Tres es la medida

Af victorise

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¿¡Ella sale con dos chicos a la vez!? Puede que sí, pero su historia no va de infidelidades sino de descubrim... Mere

LULA 💄
INTRODUCCIÓN 💄
1: Mírame, mírame 💄
2: ¿Por qué no lo haces? 💄
3: Quiero ser 💄
4: Tu centro de atención 💄
5: En la medida 💄
6: De lo conocido 💄
7: Y lo desconocido 💄
8: De lo predescible 💄
9: Y lo extraordinario 💄
10: De lo que anhelas 💄
11: Y lo que tienes 💄
12: De lo que soy 💄
13: De lo que eres 💄
14: Y de lo que somos juntos 💄
15: Hasta el instante 💄
16: En el que tus ojos 💄
17: Busquen mis labios 💄
18: En medio de la oscuridad 💄
19: ¿Fin? 💄
THEO 🌊
20: No, los finales no existen 🌊
21: Solo son razones 🌊
23: Nuevos comienzos 🌊
24: A veces insospechados 🌊
25: A veces radiantes 🌊
26: Pero nada de eso importa 🌊
27: Si estamos preparados 🌊
28: Para perder o ganar 🌊
29: Las cartas se han echado 🌊
30: Los jugadores observan 🌊
31: Y la cuenta comienza 🌊
32: En tres 🌊
33: Dos 🌊
34: Uno 🌊
35: Alguien lo ha perdido todo 🌊
RAFAEL 🍀
36: Debería levantarme 🍀
37: Debería sonreír 🍀
38: Debería avanzar 🍀
39: Quizás si no pensara tanto 🍀
40: Podría ganar 🍀
41: Pero, ¿qué exactamente? 🍀

22: Para escribir 🌊

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Af victorise

La vida en solitario era muy cruda y desalentadora.

Algunos tardaban años en averiguarlo, a otros les tomaba pocas semanas, sin embargo, a mí me bastaron dos horas. Es más, había comenzado a racionalizar una bolsa de patatas cuando salí de casa. Según yo, me alcanzaría para una semana.

El punto es que no tenía ni la más mínima idea de qué hacer.

La primera persona a la que recurrí fue a Dylan (que por desgracia, ya tenía planes con su novia). Pese a ello, aceptó dejarme dinero.

Lo cierto es que tenía mis propios ahorros, pero era tarde para encontrar un sitio donde quedarme. Mi próxima opción fue Pascual, aunque terminé descartándolo debido a la amistad de nuestras madres. Al final, solo quedó Anabel. Vivía a veinte minutos y su padre trabajaba como vigilante en horario nocturno.

—Vale, he encendido la calefacción, pero tendré que apagarla en un rato o a mi padre le dará un infarto con las facturas —indicó la chica después de explicarle mi situación—. Igual traeré mantas y ni notarás el frío.

Me atreví a dudar. Vivíamos al norte de la ciudad y el invierno no daba treguas, así que no podía ser demasiado optimista.

—Gracias Ana.

—Bah tío, no me lo agradezcas —pronunció con una grave entonación. Cerró las cortinas y movió el sofá lejos de la ventana—. Solo te puedes quedar esta noche.

—No pasa nada, ya me apañaré solo.

Anabel se mostró compasiva, aunque le estaba costando no hacer comentarios mordaces. —Y dime, ¿cómo es eso?

—¿El qué?

—Lo de apañarte solo —contuvo una risita y siguió: —Perdona. Es que me cuesta trabajo imaginarlo. Eres demasiado blando para la calle y hay gente muy chunga allá afuera.

Lo dicho. El sarcasmo corría por su sangre.

—Lo sé.

—¿Estás seguro? —cuestionó escéptica—. Porque te pusiste a llorar como una nenaza cuando un sintecho te insultó por no darle una moneda.

Iba a replicar, pero entonces apareció Micaela. Apenas volvía del trabajo, razón por la cual se sorprendió al verme.

—¿Qué tal? —saludé, sin embargo, sus ojos no se desprendieron de mi maleta.

De inmediato, Anabel la llevó a su habitación bajo el pretexto de ir por mantas y almohadas. Di por hecho que le contaría hasta el último detalle de lo que había pasado.

—Hola —Micaela fue la primera en bajar. Acunaba varias mantas sobre sus brazos, además de una camiseta bien doblada—. Perdona que no te haya respondido antes, pero...

—No te preocupes. Has reaccionado como cualquier otro en tu lugar.

Micaela soltó una risita antes de entregarme la pila de mantas. Había más de diez y pesaban una barbaridad: —También he bajado esto por si quieres ponerte cómodo.

Recibí la camiseta con un gesto amable.

—Debió ser difícil enfrentarte a... —paró en seco—. Quiero decir que será muy difícil enfrentarte a esto tan de repente.

—Te lo ha contado —afirmé haciendo una línea recta con mis labios. Anabel era más cotilla que mi abuela—. Da igual, pero no se lo digas a nadie. No quiero que a mi madre le dé un infarto.

—No diré nada —dijo con simpleza—. Aunque no sé si me tomaron el pelo. Anabel ha tratado de ponerme al día, pero me ha parecido estar viendo un culebrón de Atresmedia.

Esbocé una sonrisa y respondí: —Me temo que es cierto.

De ese modo, quedamos inmersos en un lúgubre y oscuro silencio. Podía escuchar las ráfagas de viento, el crujir de la madera, ventanas aporreadas, e incluso la conversación de los insectos.

—¿Cuál es el plan? —preguntó por compromiso—. En fin, tendrás un plan ¿no?

Liberé una gran cantidad de aire deseando que mi respuesta sirviese para matar el aburrimiento. —Dylan va a ayudarme, y por ahora tengo mis propios ahorros. Supongo que puedo tirar con eso hasta que encuentre trabajo.

—Eso no es un plan, como mucho será un deseo. Y lo que en realidad deberías preguntarte es qué pretendes de todo esto.

—Eso sí que lo sé.

—¿Y es?

—Que mi familia no sea tan cerrada —la miré y dudé—. ¿Está bien?

—Eso es cosa tuya —Micaela se tapó la boca tratando de apresar una carcajada.

—Es que me ha parecido que no estabas de acuerdo —me justifiqué avergonzado—. Pero creo que es eso.

—Vale, pero ¿te puedo decir lo que pienso? —Me quedé callado, así que lo interpretó como una bandera blanca para continuar—. No es inteligente que te vayas así. Independizarse es algo serio incluso para quienes tienen ingresos estables.

Ninguno de los dos dijo una sola palabra.

—Realmente vas a huir de casa —proclamó al no descubrir ni un ápice de vacilación—. Al menos tendrás una historia romántica que contarles a tus nietos.

—¿Qué? No es... Yo no. Lula ni siquiera... —balbuceé para gracia de Micaela.

Ahora sí que era un memo incapaz de formular frases completas.

—¿Puedo hacerte una pregunta sin que te enfades? —Acomodó sus piernas e inclinó su cuerpo en mi dirección— ¿Qué pasa si ella lo elige a él, y solo a él?, ¿te arrepentirías de esto?

La miré, sus ojos lucían inquietos y atormentados.

No respondí al instante pues supe que se refería a ella misma. Quería saber si aún le guardaba rencor, y la verdad era que no.

—Si ella me dijese que lo ama, solo a él, supongo que estaría decepcionado, pero no me arrepentiría. No sé, creo que es tonto arrepentirse de algo que te hizo feliz en su momento. Y si te refieres a lo de irme de casa, menos aún. De hecho, esto no pasó por Lula.

—Eres un rarito —me acusó haciendo un ademán de manos—. Hablas con demasiada confianza para no saber nada.

—¿Y qué es lo que debería saber?

—Uhm... —pasó su dedo por el mentón e hizo un gesto abstraído—. Que podrías estar autoengañándote.

—No veo la manera.

—Normal, si a la hora de la verdad, todos nos creemos listos —contraatacó astuta—. Pero el amor no es algo que se sabe con certeza.

—Shakespeare acaba de revolverse en su tumba.

Micaela rio abiertamente antes de replicar: —Se lo tiene merecido por plasta y fatalista.

—Entonces, según tú, ¿me estoy equivocando?

—No lo sé, siempre hay algo que te hace dudar —expresó adoptando una posición más cómoda—. Por ejemplo, si lo que te gusta es su cuerpo, o sus ojos, o su forma de besar, vas a creer que estás enamorado hasta que ya no puedes engañarte.

—¿Y qué tiene que gustarme entonces? —pregunté confundido.

A decir verdad, su cuerpo, sus ojos, su forma de besar eran tres de mis cosas favoritas.

—Estás tonto —me empujó dándome un golpecito en el brazo—. No quise decir que no podían gustarte esas cosas, pero el problema ocurre cuando solo te gustan esas cosas. Sin saberlo, podrías estar asociando la fascinación con los sentimientos.

—No lo sé —confesé limpiando el cristal de mis gafas (a veces lo hacía para verme intelectual)—. Me gusta besarla, pero dudo que sea porque me guste besar.

—A todos nos gusta besar —me corrigió enarcando una ceja.

—No creo que sea lo mismo.

Micaela pareció tener otra opinión al respecto, y ella, a diferencia de muchos, solía ser bastante empírica. Amaba la libertad y buscaba verdades detrás de las experiencias. —¿Lo comprobamos?

¿¡Cómo!? Mi primer pensamiento fue el recelo, pero...

Puede que negarme hubiese sido la decisión correcta, pero, también sentía curiosidad.

De modo que, pegó sus labios a los míos y dejó que el contacto me diera la razón. Un beso era solo un beso si lo hacía con otra persona. Además, el placer y el afecto sí que podían diferenciarse.

Aun así, debí reconocer que sabía besar, su lengua era hábil y sus labios agradables.

—¿Y?

Guardé silencio para no ofenderla, no obstante, ella supo interpretar más allá de mi cortesía.

—De verdad la quieres ¿eh? —dijo tras separarse de mí.

Al instante, quise enmendar el error, pero me quedé en blanco tras comprender el peso de esa inocente acción.

—¡Hala! Perdonad si interrumpo —Apareció Anabel con una mueca de disconformidad—. Pasa que no me gusta que me tomen por tonta cuando he sido bastante amable, creo yo.

Existen miles de adjetivos, pero nunca creí que gilipollas iba describirme mejor que esos tantos.

—Nena, no hagas un drama por un malentendido —trató de abogar la mayor.

—¿¡Malentendido!? —exclamó poniéndose muy cerca de mi cara—. Dime Theo, se te perdió algo en la boca de mi hermana o es que piensas dejar a tu novia y volver con ella.

Evadí el contacto visual sabiéndome un cabrón de mierda. —No.

—Vale. Entonces he entendido bien —pronunció—. Te piensas que puedes aprovecharte de la gente solo porque has tenido un mal día.

—¡Anabel! Se cuidarme sola.

Las dos chicas se mantuvieron la mirada, y segundos más tarde resolvieron no cruzar ese límite.

—Esto me lo esperaría de cualquiera, pero no de mi supuesto mejor amigo —indicó lanzándome las almohadas—. Tienes que irte antes de las siete o papá sabrá que te hemos metido sin su permiso.

Dio la vuelta y se marchó dando largas zancadas.

—Lo mejor será que me vaya ahora.

—Tranquilo, ya le explicaré cuando se le pase el malhumor —dijo Micaela.

Al día siguiente, salí de allí sin despedirme. Anabel aun estaría molesta, y consideré inapropiado despertar a Micaela. Fui un cobarde, sin embargo, tenía que buscar un sitio donde quedarme.

Casi todos los lugares pedían un riñón y a un familiar como garantía, el resto se conformaban con una nómina de ingresos. De modo que mis opciones se vieron reducidas a dormir debajo de un puente o alquilar una habitación en un motel ruinoso.

Como es evidente, opté por el motel, pero he de destacar que no se habría notado la diferencia.

El edificio estaba bastante alejado de toda civilización, la fachada era de lo más cutre que había visto nunca; con grafitis obscenos, moho en cada esquina y cimientos a la vista. Pese a ello, era un lujo comparado al interior de las piezas individuales, allí no había más que una cama, un retrete y algunos muebles en desuso.

He de admitir que la primera noche se me pasó volando entre mocos y lágrimas, para cuando amaneció mis ojos estaban tan hinchados que apenas pude leer los mensajes.

Pascual: Qué tal lo llevas??

Anabel: Tío, perdona si me pasé de la raya

Anabel: Mica me ha aclarado las cosas. Todo bien

Anabel: Estoy preocupada. Escríbeme cuando leas este mensaje.

Valentino: Theo, tienes que volver a casa.

Valentino: Mamá no va a cambiar de opinión

Dylan: Envíame tu dirección.

Dylan: He conseguido dinero, no es mucho, pero te ayudara.

Ignoré a todos y a cada uno de ellos hasta que encontré un mensaje que me sacó de esa ensoñación.

Lula: Eh, guapito :'(

Lula: Te has ido de casa?

Lula: Por favor, por favor. Contesta mis llamadas.

Verifiqué el registro solo para descubrir que tenía más de cincuenta llamadas perdidas (siendo la mitad de Lula). Me planteé ignorarla, pero sentí una punzada en el pecho.

"¡Coño, estaba preocupadísima!" —contestó a la media tarde.

Me tomé algunos minutos para aclarar mi garganta. No quería que se enterase de que había llorado.

—¿Cómo te has enterado? —pregunté con la voz gangosa.

"Anabel" —aclaró sin vacilaciones, después soltó un suspiro y se resignó a defenderla: —"No le has cogido el móvil, así que se pensó que estaríamos juntos".

Nota mental: No volvería a desahogarme delante de Anabel, es decir, habría tenido más privacidad en Twitter o Facebook.

"¿Dónde estás?" —inquirió de repente—. "Theo, necesito saber que tienes donde quedarte".

—Estoy bien —mentí alejándome de la puerta, pues se oían los gritos de un prestamista intimidando a un residente—. Todavía tengo internet.

Me permití bromear, no obstante, a Lula no le hizo ni una pizca de gracia. En cambio, carraspeó con severidad antes de repetir su pregunta: "¿Dónde estás?".

Así estuvimos mareándonos por más de dos horas, hasta que colapsé su paciencia y se vio obligada a amenazarme: "Como no me digas dónde estás, iré con tu madre, le diré que te has hecho un cuento sobre nosotros y que alucinas de lo lindo".

Mi madre no era tan crédula para tragarse algo como eso, pero cabía la posibilidad de que se enfadase y atacase a Lula. Al final, sería ella quien no querría saber nada de mí.

—No es justo —me quejé en voz baja.

"Felicidades, ya tienes tu primera lección de adulto" —dijo con sarcasmo—. "La vida nunca es justa".

Claro que eso ya lo sabía, sino no estaría viviendo como un indigente.

Vaaaale, pero con una condición —cedí a sabiendas de que cumpliría su palabra si me negaba—. No puedes venir.

—Que vaya ¿dices?

—¡Lula! —la reprendí detrás de un tono ansioso.

Era arriesgado que ella se presentase. Destacaba adonde fuera y lo último que quería era exponerla de esa manera.

—Como quieras, pero envíame pruebas. Por si se te ocurre engañarme —demandó con astucia e imitó el sonido de un reloj para apurarme.

Inhalé hondo. Ella sabía cómo conseguir lo que quisiera.

—Listo —señalé luego de insertar mi ubicación en un mensaje de texto—. El lugar no está tan mal como parece, además no me voy a quedar mucho tiempo. Solo hasta que Dylan me preste dinero.

"Pero ¿no hay un picadero al lado de ese motel?" —especificó con desagrado—. Vamos, que la gente que va ahí ni siquiera paga por las habitaciones.

Tristemente, tenía razón. Era habitual que algunos colgados estacionasen sus coches para hacer de las suyas afuera en la calle.

"Hostia. Ya me he subido en el autobús" —se lamentó

—Lula. ¡Lo prometiste!

"Yo no negocio con imbéciles" —me amonestó tan sutil como ella sola—. "Iré mañana después del trabajo".

—Te pedí que no vinieras —dije en un tono molesto—. Este lugar es peligroso.

—Para los dos —me recordó luego de comprobar la resistencia de las paredes—. Este lugar es peligroso para ti también.

—Que va —respondí para tranquilizarla—. Si tengo vecinos majísimos. Ayer, por ejemplo, conocí a una vendedora puerta a puerta —omití el hecho de que se había equivocado de puerta, y que su producto estrella era la cocaína—. Y hoy que he bajado a desayunar, un sujeto me ha hecho conversación.

En realidad, eso tampoco era mentira. El hombre en cuestión era un tío de cincuenta años que quería hacerme fotos mientras comía.

—Theo, vuelve a casa —me pidió dándome un abrazo. —Me disculparé con tu madre si hace falta, pero no sigas con esto.

Sonreí y metí mi cara en su cuello, me gustaba que me cuidase. Seguía siendo inalcanzable para mí, pero notaba cómo crecían sus sentimientos.

—No te soporto, —murmuró en mi oído— ni siquiera puedo cantarte tus verdades.

Acaricié y besé su cuello dispuesto a no soltarme. Había tenido unos días de mierda y gracias a ella volví a respirar. —¿Y qué verdades son esas?

—Las de siempre. Que eres un niñato, y un ingenuo, y un...

Jadeó después de que besara la piel de su cuello. Lucía tan apetitosa que no pude resistirlo. A continuación, la liberé de mis brazos.

—No puedes arruinarte la vida por mí.

—Cariño, no te ofendas, pero esto no tiene nada que ver contigo. —Le solté a la vez que me echaba sobre el colchón—. Lo hago por el respeto.

—¿Entonces no vas a cambiar de opinión?

—No.

Y con esa respuesta, mi novia se quitó la chaqueta y los zapatos. —Última oportunidad.

Negué con la cabeza sin comprender a qué venían sus insinuaciones.

—Para aclarar, no vas a volver con tu familia porque quieres que respeten tus decisiones.

Se detuvo al pie de la cama y gateó hasta subirse sobre mi abdomen.

—¿A qué viene esto? —la tomé por la cadera.

—Tranquilo, solo es curiosidad —se apartó con un gesto inocente—. Pero, hay algo que todavía no me queda claro. ¿Serías capaz de tomar decisiones responsables, aunque no te gusten?

—¿Qué juego es este? —Solté una risita a causa su cercanía.

—Responde a la pregunta.

—Está claro que sí —contesté—. ¡Venga! Me estás liando en algo ¿verdad?

—Es que no me dejas opción —Hizo un mohín y se quitó la sudadera delante de mis ojos. Sus pechos, ahora expuestos, reclamaron la atención que se merecían. Tan rosados, tan redondos y simétricos—. Quiero pedirte algo.

—¿Qué?

—Antes tienes que prometer que vas a hacerlo —dijo tras un gemido. Y es que para su sorpresa, había atrapado uno de sus pezones con mi boca mientras que al otro lo acariciaba con mis dedos—. Venga, di que me das tu palabra.

Ella enredó sus dedos en mi cabello, instándome a seguir. No lo dudé. Primero, chupé el uno y fui a por el otro con un gesto presumido. Me encantaba la idea de que Lula se estuviese excitando por alguien como yo (tan normalito y del montón).

—Theo, di que sí.

—Te conozco lo suficiente para saber que no es una buena idea.

—Si me conocieras lo suficiente, sabrías que es inútil negarse —me apartó de ella, y antes de que pudiera emitir queja alguna, se arrodilló en medio de mis piernas—. ¿No crees que es mejor si te rindes?

Entrecerré los ojos, pero Lula tenía la habilidad de nublar mi juicio con apenas una caricia.

Mierda —se me escapó la dichosa palabrita cuando deslizó sus manos dentro de mis pantalones.

Lo siguiente que hizo fue bajarme el bóxer y dejar tiernos besitos en la cara interna de mis muslos. Los acarició y utilizó su lengua para dejar un camino de saliva ¡Ah, demonios! Quería que me la chupara, pero me daba vergüenza pedírselo. Pensaba que solo me montaría, y ya. A Lula le encantaba verme enrojecido, suplicándole que bajara el ritmo. Y no os confundáis, amaba la dinámica que compartíamos, sin embargo, en ese instante deseaba llenarla de mí.

—Por favor...

—Se me está haciendo agua la boca —comentó en voz alta y mis mejillas se tornaron más rojas que nunca. Me había tomado por sorpresa. Era como si me estuviese leyendo la mente—. Te trataré bien —No me lo había dicho a mí, se lo había dicho a mi polla antes de besar la punta—. Ahora cierra los ojos, bebé.

Sacó la lengua y lamió las gotitas del líquido preseminal. Aquello era la tortura más deliciosa del mundo. De hecho, mi único miedo era correrme sin más. Una parte de mí estaba convencido de que se iría luego de descubrir que no estaba a su altura.

Eché mi cabeza para atrás en el instante en que pasó su lengua por el tronco. Creí que después de eso seguiría lamiendo, pero en cambio rodeó el glande antes de introducirlo en su boca. Apreté los dientes con fuerza. Su forma de engullir era demasiado para mí.

—¡¡Jesús!! —pronuncié consiguiendo que mi novia soltase una risita.

—Cariño, eso no es muy religioso de tu parte.

Acto seguido, agarró mi polla y la besó con cuidado. Estaba palpitando por y para ella. Joder, haría lo que sea por esa mujer.

—Me imaginé que no querrías volver a tu casa —reveló batiendo sus pestañas de manera angelical.

No creí que ese nivel de excitación fuera humano siquiera, pues estaba acumulando una enorme presión en el vientre.

—Así que pensé cómo ayudarte —señaló clavándome las uñas en la pierna a la vez que metía mi pene en su garganta. Lo hizo llegar tan adentro que sus ojos lagrimearon.

Sus labios me rodearon y me introdujeron otra vez. La miré. Yo estaba dentro de su boca y sin poder evitarlo, di una embestida.

—Oh, Dios —jadeé al borde de mis límites—. Maldita sea, no aguantaré tanto.

Hizo un sonido con su garganta dispuesta a trastocar hasta el último día de mi vida. Me estaba marcando como suyo, y mi virilidad se había sometido a la caliente sensación de sus labios. Subía y bajaba con una habilidad diabólica.

Pensé en lo mojada que estaría y lo fácil que sería penetrarla.

Pronto, el cabello le cayó por toda la cara, así que me presté para sujetárselo, sin embargo, la imagen solo consiguió que apretará mis glúteos con desesperación. —Para, para. Creo que voy a correrme.

Lula se separó con una sonrisita traviesa.

—¿Prometes decir ? —inquirió cambiando de estrategia. Ahora, envolvía el tronco al mismo tiempo que acariciaba la punta con su pulgar.

Asentí ansioso.

—Perfecto —terminó, conmigo estallando y rugiendo una larga sarta de sinsentidos.

Entonces se dieron los fuegos artificiales. No, qué va. Aquello era un orgasmo en toda regla. Por supuesto, mi corrida había ensuciado su cuello y sus tetas, pero a ella no pareció molestarle. Sonreí y acabé desplomado sobre el colchón, saboreando el recuerdo de lo que había pasado hacía solo unos segundos.

Lula, por otro lado, volvió a ponerse la sudadera.

—¿No vamos a hacerlo?

—Es que no te has cansado —comentó fascinada.

Por fin desenredé los pantalones de mis tobillos y caminé hasta ella.

—Primero quiero que hablemos.

—Pero ¿por qué? —protesté abrazando su espalda—. Juro que puedo contigo.

—Lo sé, amor. Es solo que... —habló y habló, pero yo estaba hipnotizado a causa de esa palabrita. Todo lo que oía era "amor, amor, amor".

De pronto, noté que se había liberado de mi agarre, y ahora me miraba curiosa desde el sillón.

—Tierra llamando a Theo —dijo cuando mis ojos volvieron a conectar con los suyos—. ¿Ya has aterrizado?

—Me has llamado amor —señalé con una amplia sonrisa. Me acerqué a sus labios y los rocé con mi aliento.

—¿Ah sí? —fingió no acordarse—. Me habré equivocado.

Me reí dándole un beso, y luego otro, y luego otro de nuevo. Para cuando tomé consciencia, me estaba comiendo su boca con el hambre de un predador.

—Ya vale, tengo algo importante que decir —me separó colocando su mano sobre mi pecho.

—¿Y no puede esperar? —inquirí tratando de volver a sus labios, sin embargo, usó su mano como barrera.

—Es importante —remarcó logrando que me apartase.

Tras esto, Lula irguió su espalda y juntó las palmas como si quisiese aclarar su mente.

—Vale. —Tomó un profundo respiro y empezó: —Ayer, después de hablar contigo, me di cuenta de que seguirías con esto hasta el final, por lo que no dejé de pensar cómo ayudarte.

—No tienes que preocuparte, sabré...

—Déjame acabar —exigió apretando sus parpados—. El punto es que no puedo ofrecerte mi casa porque mi madre se está quedando con nosotros.

—Si lo sé, pero no tienes que sentirte mal de lo que...

—¡Vaya manía la de interrumpirme! —se quejó chasqueando la lengua en mi dirección—. Bien, como te iba diciendo: —enfatizó e hizo una pausa por si tenía algo que agregar—. Le pregunté a mis amigos, pero Ángel vive en una residencia privada, Dominico todavía está en casa de sus padres...

—No —la corté —. Sé adónde quieres llegar y la respuesta es no.

—Lindsay estará en China esta semana.

Ahora sí que me dolía la cabeza. —No sigas repasando tu lista de amigos porque sé lo que pretendes.

—En fin, he hablado con Rafael y no le importa.

—Lula, no puedes pedirme algo como eso —objeté restregándome la cara—. Es absurdo.

—Venga, no puedes quedarte en este lugar por tanto tiempo. Yo lo haría si me lo pidieras.

—Ya, porque Rafael no es un extraño para ti.

Me separé de ella y caminé en círculos preso del escepticismo.

—¡No seas tonto! —me acuso arrugando el ceño—. Me refiero a que me quedaría con tus amigos si me lo pidieses. Es más, podría quedarme con Micaela si la otra opción es arriesgar mi vida cada vez que salgo por esa puerta.

Bajé la mirada tras esa mención. Lula no sabía nada acerca del beso, y no pensaba decírselo. Para mí no tuvo importancia, de modo que tampoco la tendría para Lula.

—Mica no sería problema, pero ¿qué me dices de Anabel?

—Buah, se me olvidó que vive con la reencarnación de Chucky —ironizó con un deje de maldad—. De todas formas, me quedaría con ellas —pausó al darse cuenta de que la idea era malísima—. O bueno, lo intentaría.

—¿Con honestidad? —pretendí indagar más a fondo, pero la chica me lanzó una mirada molesta.

—De acuerdo, con honestidad, ¿qué harías tú si yo estuviese en tu lugar? —pidió saber—. ¿Dormirías tranquilo? Porque yo no puedo. Y si algo te pasase me sentiría culpable hasta el día de mi muerte.

Suspiré acercándome a ella. —Vine aquí por mi cuenta. Literalmente asumí la responsabilidad de lo que me pasé.

—Me da igual lo que hayas asumido o no, —dijo enfadándose más— porque yo seguiré sintiéndome así, y no es justo. No puedes ser un adulto y al mismo tiempo dejar que otros carguen con el peso de TUS decisiones. El amor no obliga al otro a martirizarse.

—¿Y qué hago? —Se lo pregunté a ella y me lo pregunté a mí. Lo cierto es que comprendía su punto, pero no quería entrar en razón—. Lo que me pides no es fácil.

—Si ya lo sé, por eso no te lo he dicho enseguida —reconoció con un hilillo de voz—. Aun así, es mejor que quedarse aquí. A menos que tengas otro plan.

—El plan es mudarme cuando mis hermanos me presten un poco más de dinero. Solo serán unos días, semanas como mucho —repetí al igual que un disco rayado.

Lula se levantó alterada, recogió su chaqueta y declaró: —Mañana espérame afuera del restaurante. Lleva todas tus cosas.

También me levanté enfrentando sus gélidos ojos marrones: —Todavía no he decidido nada.

—Y lo entiendo —dijo limpiándose la cara—. Pero yo sí he tomado una decisión y es que no puedo seguir contigo si insistes en comportarte como un niño. Es insoportablemente difícil saber que...

De improvisto, empezaron a aporrear la pared desde la habitación contigua. No conocía al dueño, pero lo había oído cantar todo el día, razón por la cual supuse que se había golpeado después de ingerir tanto alcohol, sin embargo, no tardó en despejar nuestras dudas. —Eh, muchachos, si lo estáis haciendo ¿podéis hacer más ruido? Me he quedado sin internet y esto es todo el porno al que puedo acceder.

No podía creerlo. El lugar apestaba más a cada minuto que pasaba.

Lula, por su lado, apretó los labios y me dedicó una mueca cargada de reproche. —Theo, te espero mañana. Si no te presentas, entenderé que ya no quieres seguir con esta relación y no volveré a molestarte.

Y así se marchó, orillándome a tomar la decisión que determinaría el resto de mi vida.


☼❥ツ✪ ツ❥☼❥ツ✪

No sé si lo adivinasteis, pero arderá Troya. A ver si alguien es capaz de predecir la que se viene. OS RETO.

En fin, qué pensáis del beso secreto de Theo? Debió decirle a Lula o hizo bien?

¿Vosotros qué haríais en su lugar?

¿Quién no ha hecho una locura? we... *yo*

Fortsæt med at læse

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