ¿Te encuentras bien, pequeña?- Me preguntó al ver que le miraba tan detenidamente.

Sonreí suavemente. No quería darle más vueltas al asunto.

- Ahora sí.- Me acerqué a él y le abracé. Al alzar mi mirada hacia la suya, me paralicé al sentir sus labios pegándose a los míos con dulzura.

- Sentí miedo. No quería que te ocurriera nada.- Confesó, sin alejarse siquiera unos centímetros.

- Pero nada ha ocurrido, patito.- Le tranquilicé, y tras un par de segundos más, finalicé el beso al sentir un carraspeo.

Los ojos de Laura y los de Joanna nos atravesaron con intensidad, haciendo que me separase de Rodrigo lentamente y con cierta vergüenza. No había contado nada sobre lo que él y yo había ocurrido la otra noche. Cuando la morena me alzó una pícara ceja, yo rodé los ojos y me reí. Más tarde le contaría todo.

Al poco tiempo, y más tranquilizados, partimos de nuevo queriendo recuperar el humor con el que habíamos empezado el día.

********

- ¡Por fin, agua y Sol!- Corrió por la arena repleta de piedras, hacia la orilla. Pero paró a mitad de camino y miró a un grupo de chicos.- ¡Tenemos que venir aquí más a menudo, joder! ¿Habéis visto qué culos tienen ésos? - Alzó las cejas hacia nosotros, como si estuviera hablando de un tema tan simple como el clima.- ¡Ay! que me da un chungo.- Exageró su hiperventilación, mirando a más muchachos que había a nuestro alrededor.

Apreté los labios, haciendo una pedorreta cuando me salió una irremediable carcajada que mis labios no pudieron resistir. Igual les ocurrió a Joanna y a Rodrigo, nuestras carcajadas atormentaron la tranquila tarde. Sabía que hoy era un día que prometía muchas cosas, y no me estaba equivocando por el momento. Los cuatro nos deshicimos de nuestras respectivas ropas, pues traíamos colocados ya nuestros bikinis, bañador para Rodrigo. A lo que, como se veía venir, curiosas miradas se posaban en nosotras, algunas disimuladas, otras descaradas. Igual ocurría con Rodrigo, pues algunas chicas también le perforaban con sus miradas sin ningún tipo de pudor. Hice una mueca y agité la cabeza, asintiendo con una sonrisa ante alguna broma que soltó mi prima, pero que no había escuchado realmente. Sólo podía vigilar a las dos chicas que no apartaban las miradas del tatuado, sin poder hacer algo que hiciera que dejaran de hacerlo, sintiéndome un tanto estúpida por la situación, pues él y yo no éramos nada.

- ¿Qué haces?- Pregunté, mirando el cuerpo de Rodrigo pegarse repentinamente demasiado a mi costado. Pero él miraba hacia otra dirección con los ojos entrecerrados; así que miré a su dirección, era un chico rubio, guiñándome un ojo.

Mis mejillas cogieron color, pero miré de nuevo a Rodrigo. Sonreí.

- ¿Qué, celoso?- Alcé una juguetona ceja.

Aquello pareció traerle de vuelta a la realidad, pues abrió sus ojos como platos y me miró con cierto nerviosismo, negando una y otra vez con la cabeza.

- ¿Yo? Claro que no.- Le miré con burla, él apretó la mandíbula.- No me mires así. He dicho que no.- Miró a otro lado, sin perderme de vista verdaderamente por el rabillo de su ojo.- Que no, Daniela. No insistas.

Mordisquee mi labio inferior, riéndome en su cara, con algo de ilusión. Era claro que mentía, algo que alegraba cada átomo de mi ser. Sus verdosos ojos se clavaron nuevamente en mí, sólo en mí, haciéndome suspirar silenciosamente. Con aquella blanca luz sus ojos se veían aún más claros de lo que ya eran de por sí, brillando, como si fueran unas perlas verdes, hipnotizándome por completo.

- No te muerdas el labio.- Susurró con voz ronca. Sus pupilas se dilataron a pesar del intenso Sol, y su respiración se volvió espesa, mientras miraba mis labios.

Dejé de hacerlo al instante, sintiéndome repentinamente tímida ante su intensa mirada, y sus palabras. Pero al escuchar las risas de Laura y de Joanna, fijé mi mirada en ambas chicas, que se acercaban hacia nosotros con unas alegres sonrisas. Laura llevaba un bikini de muchos colores dispersos y entremezclados; Joanna, uno negro que tuve que prestarle yo, pues ella no había traído ninguno en su maleta, hasta que se lo comprase; y yo, con uno verde claro. El bañador de Rodrigo era azul marino, con dibujos abstractos en él. Los cuatro nos instalamos finalmente en un lugar libre, no muy alejados del río, ni de donde empezaba el pueblo, Aínsa; por si necesitábamos ir al baño, o queríamos ir a tomar algo a algún bar. Pero nuestro momento de tomar el Sol se vio interrumpido por un par de juguetones brazos, los cuales se encargaron de hacer que las tres chicas acabásemos mojándonos en el agua.

- Esto es... ¡Esparta!- Gritó Rodrigo, carcajeándose al vernos salir a la superficie en muecas ante lo fría que estaba el agua.

No pasaron ni unos escasos segundos cuando las tres ya nos estábamos lanzando a por el ojiverde, quien no pudo ir demasiado lejos, y acabó con una muy bien merecida aguadilla. Tras ello, y mientras él recuperaba el aire, comprobé con gracia el guiño que me echó Laura, el cual sabía que se refería como a "Es tu momento.", haciéndome carcajear.

- ¡Vendetta, vendetta!- Gritó Rodrigo, agitando la cabeza cual rabioso, lo que hizo que reaccionase y comenzase a huir de él sin poder parar de reír.

Al estar apresurándome porque no consiguiera alcanzarme, no me fijé en la obstrucción que se encontraba en medio de mi camino, provocando que hiciera un tremendo tropezón y cayera sobre dicho obstáculo, enorme y redondo. Me sobé una de mis nalgas con una mueca.

- Quién coño habrá puesto aquí esta estúpida...

Sellé mis labios mientras mis ojos se abrían de par en par, quedándome roja de la vergüenza. Era un hombre obeso. Me levanté del suelo apresuradamente y eché a correr de nuevo, antes de que sus rollos de carne me engulleran en un pozo sin fin, pidiéndole unas merecidas disculpas en el trayecto. Pero desgraciadamente no llegué mucho más lejos; el tatuado me alcanzó en un santiamén, tirándome sobre la arena, sujetándome las muñecas por sobre mi cabeza. Sus respiraciones y las mías se entremezclaron, agitadas e irregulares por la corta pero intensa persecución.

- ¿Pero quién te crees?- Alcé una ceja, con diversión.- ¿Un mono sadomasoquista?

Sus carcajadas inundaron mi pecho de alegría, provocando que inconscientemente quedara mirándole maravillada, totalmente abstraída de la realidad por unos cortos segundos, en los cuales hice que mi mente guardase cada pequeño detalle, cada gesto de su rostro. El cómo sus brillantes ojos se achinaban, sus mofletes se hinchaban y su enorme sonrisa era lo que más abarcaba su rostro. Una expresión completa de alegría.

- Eres una estúpida.- Soltó atragantándose por no poder dejar de reír.

- Tú eres un pedo de vaca y nadie te dice nada.- Dije encogiéndome de hombros.

Su agarre se aflojó casi al instante, mientras su cuerpo rodaba fuera de encima de mí para caer en su espalda, a mi lado, desternillándose a más no poder. Sin levantarme aún, giré mi cuello y seguí mirándole acompañando sus risas. Resultaría ser una mentecata ante las tonterías que solía soltar de vez en cuando, pero que Rodrigo y quien fuera que también fuera importante para mí, se riera por ello, me hacía sentir plenamente feliz. Y saber que valía la pena hacerse la tonta para verle de aquella forma, era lo mejor del mundo.

Seguir leyendo

También te gustarán

397K 22.7K 89
Kenzo Parker se niega a creer que Jade, la hermana de su mejor amigo, sea su mate y destinada. Piensa que la Diosa Luna le está jugando una broma y n...
9.6K 1K 25
Serena y Darien se conocen en la universidad. Enamorándose irremediablemente, conforme avanza su relación saldrán cosas de sos pasados q los afectara...
4.2K 389 8
Acoger en tu pequeño piso a un perro es un gesto muy bonito, pero se empiezan a complicar las cosas cuando te enteras que tu perro tiene que ir y ven...
14.2K 1.1K 5
Amarlo nunca pareció ser suficiente Dre estaba confundido, ¿Porque hacia esto Cheng? El mismo lo había dicho...No había otra opción Alfa: Cheng Omeg...