𝑹𝒐𝒕𝒂

By Sinmasro

132K 7.3K 1.8K

Cuando todo te ha ido mal en la vida, lo menos que necesitas es que continuamente te digan que necesitas reco... More

𝑹𝒐𝒕𝒂
1. Golpe de realidad
2. Lo que fuimos
3. No tan agradable
4. Los impulsos siempre traen algo bueno
5. Los cambios nunca fueron buenos, o sí
6. Curiosidad o ¿algo más?
7. ¡Sorpresa!
8. Un mal trago
9. Tentaciones
10. Cataclismo
11. ¿Samantha está de vuelta?
12. La invitación
13. Mírame
14. ¿Ahora somos de esos?
15. Tormenta de arena
16. Y cuando llegue el nuevo día...
17. Aparentar
18. ¿Cuidarte?
19. ¿Qué estamos haciendo?
20. De las dudas infinitas
21. Descubrí
22. Rotos
23. Amiga... date cuenta.
24. La corriente
25. Ni respirar el mismo aire...
26. Por eso
27. Con las ganas de estar bien de nuevo...
28. "No hay nadie"
29. Confiar
30. "Qué guapa estás, coño"
32. Nos teníamos muchas ganas
33. La cena
34. Miedos
35. ¿Nueva normalidad?
36. Tú no tenías que aparecer ahora
37. No es tan malo como parece
38. Gracias
39. Retorno a La Terreta
40. Y volvió
41. En todas partes, tú
42. La más absoluta nada
43. ¿Está bien?
44. Te quiero lejos...
45. Igual la que sobro soy yo
46. Vértigo constante
47. Vete
48. Huir no es la solución
49. Tiempo...
50. "¿A mí no me dices nada?"
51. Piensa mal y acertarás
52. No pensar
53. La he cagado
54. No me dejes más
55. La tenemos
56. Momento de vivir
Epílogo

31. "Deberíamos parar..."

2.6K 138 36
By Sinmasro

—¿Dónde está el baño?—preguntó Samantha.

Flavio se había acercado a Valeria, y se encontraba agachado a su lado, contándole algo que no atisbó escuchar.

Subió la mirada y con una sonrisa le dijo:

—Primera puerta a la derecha, espero que no te pierdas ahí dentro.

Samantha puso los ojos en blanco y se dirigió hacia allí. Si tenía que ir al baño, era precisamente por culpa de él. La había desestabilizado mucho. Encima que la hacía esperar tanto, comenzaba a provocarla y tentarla de esa manera.

Se encontró un baño muy ordenado, limpio y curioso. A pesar de estar viviendo con una niña, y poder tenerlo todo más o menos revuelto, Flavio seguía siendo una persona muy responsable y ordenada, a la vista estaba.
Cuando salió de allí, tuvo unas imperiosas ganas de seguir explorando ese piso, y adentrarse más allá de ese pasillo, pero se contuvo. Más que nada porque ya se lo enseñaría él si quisiera, aún le daba cosa tomarse según qué libertades.

Al llegar al salón-cocina, escudriñó la zona. Valeria ya no estaba con Flavio, sino que continuaba jugando en una alfombra que había bajo el sofá y estaba bien acompañada por varios muñecos, y Flavio... estaba en la cocina, con un mandil muy gracioso rodeando su cuerpo.

Se mordió el labio y sacudió la cabeza. Acababa de salir del baño, tras echarse agua sobre el cuello, por los calores que le habían entrado con esa provocación y lo que menos necesitaba era continuar tentándose. Pero Flavio se lo ponía muy complicado.

Fue hacia donde estaba él, con pasos de tortuga, para que no la escuchara—si eso era posible—, y apoyando su barbilla en el hombro del chico, le susurró:

—¿Te puedo ayudar en algo Flavio?

Él pegó un respingo acompañado de un chillido agudo. Sí agudo, viniendo de él, cuanto menos interesante.

—Joder Samantha.

Ella soltó una risita y sacudió la cabeza.

—Papiiiii ¿qué pasao?—escucharon a la pequeña gritar desde donde estaba.

—Nada Valeria, nada...

—Flavio por favor —lo regañó ella entre risas.

Se dio la vuelta y dedicándole una intensa mirada, dijo finalmente:

—No te esperaba.

—Yaa... —asintió ella a la vez que recorría con la mirada su cuerpo de arriba abajo.

Ahora que lo tenía de frente y podía ver mejor el mandil... Se relamió los labios y alzó las cejas haciéndole un gesto burlón con los ojos.

—Estás muy mono con eso puesto... adorable Flavio.

Él negó con la cabeza y volvió a darse la vuelta. No sabía por qué había tenido que ponerse eso. Había sido un acto inconsciente. Samantha se había metido en el baño y se había olvidado de ella. Simplemente, cada vez que cocinaba algo, se lo solía poner para no marcharse la ropa. Pero no había caído en lo ridículo que podría llegar a parecer con eso puesto. Bajó su mirada y echó una de reojo a ese delantal. No podía ser más típico. Se lo había regalado Carolina, por hacerle la coña... tenía grabado su nombre enmarcando su pecho, y justo debajo , había un piano... cuando se lo regaló le pareció un detalle mono. Ahora se veía ridículo.

—Flaaavio, estás adorable en serio —volvió a repetir Samantha—, yo también quiero uno con mi nombre... para cuando haga mis platos estrellas.

Él volvió a girarse y le dedicó una mirada cargada de incredulidad y sarcasmo.

—Quisiera ver yo esos platos estrellas.

Ella sacó su dedo índice y le hizo una peineta.

—Tú te lo pierdes —y dándole un golpe con la melena, haciéndose la ofendida, se dio la vuelta y se fue para el salón.

—Samantha...

—No te molesto más, Flavio.

Él soltó otra risita y se concentró en la comida. Había hecho una salsa de trufa antes de que llegara Samantha, y la había dejado reposar mientras se daba una ducha. Y en ese momento se iba a poner a hacer la tortilla de patatas, a la que añadiría esa salsa y... no por que la hubiera hecho él, pero estaría de muerte. Era uno de los platos favoritos de Valeria, y esperaba que también estuviera al gusto de Samantha. Al acabar de de pelar las patatas, giró la cabeza y echó una mirada de reojo hacia el sofá.

Se encontró a Samantha moviendo un muñeco, que le habría dado su hija y con su mano, haciendo un movimiento simulando a un avión. Contuvo una risa y dibujó una sonrisa de bobo. Podría acostumbrarse a esa estampa, era una maravilla.

Agudizó sus oídos, ya que ellas estaban hablando muy bajito , e intentó escuchar.

—Samantha... ¿Quieres que te pinte? Teresa me dijo que te diga que dejes tus manos en mí , que lo voy a hacer genial.

Flavio comenzó a batir los huevos mientras continuaba atento a esa conversación. Le gustaría ver cómo salía de esa Samantha. Si se dejaba pintar por su hija, tendría todos sus respetos. Saldría como un payaso, pero no todo el mundo se dejaba hacer tremendo cuadro. Y su hija, se lo ofrecía a todo Dios y esa gente, mayormente rechazaba sutilmente a la niña.

—¿Quién es Teresa? Y , me quiere pintar la cara ¿no?

Valeria hizo un gesto de obviedad con las manos y se las llevó a la cintura, en jarras.

—Claro, la cara, eso dije. Teresa es mi muñeca... —explicó subiendo a uno de sus muñecos y enseñándoselas a ella—, dice que eres muy guapa, pero que con mis manos en ti, estarías mejor.

Escuchó a Samantha soltar una carcajada y volvió a dirigir su vista hacia allí.

—Bueno... ¿pero con qué me vas a pintar?

Justo en ese momento, Samantha giró la cabeza y pilló a Flavio observándolas, riendo con disimulo. No pudo evitar sonreírle y los ojitos de Flavio brillaron más que nunca.

Samantha no sabía cómo se había metido en ese berenjenal, pero tenía toda la pinta de que iba a dejar que una niña de cuatro años creara arte en su cara. En peores situaciones se había visto ¿no?

Podría ir luego al baño a quitarse eso... pero no podría decirle que no a la peque, que parecía realmente entusiasmada.

—Pues con pintura Samantha.

—Claro... qué tonta soy, con qué sino...

Valeria se levantó, contenta por haber conseguido ese logró y antes de irse, le dijo:

—Espera un momento ¿vale? Voy a por mis instromentos.

Ella asintió con la cabeza y soltó una risa.

—¿Qué haces Flavio?—preguntó alzando la voz. A medida que pasaban los minutos, cada vez olía mejor, y su estómago rugía más.

—Mmmm, es sorpresa Samanzi.

—Te he visto batir huevos... tiene pinta de que es una tortilla hijo.

Flavio se encogió de hombros.

—Si lo sabes ¿para que preguntas?

Ella puso los ojos en blanco y bufó.

—Pues para hablar de algo... pero no te molesto más.

—Samantha...

—No me dejas que te ayude, no me dejas que pregunte... me haces esperar más de media hora... ¿para qué me has dicho que venga?

—Ereh tonta.

Levantó la mano y volvió a enseñársela. Mostrándole 2 dedos.

—Otra cosa más, muy bien Flavio, ho fas molt bé.

—Gràcies.

—De res.

Rodó los ojos y vio a Valeria llegar a dónde estaba ella, con un maletín de juguete , cerrado y con pinta de ser pesado. Miedo le daba lo que contenía eso.

—Ánimo Samanthi y no te enfadeeees—escuchó decir a Flavio, al cual ignoró centrando toda la atención en su hija.

La niña dejó la maleta en sus pies, alzó su pequeña cabecita para analizarla, se frotó las manos, y comenzó a abrir la maleta.

Samantha haciendo un gran ejercicio de contención, evitó reírse. Pero realmente la situación era cómica y surrealista.

—A ve... ¿Qué te hacemos?—preguntó la niña y a ella le entró un escalofrío al ver el contenido de esa maleta. Era pintura, pero no de maquillaje, sino acuarelas. ¿Cómo se le ocurría a Flavio darle eso a su hija?

Quizás se lo notaría en la cara, que escuchó a sus espaldas:

—Se van fácilmente con agua Samantha, no te asustes.

Flavio parecía estar muy divertido y atento, porque no se le pasaba ni un detalle.

Ella volvió a ignorarlo y agachó la cabeza para ver qué más cosas tenía la niña allí. Había varias barras de labios, viejas por el aspecto que presentaban, y algún que otro colorete. Suspiró un poco más relajada. Igual ahí guardaba todo lo que tenía para pintar, en el amplio sentido de la palabra. Pero para la cara... eso no lo usaría ¿o igual sí?

—Siéntate ahí—le ordenó con su vocecilla Valeria.

Samantha se levantó del sofá, echó una mirada rápida a Flavio que estaba en ese momento pendiente de freír las patatas y, se sentó en la alfombra. Que pasara lo que tuviera que pasar.

Un largo rato después, y con la tortilla ya casi terminada, Flavio no sabía si las lágrimas que caían por sus ojos eran producidas por la cebolla o por la estrepitosa risa que le había entrado al ver lo que Valeria había dibujado, porque eso era arte, en la cara de la rubia. Admiraba el aplomo que había mostrado ella, y la contención, porque no había dicho ni mu. Se había metido en su perfecto papel, la había visto con los ojos cerrados, y su hija, totalmente encantada por ver a alguien rendida a sus pies, había hecho funcionar,  sus manitas, lo mejor que sabía.

Consultó la hora en el iPhone: 9 y media. Pues sí que se le había ido un poco de las manos la cena... estaba ya lista, y el monstruo que habitaba dentro de sí, reclamaba alimento, para ya. No perdió de vista ni a su hija, que según creyó atinar, estaba dándole el último retoque a Samantha, ni a la tortilla, la cual estaba a punto de terminar, con el fuego ya a 1.
Cogió un mantel y lo puso en una pequeña mesa que tenía justo al lado del piano. Él no solía usarla casi nunca, siempre cenaba en la mesilla frente al salón con su peque... pero cuando venía gente a cenar, que no solía ser muy a menudo, usaba esa. Que no era mucho más grande, pero sí más alta, y le hacía un buen apaño.

Puso la mesa al completo, apagó el fuego, ya que la tortilla sí estaba lista, se quitó ese ridículo delantal y fue hacia las chicas para meterles prisa. O acababan ya, o acababan ya.

—¿Qué te queda estilista?—se dirigió a su hija y observó la fina línea que había dibujado los labios de Sam, como amago de sonrisa, al escucharle.

Valeria subió su cabecita, la centró en él y le hizo un gesto con la mano, mandándole esperar.

—No me setrese papi, que quiero hacerlo bien.

Meneó la cabeza y soltó una carcajada al apreciar en primer plano la obra de arte.
Tenía la cara arroalada: mezclada con amarillo, naranja y tonos rojizos. Lo que él decía, ni Picasso.
Su hija, no contenta con mezclar acuarelas en la cara de Sam, había añadido coloretes rojizos sobre las mejillas y sobre la nariz. Sus labios estaban perfilados con un labial rojo, que le había dado su hermana Bea, y se extendía por el bigote y si le apurabas, a la barbilla también llegaba. Pero lo mejor de todo estaba en la parte superior. Los ojos no tenían nada que envidiarles a las mayores profesionales del make up. Le había hecho un símil de eyeliner, a saber dónde había aprendido su hija eso, con un pincel negro, pero haciendo una línea muy gruesa, a tal punto, que no pudo añadir sombras, porque el ojo era todo negro. No sabía si Samantha podría abrir los ojos con facilidad ante tanto grumo ahí junto.

Le dio ganas de ir hasta la encimera de la cocina y coger su móvil para hacerle una instantánea, pero se contuvo. Quería ver su reacción cuando se mirara en el espejo, con eso se conformaría.

—Vamosss que la cena se enfría—les volvió a meter prisa, con la risa contenida luchando por salir de su garganta.

—Ahora te ha entrado prisa ¿no?, pero tenerme media hora ahí esperando, te ha dado igual.

Puso los ojos en blanco a lo que le dijo Samantha y le pegó un golpecito en el culete a su hija, metiéndole prisa de nuevo.

Su hija se dio la vuelta con una expresión de enojo y separando las manos le gruñó:

—Ya, papi ya... estoy apreciando mi obra de arte, no ha quedado mal ¿verdad?

Él asintió con la cabeza, conteniendo otra carcajada y se centró en la cara de la rubia, que comenzaba a abrir los ojos, dando suaves parpadeos. Sí que había podido abrirlos, a pesar de esa masa ahí pegada.

Le echó una mirada avergonzada y su primera reacción fue taparse la cara, pero Valeria corrió hacia ella y le cogió las manos rápidamente.

—Noooo Samantha, no te toques, te lo vas a destrozar. Vamos a cenar y luego ya...

Samantha la miró con una expresión consternada.

—¿Así quieres que cene?

Valeria hizo palmitas mientras asentía con la cabeza.

—Claro... papi dice que se enfría, así que vamos.

Ella unió su mirada con Flavio pidiéndole ayuda, pero él encogió los hombros y antes de irse a por la tortilla, le digo, solo moviendo los labios:

—Tú te lo has buscado... aún así, estás preciosa Samanzi.

Ella se mordió el labio y meneó la cabeza.

¿Cómo iba a estar preciosa?

Hizo un sobreesfuerzo para levantarse de ahí, apoyando su mano en el sofá y antes de sentarse en la mesa que había preparado Flavio, corrió hacia su bolso, sacó el móvil y activó la cámara frontal para evaluar el nivel de ridículo qué iba a hacer.

En fin... era pintura tampoco pasaba nada ¿no? E iba a cenar solo con ellos dos, no es que fuera a venir nadie más, y la cena dudaría poco y luego se lo quitaría. Tampoco iba a hacerle otro feo a la niña si se lo quitaba cinco minutos después de que acabara de realizar su obra de arte.

Dejó el móvil en su bolso, y caminó decidida a la mesa. Valeria ya estaba sentada y Flavio seguía trasteando por la cocina.  Cambió de parecer y fue hacía él.

—¿Te ayudo en algo?

Flavio giró la cabeza y la miró con una sonrisa. Antes de que él dijera nada, Samantha lo apuntó con un dedo y le advirtió:

—Ni una sola broma... ni un solo comentario ¿Estamos o no estamos Flavio?

Flavio alzó las manos en son de paz, con una expresión divertida:

—Tranquila mujer, que solo iba a decirte que podías coger cervezas en la nevera.

Ella asintió y cogió dos, pero antes de cerrar la nevera, alzó la voz y preguntó:

—¿Algo para Valeria?

—Yo bebo agua—escuchó la vocecita de Valeria.

Asintió complacida, cogió una botella de agua que encontró por ahí y se dispuso a irse a la mesa para sentarse, pero Flavio la retuvo, agarrándola de la cintura.

—No te enfades anda, que te pones muy fea—le musitó muy bajito cerca de su lóbulo para que solo ella lo oyera.

Samantha sacudió la cabeza, soltando una risita sin poder evitarlo y se fue a la mesa.

—¿Más de lo estoy ahora mismo? Dudo Flavio—escuchó él a lo lejos.

La cena trascurrió con una familiaridad sobrecogedora y abrumadora a partes iguales. Comieron gran parte del tiempo en un silencio cómodo, de vez en cuando interrumpido, por los ruiditos de placer que hacía Samantha al saborear esa tortilla, la cual no había parado de elogiar desde el minuto uno en que se llevó un trozo a la boca. Y Flavio no podía estar más inflado que un pavo.
Y en otros ratos interrumpidos por los comentarios, aportaciones y preguntas inocentes y graciosas de Valeria. Muy al contrario a cómo Flavio pensaba en un primer momento, se encontró repleto y no pudo evitar volver a pensar que eso era demasiado bonito para ser verdad, y que realmente daría todo para se convirtiera en una costumbre.
Samantha, Valeria y él, los tres juntos. Los tres. Sonaba hasta poético. Pero se contuvo de hacer ningún comentario al respecto, porque tenía muy claro los pensamientos de la rubia, y que su cabeza iba a veces por unos lados... no muy bueno. No quería abrumarla.

Cuando acabaron de cenar ya era cerca de las 10 y media de la noche, y Valeria empezó a ponerse un poco tontilla. Indicando que necesitaba irse a dormir en breves.
Samantha se fue al baño a quitarse toda esa pintura de la cara, tarea que le resultó un poco complicada, las pinturicas esas se fijaban a la piel demasiado bien.
Al salir, a los pocos minutos, Samantha ayudó a Flavio a recoger la mesa, incluso se ofreció a lavar los platos, pero él se puso muy tozudo y no la dejó hacer nada.

—A lo mejor te piensas que no sé fregar platos, Flavio...

—Samantha no es eso.

—Es que no me gusta que lo hagas tú todo, si esto... —y se paró en seco.

Flavio apagó el grifo, se secó rápidamente las manos con un paño y se dio la vuelta para observar en riguroso primer plano la cara de la rubia.

Subió las cejas, y con una expresión divertida le pidió continuar:

—Sigue. ¿Qué ibas a decir?

Samantha carraspeó, y se obligó a hablar, para no quedar de tonta.

—Pues nada, que si esto continúa, no me puedes estar prohibiendo ayudarte. Flavio, yo cocino— hacerse bocadillos ya era cocinar—, yo lavo, llevo viviendo sola muchos años, ¿sabes? No sé...

—No tengo ninguna duda acerca de  tus cualidades culinarias. Un día de estos me haces una demostración ¿vale?

Samantha le quitó de malas maneras el paño que sostenía en las manos, y le dio con él en la cara.

—Gilipollas.

—Esa boca...

Ella hizo una mueca, y encogió los hombros.

—Perdona—se disculpó en voz baja—, pero solo por tu hija. Tú sigues siendo un... gilipollas—concluyó tan solo moviendo los labios.

Él sacudió la cabeza y volvió a su tarea.

Cuando ella ya iba camino al sofá, escuchó a sus espaldas:

—Si quieres puedes ayudarme a secarlos... coge el maravilloso paño que me has tirado. Así seguro que terminamos antes.

Samantha alzó el mentón, y estuvo a punto de ignorarlo, pero venció a su orgullo y en silenció caminó hacia allí y lo terminó de ayudar. Realmente eran pocos platos y sartenes las que había usado y ensuciado. Acabaron en cinco minutos.
El tiempo que Flavio le había dado a Valeria, para ver la tele, hasta que se fuera a la cama.

Hecho, que un poco sí que agradeció Samantha. Al fin iba a estar un rato a solas con el chico, y esperaba que sin piques y dardos envenenados de por medio.

Antes de que Flavio llevara a la niña a su habitación, se empeñó en que quería muchos besos de buenas noches de Samantha, y ella se derritió un poco ante esa petición, y no dudo ni un segundo en cumplirlo. Le dejó un reguero de besos por toda la cara, y la peque le hizo prometer que la iba a ver de nuevo, "mucho más pronto que tarde" palabras de ella. Luego les dijo que esperaran un poquito que tenía una sorpresa para ella.

Cuando Valeria vio a Samantha caminar hacia ellos con una bolsita en la mano, empezó a dar saltos de alegría y ella no pudo evitar dibujar una amplia sonrisa.

Flavio le dedicó una mirada intensa, no exenta de sorpresa, a la que ella le respondió con un leve encogimiento de hombros. Había sido una tontería, un detallito de nada. Pero le hacía ilusión que la pequeña tuviera un libro con ilustraciones de ella, y ese libro en especial, hablaba de la relación de un papá oso con su cría, y de cómo se apoyaban  y querían, a pesar de ser solo ellos dos y de todas las aventuras y adversidades por la que pasarían.
Ella había ilustrado ese libro unos dos años atrás , y mientras estuvo dándose esa larga ducha, se acordó que en el centro comercial, dónde habían estado con Bea, había un Fnac, y podría ser que tuviera suerte y encontrar algún ejemplar allí. Y la tuvo.
Pero en ese momento, se estaba muriendo de la vergüenza y temía que Flavio pensara que pecaba de insolente, egocéntrica o algo similar por regarlarle un libro que ilustró ella.

Pero no, Flavio solo le respondió con una mirada penetrante, brillante y cargada de muchas cosas. El simple hecho de que se hubiera acordado de su hija, fuese lo que fuese, ya le hacía inmensamente feliz.

Valeria se tiró a sus brazos, ella se la comió una vez más a besos y le hizo prometerle que le leería ese libro, a lo que ella aceptó encantada. Es más, apuntando con uno de sus deditos a su padre, le advirtió que ese libro solo lo leería con Samantha. Él se hizo el ofendido, y dándole un pequeño palmetazo en el culo, la obligó a marchar a la cama.

Samantha se quedó en el sofá, y estuvo stalkeando un poco las redes sociales. Estela, su Estela, había subido por primera vez una foto con Ana, o Anaju según como pudo ver que se llamaba la chica en su perfil, y la verdad era que ambas empastaban muy bien. Le daba penita no haber tenido aún ocasión de conocer a la chica que había robado el corazón a su amiga, aunque esta no lo hubiera reconocido aún. Estuvo varios segundos observando la foto y con una sonrisa perenne en su rostro. Eran boniquísimas, y a pesar de que la foto estuviera muy oscura, pudo ver cómo los ojitos de ambas brillaban sumidas en ese especio de abrazo. Continuó echándole un vistazo a IG,y acabó cerrando la app aburrida, no había mucho más que le interesara. De su amiga Lucía, no iba a encontrar ahí mucho, ya que solo usaba su cuenta para compartir cosas relacionadas con la lectura, con su novela, de manera profesional, básicamente.

Dejó el móvil apartado en la mesa y se tomó la licencia de coger el mando y cambiar de canal. Valeria había dejado puesto Peppa Pig en Netflix, y ella no había sido nunca asidua a consumir los dibujos de esa cerdita, pero tan sólo con escucharla varios minutos de fondo, ya sentía la cabeza como un bombo. Flavio tenía el cielo ganado al tener que soportar esa tortura diariamente.

Echó un poco el cuello hacia atrás para más comodidad, lo tenía un poco cargado y cerró los ojos por unos segundos. No se había dado cuenta de lo cansada que estaba hasta que posó su cuello ahí. A pesar de haberse tomado la tarde libre, había sido una mañana muy agotadora, y la noche pasada no había dormido nada. ¿Dos horas a lo sumo? El día de ayer había sido caótico, y aún le resultaba increíble que estuviese en ese momento esperando a Flavio, después de habérsela liado de lo lindo, la tarde pasada.

Flavio así la encontró, con la cabeza echada para atrás, la mano apoyada en la cabeza, y los ojos cerrados. Dibujó una sonrisa, apagó las luces de la cocina, y rebajó las del sofá. Se colocó tras él, le echó el pelo hacia un lado y comenzó a prodigarle un sutil masaje en los hombros. Escuchó un suave jadeo por parte de Samantha, que abrió justo en ese momento los ojos, y alzó el cuello para verle la cara. Palmeó el sitio libre del sofá que había junto a ella y le dijo:

—Deja eso, siéntate aquí.

Flavio al principio no le hizo caso, continuó masajeando un poco más la zona, hasta que dejó un suave beso ahí y se sentó a su lado.

Samantha lo miró con ternura y le preguntó:

—¿Ya dormida?

Flavio asintió con la cabeza, se deshizo de las zapatillas y subió los pies al sofá, sentándose sobre ellos.

—Suele dormirse con mucha facilidad, hoy está agotada. Tenías que haber visto la sonrisita con la que cerró los ojos... Gracias Samantha, no solo por el libro, sino por toda la tarde y...

Samantha se mordió la parte interna del labio y le devolvió una sonrisa con los ojos, mientras encogía los hombros.

—Se lo ha pasado bien, y ha sido un detallito de nada. Yo con eso ya...

—Esta mañana me preguntó que cuando te vería, como todos los días hace, y no pude negarme a que te viera de una vez.

Ella arqueó las cejas y asintió en silencio.

—¿Era la única que quería verme?

Él negó con la cabeza y dibujó una sonrisa de lado.

—Sabes que no, Samanzi.

No pudo aguantar más rato sin tocarla, y alargó su mano para acariciar la de ella.

—Por cierto... ¿todo bien?—preguntó con tacto. Aún seguía estando muy reciente lo de ayer.

Ella asintió en silencio y no dijo nada más. Se sumieron en un silencio cómodo que no duró ni un segundo porque Samantha lo volvió a romper.

—¿Mañana vendrás?—preguntó con interés.

Él volvió asentir y le dedicó una intensa mirada. Samantha se había desmaquillado hace rato, y ahora sí que tenía la piel completamente libre de maquillaje. Bueno no del todo... se había dejado un pequeño rastro rojo debajo de la nariz, pero por lo demás... los lunares que tanto adoraba campaban a sus anchas y eran más perceptibles que nunca.
Esa mujer no necesitaba maquillaje para acentuar su belleza, incluso diría que era mucho más guapa al natural.

Se mordió el labio y se acercó a ella.

—Déjame un momento... tienes aquí una cosa...

Samantha se encogió y se retiró de él, arrugando el ceño.

—Flavio eso es muy típico.

Flavio bufó y la miró con desconcierto.

—¿El qué?

—Samantha tienes una cosa ahí, no te muevas... —imitó su voz—, y luego es cuando te vas acercando más y más... y me besas ¿no?

Flavio la miró con los ojos entrecerrados a la vez que meneaba la cabeza con fastidio. ¿Pero esa mujer...?

—Pues no me había planteado besarte, pero mira, ahora sí que no lo voy a hacer.

Samantha puso los ojos en blanco y lo miró divertida.

—Qué enfadica eres.

—Habló...

—No he dicho que no quiera que me beses—le rebatió bajito.

—Ya bueno, pero yo sí te he dicho que no lo voy a hacer.

Ella llevó las manos al aire en un gesto dramático y encogió los hombros.

—Ah bien, pues entonces me voy—hizo el amago de levantarse fingiendo despreocupación.

—Samantha...—le advirtió él, agarrándola del brazo, reteniéndola.

Samantha se había levantado, pero no había avanzado ni un paso. Le tiró del brazo, con más fuerza de la que pretendía y acabó sentándose casi en el filo del sofá, muy cerca de él. Sino hubiera sido porque la tenía sujeta, se habría caído, pero también si no hubiera tirado de ella, no habría pasado nada de eso.

Ella giró el rostro y aparentando una seriedad que no sentía, acabó sucumbiendo en suaves carcajadas, que él acompañó, negando a su vez con la cabeza.

Alargó de nuevo la mano y trató de quitarle el borrón rojo que tenía sobre el labio. Pero Samantha ... subió la lengua para dificultarle la tarea y acabó desquiciándolo un poco.

—¿Te quiere eta quieta?—vociferó sin poder evitarlo.

Samantha lo miró mal y apuntándolo con un dedo le dijo:

—Oye Flavio, la niña... que tenga que ser yo la que te regañe...

Él negó con la cabeza y bufó.

—Para despertar a Valeria... tiene que haber mucho ruido.

Ella encogió los hombros.

—Bueno yo te aviso por si acaso...

Él retomó la tarea de nuevo y ya un poco desesperado, sin poder quitarle el borrón, Samantha no pudo evitar soltar:

—Esas pinturas se van fácilmente con agua... claro que sí—volvió a imitarlo.

—Samantha...—le advirtió.

—Solo repito tus palabras, que no estoy haciendo yo nada malo.

En un acto automático, se llevó un dedo a su boca e intentó quitárselo con su saliva, con toda la naturalidad del mundo.

Ella arrugó la frente y lo observó en silencio. Al principio le había causado risa porque pensaba que realmente no tenía nada, y no sabía cómo entrarle directamente. Pero viendo lo ofendido que se había puesto, eso estaba descartadísimo. Ahora, observando la ardua tarea que tenía por delante el chico, empeñándose en borrar algo que supuestamente tenía sobre su boca, había tenido que hacer uso de su saliva. Que no le daba asco... que asco le iba a dar si se habían comido ya muchas veces la boca.

Realmente lo que había parecido una tonteria, ya la estaba poniendo tonta. Y tenía sueño, pero a su vez no quería dormirse, y también necesitaba mimos, pero el chico estaba completamente erizado, y se había negado a besarla. O eso había dicho. Pero ella también podía hacerlo ¿no? Al fin y al cabo, no hacía ni tres horas que Flavio la había tentado de lo lindo, cuando apareció, y el sentimiento de deseo, seguía estando ahí, incrementándose más a cada minuto que pasaba. Y más si continuaba por ese camino.

Flavio llevaba rato sumido en su labor y no había reparado en que Samantha llevaba ya más tiempo del normal sumida en silencio. Con una expresión inescrutable.

—¿Has terminado?—preguntó con voz débil.

Flavio asintió y se cruzó de brazos. Ella lo imitó.

—Entonces ¿me dejas irme?

—¿Ya te quieres ir?

Ella encogió los hombros y arrugó la nariz.

—No, pero no sé. Tampoco se me ocurre qué más cosas hacer –mintió.

Él arqueó la ceja y frenó sus pensamientos. Se le ocurrían muchas cosas pero primero de todo le había dicho que no la iba a besar, algo que ya le estaba costando mantener y de lo cual estaba arrepentido y segundo... lo segundo tampoco tenía mucha validez porque su hija no se iba a despertar fácilmente.

Samantha se levantó y Flavio activó la guardia.

—¿Dónde vas?

Ella no le respondió y Flavio la siguió con la mirada. La observó caminar dirección a la nevera, coger una botella de agua, que no sabía aún por qué tenía metida ahí, y cogiendo a su vez un vaso.

Recorrió de nuevo su cuerpo con la mirada y sacudió la cabeza. Esos pantalones le hacían un culazo, y además, aunque no viniera a cuento, mientras más se enfadaba o más aparentaba estar enfadada, más tonto se ponía él, y no en el propio sentido de la palabra. No podía evitarlo.

Tampoco pudo evitar seguir mirándola intensamente, que cuando ella se dirigió de nuevo al sofá y lo pilló observándola de la manera en la que lo hacía, arqueó una ceja, y se creció. Ese deseo que veía en los ojos de Flavio lo había provocado ella, nadie más. Tomó asiento a su lado y aparentando normalidad, se llevó el vaso a la boca y se bebió todo el contenido. Sin ninguna intención de provocarle ninguna reacción, o quizás sí.

Había un silencio apagado en esa sala que solo se vio roto por la garganta de Samantha tragando agua. Algo que puso aún más nervioso a Flavio.

Llevó su mano hacia el pelo de ella y comenzó a acariciárselo. Empezó pasándole los mechones que siempre se le escapaban del flequillo y se los metió tras la oreja. Tras ello llevó los dedos a sus labios y los pasó casualmente por ellos. Samantha a esas alturas ya tenía la boca entreabierta y respiraba entrecortadamente.

—No me ibas a besar, ¿no?—le susurró divertida.

Flavio encogió los hombros y le devolvió una sonrisa de lado.

—No me puedes hacer caso a todo lo que digo Samantha...

Y antes de que ella le replicase, cortó el poco espacio que les quedaba y besó las comisuras de sus labios.

—Si no lo hacías tú, lo iba a hacer yo.. así que—y eso fue lo último que dijo antes de acabar con lo que él había empezado y besarlo, pero esa vez de verdad.

Flavio llevó una mano de nuevo a su pelo, la escondió debajo de su melena y agarrándola del cuello, la apretó más contra él, profundizando el beso. Samantha soltó un jadeo ante ese agarre y abrió la boca en una clara invitación.

Convirtiéndose en un amasijo de manos, caricias casi desesperadas, sin llegar a abandonar del todo la boca del otro. Besos jadeantes, a veces más calmados, a veces más intentos, a veces con dulzura y otras veces con dureza.  Con la manera en la que le besaba Flavio era imposible no estremecerse. Siempre con hambre, con necesidad.

Samantha llevó sus manos hacia el torso de Flavio, las metió debajo de su camiseta y comenzó a prodigarle caricias precipitadas. Flavio no pudo evitar agitarse un poco ante el contacto de las manos frías de ella en su cuerpo, que en ese momento estaba de todo menos frío.

Soltó un suspiró, más similar a un jadeo suave y retiró su rostro por un segundo para analizar la cara de Samantha. Tenía las mejillas sonrojadas, los ojos brillantes, la boca entreabierta. Una estampa que querría guardar en su memoria para siempre. Samantha muerta de deseo gracias a él, y si se ponía en la piel de la chica y se miraba a él mismo con sus ojos, podría ver que era algo mutuo. Él no se encontraba mucho mejor. Y era por ella.

Escuchó a Samantha tragar saliva y la vio retirarse un poco mientras separaba su boca de la suya. Se mordió el labio y suspiró.

—Creo que deberíamos parar aquí...

Flavio negó con la cabeza, y acercó su mentón buscando otro beso.

Ella puso morritos y tozudamente volvió a decir que no.

—Tu hija... —susurró con voz débil. No quería parar, y menos en ese momento en el que sentía todo su cuerpo palpitar por la anticipación de lo que podía venir.

—Samantha, mi hija no nos oye. Créeme, si se despierta la escucharemos perfectamente.

Ella volvió a suspirar y él aprovechó y volvió a unir su boca a la de ella. La escuchó reír sobre sus labios, pero le devolvió el beso.

Esa vez fue él quien le subió la camiseta con rapidez y comenzó a dispensarle caricias casi desesperadas. Samantha le ayudó a desabrocharle el sujetador ganándose una mirada penetrante de Flavio, y tragando saliva, no se tapó.

Él abandonó su boca y fue dejando un reguero de besos, pasando por su barbilla, su cuello, hasta llegar a sus pechos. Una vez allí, le masajeó los pezones con el pulgar, generando que unos ruiditos entrecortados salieran de la garganta de Samantha, y sin abandonar el movimiento, subió la mirada y la observó, mirando hacia el techo, apretándose los labios con fuerza. No sabía si le ponía más verla a ella de esa manera, o llenarse la boca con esos pechos que tanto le tentaban. Continuó a lo suyo, la empujó sutilmente contra el sofá, haciendo que su cuerpo acabara recostado y el de él encima. Y capturó su pezón, primero el izquierdo, luego el derecho, succionó, lamió y los besó. Produciendo más gemidos entrecortados en Samantha y unos movimientos de cadera, como toda una indicación a lo que ambos querían y necesitaban en ese momento.

—Flavio, paraa...—susurró débilmente.

Él levantó la cabeza, y la miró a la cara, con una ceja arqueada.

—¿Quieres que pare de verdad?

Ella rodó los ojos. Claro que no quería parar, pero no estaba habituada a temer que una pequeña les pudiera pillar en mitad de la faena... Por eso, levantó una mano señalando el espacio que les rodeaba.

—Es que...

—Esa excusa no me vale.

Y en ese movimiento reparó en lo que brillaba en la muñeca de Samantha. Agrandó los ojos y la miró con incredulidad.

—¿Eso es...?

Samantha siguió la mirada de Flavio, descubriendo que se refería a su reloj.

Ella arqueó una ceja como toda respuesta y dibujó una sonrisa de lado...

A buenas horas hijo.

—¿Tú qué crees? Cualquier diría que lo necesitabas...

Flavio soltó una carcajada y sacudió la cabeza.

—¿No qué ibas a tirarlo por el contenedor?

Samantha encogió los hombros.

—También pensaba muchas cosas por aquellos tiempos y mira...

—Te queda mucho mejor a ti, quédatelo.

-Pensaba que pelearías más por él, pero yo encantada—le susurró con una ronrisa y acercó su rostro a él de él, pidiéndole lo que tanto ansiaban ambos.

Él no se hizo de rogar y besó con rapidez la comisura de sus labios, bajó despacio de nuevo, dejando suaves lametazos por sus pechos, e hizo un suave recorrido con la misma hasta llegar a la parte baja del pantalón y detenerse ahí.

Rozó con suavidad su ombligo, y viendo como Samantha apretaba las piernas con fuerza, soltó una risita.

Ella se incorporó, pero no para irse cómo él había llegado a pensar por un segundo, sino para quitarse los pantalones. No le gustaba estar en esa posición endeble. A ella también le gustaba llevar las riendas, y ahí acostada, solo le daba opción de jugar a él. Y ella también quería hacerle muchas cosas.

Flavio observó atento cómo ella se levantaba, apoyaba una mano en el sofá y se ayudaba a quitarse los pantalones. Contempló cómo se acercaba a él y en un acto inconsciente le salió echarse para atrás. Ella se subió a horcajadas encima de él, colocando sus piernas a ambos lados, semi flexionadas y bajando la cabeza, se adueñó de su boca de nuevo.

Tras unos segundos, se separó, besó su barbilla, le cogió las gafas, se las dobló con cuidado, y alargó la mano para colocarlas en la mesilla.

Volvió a mirarlo y se mordió el labio. Aún seguía con toda su ropa puesta, y ella era la que estaba en posición "débil". Eso iba a cambiar muy rápido.

Él pareció leerle la mente, ya que se quitó rápidamente la camiseta, y desenredó los cordones de sus pantalones, quedándose tan solo con unos boxers negros, dónde se marcaba con evidencia su excitación.

—¿Sabes por qué tenía tantas ganas de hacer esto?

Samantha le echó una mirada susceptible. Ella también le tenía muchas ganas, no era nada nuevo.

—Quitando las razones obvias, tenía muchas ganas de contemplarte de una vez sin la oscuridad y las condiciones desfavorables en nuestra contra. Las otras veces... ya sabes.

Se mordió el labio y estuvo de acuerdo con él. En cinco años todo cambiaba mucho, y Flavio siempre había estado muy bien, era algo innegable, pero la madurez que había alcanzado en esos años, no solo se notaba interiormente, y en su saber estar, sino que físicamente estaba mucho más adulto, más tonificado, más robusto, aunque su belleza seguía rezumando esa niñez que una vez la enamoró tanto y de la cual podría hacerse adicta de nuevo. Sino lo estaba ya.

Esa vez fue ella la que se lanzó directamente a su boca, en un movimiento casi desesperado e inició un suave recorrido hasta llegar a sus tetillas y mordisqueárselas.

Comenzó a mover sus caderas encima de él, haciendo fricción entre sus bragas y los boxers del chico, notando el nivel de excitación que tenía él ya. La de ella no era menor, esos preliminares, que adoraba, se le estaban haciendo ya un poco insoportables y sentía la necesidad de tenerlo dentro de ella, ya. Pero quería disfrutarlo más, porque esa vez, era muy diferente. No había odio, rencor, ira. Tan solo pasión, y más cosas que aún eran un poco incapaces de reconocerse.

Aunque... el destino quizás quiso que tampoco fuera esa vez.

Se escuchó un sollozo ahogado a lo lejos y al menos, a Samantha, la libido se le bajó en el acto. Eso supuso un jarro de agua fría.

Se incorporó con rapidez, se tapó los pechos con las manos y levantando la barbilla en su dirección, le dijo:

—Ve, te reclaman.

Flavio salió de su turbación y se dio cuenta de lo que realmente pasaba. Y solo le salió reír y dedicarle una mirada de disculpa a Samantha. Soltó un exabrupto y sacudió la cabeza.

Se levantó con rapidez, y se colocó los pantalones y la camiseta por encima, de cualquier manera, mientras seguía con la mirada a Samantha que hacía exactamente lo mismo.

—Bebé, lo siento...

Samantha soltó una risita y encogió los hombros.

—Si ya te estaba avisando yo... me olía algo ¿Qué le pasa? ¿Por qué llora?

Acabó de vestirse y le metió prisa.  Flavio negó con la cabeza aturdido. No lo sabía. El llanto de la niña no era muy ahogado, pero sí, continúo. Y él estaba muy nervioso. ¿Qué hacía? Su hija no era muy propicia a tener esos berrinches, pero si estaba llorando, era porque habría tenido alguna pesadilla, que de vez en cuando la acechaban. Y la única manera de calmarla era quedarse un buen rato con ella hasta que se durmiera en sus brazos, sintiéndose a salvo. Pero por otro lado estaba Samantha... joder que estaban a punto de... y se les había cortado el rollo por completo.

Unos toquecitos en el hombro lo sacaron de su ensimismamiento y giró el cuello encontrándose a Samantha con una sonrisa de compresión enmarcando su rostro.

—Ve, y no te preocupes por mí. Son cosas que pasan... aún así me lo he pasado muy bien, durante toda la noche.

Él negó con la cabeza. Estaba apuradísimo. Pero bueno... era Samantha, por dios, no se iba a asombrar por nada.

No pudo evitar poner unos morritos lastimeros. Ella lo empujó y lo mandó sutilmente a ir con su hija.

—Mañana nos vemos Flavio, de verdad... tenemos mucho tiempo—le aseguró ella guiñándole un ojo.

Flavio volvió a cabecear y suspirando, antes de adentrarse en el pasillo hasta ir al cuarto de la peque, atrajo a Samantha hacia sí y le dio un último beso.

—Hasta mañana, y lo siento—volvió a disculparse sobre sus labios.

Ella negó con la cabeza, con una sonrisa de ternura, y lo empujó hacia dentro.

—Anda ve,  dale un abrazo fuerte a esa pequeñaja de mi parte y, de verdad, no te preocupes tonto, mañana nos vemos—le tiró un beso y se deshizo de su amarre.

Flavio se fue al cuarto de su hija para intentar apaciguar su llanto y ella aprovechó para recoger sus cosas con rapidez y salir de allí.

Se había vuelto a quedar con las ganas de muchas cosas, pero no podía quejarse, porque había pasado una noche increíble. Y lo más importante de todo, sintiéndose feliz.

Nota de la autora.
Holisss. Pobres ¿eh? JajJjJjaj , otra vez será... y más pronto que tarde, también os lo digo.
Espero que os haya gustado... creo que ha tenido de todo un poco. Menos DRAMA, como os prometí jajajja.
El siguiente capítulo será un pelín más cortito pero intenso. Ya veréis, no os voy a hacer spoilers pero... eso jiji.
Mil gracias por el feedback, por los comentarios, por todo el amor, en serio, gracias 🤍
Nos leemos el martes, qué paséis buen finde 💖

Continue Reading

You'll Also Like

156K 9.1K 16
El maldito NTR pocas veces hace justicia por los protagonistas que tienen ver a sus seres queridos siendo poseidos por otras personas, pero ¿Qué suce...
121K 17.6K 35
"Sergio Pérez siempre ha sabido que no es suficiente para Max Verstappen. Desde su compromiso hasta sus actuales años de matrimonio, sabe que el Alfa...
536K 72.7K 44
Una sola noche. Dos mujeres lesbianas. ¿Un embarazo? ¡Imposible!
58.4K 666 3
Actualización 2024 ❃-¿Te volviste a cortar, verdad? -... -Lali, me prometiste no volver hacerlo.... -¡Y tú me prometiste nunca dejarme sola... y tamp...