𝐄𝐋 𝐇𝐔𝐄𝐒𝐏𝐄𝐃 || timoth...

By nina_eraz

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En un vieja casona de Inglaterra los Bennett hospeda a un conocido de la familia, alarmando a la única mujer... More

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Carta para los lectores

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By nina_eraz

Un día más tarde parecía todo estar más tranquilo, aunque era mentira. Nada estaba en orden, ni controlado. Supe que la policía había detenido a Matthew como presunto autor de homicidios, era increíble pensar que él era el responsable de tal atrocidad. 

Intenté dejar de pensar en eso, no sentirme culpable, ni mucho menos triste por él. Según lo que nos comunicaron Matthew aceptó los cargos, y procesarían su caso dentro de un tiempo.

— ¿No crees que deberíamos hablar con él? —le pregunté a Timothée, estábamos en la cocina, dentro de poco desayunaríamos. Sin embargo no podía dormir y él había decidido hacerme compañía.

— ¿Con quién? ¿Matthew? —preguntó sentándose a mi lado, estaba tomando agua desde un vaso que se había servido—. No sé si será una buena idea.

—Necesito que él me lo diga, que de verdad lo hizo y por qué—suspiré—, supongo que necesito entenderlo para estar tranquila, de una vez por todas.

—Está bajo custodia policial—me recordó—, debes conseguir algún permiso.

—Lo haré—asentí—, me parece irreal pero sé que es real. ¿Tiene sentido alguno?

Me detalló con la mirada, pensativo. Se acercó lentamente.

—Si Liz, lo tiene. Y está bien cada quien sobrelleva las cosas a la manera que puede—mojó sus labios con su lengua, para luego depositar un beso en mi frente—. Lo harás cuando sea el momento, y estará bien, pero ahora deberías distraerte, ¿quieres hacer un pícnic? Podemos llevar a Arthur y Harry, mi madre siempre dice que hay que darle herramientas a los niños para que olviden su tristeza.

Sonreí ante la idea, un pícnic con los tres hombres que más quería. Y oír sobre la madre del rizado me provocaba cada vez más ganas de conocerla, sonaba tan inteligente, tan buena, tan parecida a él.

—Quizás nos haga bien, podemos pedirle a Luisa que prepare la comida cuando se despierte—le sugerí y el asintió. Quizás no todo saldría mal, aún había cosas buenas en mi vida.

—Me parece perfecto—pasó su brazo por mis hombros atrayéndome a él. Lo observé, su pelo estaba perfectamente peinado pero a la vez desordenado, sus rizos castaños caían en su frente decorando sus ojos verdes. Estaba apretando los dientes, lo que provocaba que su mandibula se marque aún más. No podía dejar de verle porque estaba embelesada.

—Tú eres perfecto—susurré, me dio vergüenza oírme decir algo así pero era verdad, Timothée no tenía imperfecciones ante mis ojos. En los últimos meses no había hecho nada más que hacerme sentir bien, que enseñarme que era el significado de la palabra amor, me transmitía seguridad y estaba en cada ocasión que necesitaba.

—No lo soy—río, miré su rostro, lucía un poco sonrojado.

—Si lo eres para mi—sonreí más grande. Acercó su rostro al mío para depositar un beso en mis labios.

—Te quiero—susurró.

—Yo te quiero más.

—Eso es imposible—mumuró en mi oído provocandome un escalofrío—. Descansa hasta que Luisa se despierte, te hará sentir mejor.

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— ¿Puedo comer uno de los bollos? —Harry extendía su brazo hacia mi, había traído la comida en una pequeña bolsa. Había sándwiches, bollos de pan, queso y trozos de carne. También una tarta y alguna que otra fruta. Eran los alimentos esenciales para un pícnic al aire libre.

Arthur estaba sentado debajo de un árbol, leyendo un libro. Intentaba distraerse, le conocía tanto que sabía que estaba igual de preocupado que yo. Mientras que el más pequeño entendía la situación pero no entendía del todo las dimensiones de la misma, no sabía exactamente que sucedía con Matthew, desconocía que él era el culpable de la muerte de nuestro padre. Mi tía nos dijo que sería mejor decirle en un tiempo, para que no se sintiera tan mal ya que muchas cosas sucedían en ese entonces.

Por primera vez estuve de acuerdo, Harry necesitaba un poco de paz, necesitaba crecer sin una historia tan trágica. Alguno de todos en la familia merecía un final no tan triste.

—Claro que sí—tomé uno de los que había y se lo entregué.

Seguimos comiendo los tres, con Arthur metido en su lectura. Seguramente vendría en unos minutos y no quería presionarlo.

—Thomas vendrá a visitarnos—dijo Timothée, sonreí levemente ante la noticia.

Harry festejó por volver a ver su primo, preguntando cuando llegaría y por cuanto tiempo.

—Llegará para el cumpleaños de Elizabeth y no sé cuantos días estará aquí—le respondió. El menor asintió atentamente, pensó un momento y volvió a hablar.

—Cuando vayas a vivir a Londres, ¿nos visitarás?—la voz de Harry volvió a hacerse escuchar. Su pregunta estaba dirigida a mi en especifico.

—Si, vendré siempre que pueda a verte a ti, y a nuestro hermano—le aseguré, tomé uno de los sándwiches y lo mordí, no quería pensar en eso ahora. El resultado de mi examen llegaría cerca de Navidad, por lo que tenía un poco de miedo y ningún otro plan de respaldo. 

— ¿Segura? —volvió a insistir, a lo que yo asentí mirándole—. Thomas no nos visita muy seguido.

—Thomas es nuestro primo, yo soy tu hermana—le recordé. En mi opinión nuestro vínculo era más fuerte.

—Está bien, pero debes prometerlo—su mirada tan intensa me ponía nerviosa. Era ocho años menor, pero lograba intimidarme.

—Lo prometo, te visitaré tan seguido que no te darás cuenta de que me he ido.

Sonrió satisfecho ante mi respuesta. Parecía que era lo que buscaba. Arthur se acercó a comer con nosotros. Y ver la situación completa me hizo sentir algo de pena por nosotros, porque estábamos allí sentados, teniendo un pícnic, pretendiendo que nada sucedió. Como si fuese posible.

Al regresar a la casa me sentí un poco más aliviada poque sabía que mis hermanos estaban bien, me quitaba un peso de encima. Deje que Timothée se fuese a dar un baño, le dije que hablaría con mis tíos para ir a ver a Matthew, entonces fue cuando me dirigí a la oficina de mi tío Charles, encontrando con que no había nadie dentro.

Dudé un poco sobre que debería hacer, aún no era de noche y podría solicitar a través de una llamada a la comisaría ver a Matthew. Sentí que ese era el momento, antes de dudar caminé hasta el tubo de telefóno y lo levanté, marqué el número y esperé.

Escuché el típico saludo del oficial, así que tomé aire para hablar.

—Quería solicitar una visita a Matthew Larson—dije con seguridad, si quería que me lo den no debía parecer débil.

—Por el momento las visitas no están disponibles a menos que tenga autorización.

Suspiré sin saber que hacer, me sentía un poco perdida porque jamás había hecho algo así. Y claro que no, nunca nadie que conociera había sido encarcelado.

— ¿Podría hablar con el oficial Jink? —fue la única opción en la que pensé—, por favor.

— ¿Quién lo solicita?

—Elizabeth Bennet, hija de Mortimer Bennet y sobrina de Charles Shepard.

No solía usar los nombres de mis allegados a menos que sea urgente. Al ser una de las familias más adineradas de la zona se entendía como importante y nombrar a aquellos dos nombres parecía abrir caminos.

—Aguarde—oí ruidos, supuse que lo buscarían y pondrían al teléfono.

Miré a mi al rededor esperando encontrar alguna idea mejor.

—Buenas tardes, oficial Jink al habla.

—Buenas tardes—murmuré, estaba nerviosa—. Soy Elizabeth, Elizabeth Bennet.

—Señorita Bennet sé quien es, ¿a qué se debe su llamado?

— ¿Existe la posibilidad de que obtenga la autorización para hablar con Matthew Larson? Es de suma importancia.

El silencio en la comunicación parecía decirlo todo.

— ¿Su tío ha dado la ha autorizado para esto? —preguntó dudoso.

—Claro que sí, ahora no está disponible pero le pediré que envíe una carta con su consentimiento. Le aseguro que está de acuerdo—mentí, no sería la primera vez que utilizaría su nombre en un papel.

—Si presenta la carta cuando usted venga a la comisaría le daré la autorización para verlo. Si no tiene la carta entonces no podrá pasar.

—Descuide, la llevaré.

La llamada finalizó dejandome inquieta. No me gustaba tanto mentir pero parecía que últimamente era todo lo que hacía. Escribí la carta, la hoja estaba firmada por él lo cual facilitaba las cosas. Usé su sello, y estaba lista.

No me cambié, sólo tome un abrigo para salir. Tampoco le avisé a nadie. Caminaría hasta la comisaría, estaba un poco lejos, aunque ya no importaba. Las cosas pequeñas habían perdido la relevancia, quizás los grandes problemas habían reemplazado eso.

En la caminata repasé todo, pensando en las cosas que salieron mal, quizás podría haber cambiado algo si hubiese estado más atenta, o no, todo hubiese sucedido tal y como lo hizo, porque, capaz, nada dependía de mí. ¿Estarían las cosas destinadas a ser así? ¿Dios lo quisó de esta manera?

Las acciones sucedieron por si solas mientras me encontraba un poco abstraída en mis pensamientos. En ese momento me encontraba caminando por el pasillo de la prisión, en dirección a los calabozos donde estaría Matthew. Estaba con el corazón tan acelerado y un nudo en la garganta tan grande que no sé si sería capaz de hablar.

Las paredes estaban sucias, hacia frío, tanto que lo podía sentir en los huesos. Había muchas personas en las celdas, apiladas, como si fuesen animales. El olor a humedad lo sentía tanto que me quemaba la nariz. Seguramente se lo merecían pero mi tonto corazón sentía pena por ellos.

El guardia al que seguía abrió la reja, en esta celda estaba él sólo, ¿sería tan peligroso?

—La esperaré aquí afuera—el hombre volvió a pasar las rejas, esperando allí.

Cuando mi amigo me vió sus cejas se elevaron, sorprendido, seguramente no me esperaba. Sus ojos se le llenaron de lágrimas.

—Liz—sollozó, lo vi llorar durante unos cuantos minutos, hasta que cayó de rodillas. Estaba vestido igual que el resto, con ropa blanca que estaba tan sucia que parecía gris, vaya a saber quien usó eso antes que él—. Lo siento.

Su cuerpo temblaba, tenía ojeras y la cara lamentable.

— ¿Es verdad? —le pregunté, no pude decir nada más que eso, me sentía como una niña pequeña que enfrentaba a su peor miedo.

—Lo siento tanto—repitió.

—Matthew, ¿es verdad?—nuevamente pregunté—. Por favor, dime si es verdad.

Él no respondió, sólo lloró. No sabía que hacer, ¿significaba esto que era verdad? Esperé una vez más a que dijese algo más.

—Respóndeme por favor, ¿es verdad? ¿Tú lo has hecho? —mi voz resonaba por la habitación—. Matthew por favor, dime que es mentira.

—Liz lo siento, realmente lo siento, yo no-...—se ahogó en sus palabras, y sentí que no podía respirar. Como si todo el aire se fuera.

Era demasiado. Matthew, mi Matthew, había sido el culpable de todo los males de mi familia. Por su culpa no tenía a mi padre, por su culpa tres personas habían perdido la vida, por su culpa tenía pesadillas y ya no podía dormir en paz. Mi vida era un desastre y todo era su maldita culpa.

— ¿Por qué? —estaba llorando tal y como él—, ¿¡por qué lo has hecho!?

Él no respondió, seguía sollozando en un rincón en el piso.

— ¡Respondeme! ¿¡Por qué, Matthew, por qué!? —le grité, me estaba comenzando a enojar—. Confié en ti Matthew, ¡eras mi amigo! ¡Mi maldito amigo! ¿Por qué lo has hecho? ¿Por qué?

—Yo no quisé, Liz, él..., tuve que hacerlo, yo..., no puedo—nada de lo que decía tenía sentido.

—Pensé que me querías, que eras mi amigo. ¿Te has dado cuenta que Harry no tiene padre por tu culpa? —le grité, ya no podía retenerlo más—. ¡Tú lo has acosado todas las noches! ¿Cómo fuiste capaz? Es sólo un niño, ¡un maldito niño!

—Lo siento Liz, lo siento tanto—repitió, no quisé escuchar esas palabras en toda mi existencia—. No quise que sucedería así, tienes que creerme que no quise.

—Eres un monstruo, ¡me das asco! —mascullé—. Me das asco porque eres un maldito asesino.

—No sabes lo que dices, no se suponía que esto pasaría. Lo siento tanto—volvió a decir—. Por favor créeme.

— ¿Cómo podré creerte si ni siquiera me has dicho por qué? ¿Cuál es tu maldito problema? —solté—, dimelo. ¿Por qué los has matado?

Esperé como por cuarta vez y nada.

—Matthew, ¡habla por el amor de Dios! —golpee la pared intentando que reaccione—. ¿¡Por qué!?

— ¿De verdad quieres saberlo? —preguntó con un hilo de voz. Asentí esperando a que dijera algo nuevo.

—Por favor Matt, necesito saber que pasó. Si alguna vez te importe, si alguna vez te importamos por favor dime qué te han hecho, ¿que te hemos hecho para que nos hagas esto? —mi voz se quebró, sentí que no podía más. Me pusé de rodillas tal y como él estaba, quedando los dos a una altura similar.

—No te mereces esto, créeme que es mejor que te quedes con esto, no me hagas hacerte esto—rogó con su cara enrojecida, del frío y del llanto.

—Sólo habla, por favor.

—Lo siento, ¿si? No quise que esto sucediera, debes hablar con tus tíos. Ellos lo saben todo—murmuró, seguía llorando—. ¡Guardia, llévensela por favor!

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holaa, quedan muuuy pocos capitulos para el final

gracias por las 4k (una locura!!!) de leídas, por los votos y comentarios❤️

nos leemos pronto.

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