Capítulo 1.

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Diez años después…

Aterricé en el aeropuerto de Nueva York exactamente a las diez de la noche y estaba agotada física y mentalmente pero todavía tenía que llegar a la casa de mi madre así que saqué fuerzas de donde pude.

-Buenas ¿es usted la soldado Bennett?-dijo un hombre trajeado y con un bigote bastante gracioso que me recordaba a una ardilla. Aguantando la risa le respondí:

-Eh… sí, Charlotte Bennett, esa soy yo. ¿Y usted es…?-le pregunté intrigada.

-Que mal educado de mi parte, yo soy Michael Dyson, el chófer de su familia y por lo tanto también suyo. Su madre me mandó recogerla, está ansiosa por verla señorita Charlotte.-dijo educada y sin mover un músculo de la cara.

Esto si que era raro, sabía que mamá se había vuelto a casar después de divorciarse de papá hace unos años y que su marido tenía dinero pero ¿un chófer? ¿En serio? Que derroche de dinero. Sé que había estado fuera algunos años debido a mi condición de soldado pero no me esperaba esto.

Me alisté en el ejército debido a los acontecimientos del pasado, me aislé del mundo y huí de aquel pueblo sin avisar a nadie, mi madre se separó y se mudó a Nueva York. Todo había cambiado.

Salí de mi trance cuando el señor Dyson chasqueó los dedos en mi cara. Vaya gracias, muy amable y nótese la ironía.

-Señorita Charlotte, ¿está usted bien?

-Eh, sí. Perdone, y llámeme Charley. Charlotte suena a vieja.

-Está bien, Charley.-dijo con cara rara. No le gustaba mi apodo, estupendo, que se fastidiase. Ya me caía mal.

-Bueno, en marcha, estoy muy cansada.-dije bostezando.

-Por supuesto, déme su maleta.-se la entregué y la metió en el maletero de un precioso coche negro. Woah, no me acostumbraré a esto.

Avanzamos por las calles de Nueva York y yo iba pegada a la ventana como una niña pero, entendedme, no había visto más allá de los destinos a los que me enviaban en el ejército (y no era precisamente de turismo) y he vivido toda mi vida en un pueblucho. Sí, Nueva York me encantaba.

Llegamos a una enorme casa, mansión más bien, y aparcamos el coche. Bajé del coche y silbé de admiración, entonces escuché un carraspeo y me giré.

Había un hombre de unos cincuenta y tantos parado en la puerta mirándome, se veía que era muy elegante y se conservaba bien para su edad además tenía una bonita sonrisa. Mamá, sí que te lo has montado bien.

-Hola, usted debe de ser Richard ¿no?-dije con mi mejor sonrisa. Sí, me convenía llevarme bien con ese hombre porque parecía uno de esos ricos que si les caes mal te eliminan del mapa y… vale, exagero a veces.

-Hola, sí, y tú Charlotte. Bienvenida, veo que te gusta mi hogar.-me dijo devolviéndome la sonrisa. Y qué dientes más blancos, casi me deja ciega de tanto brillo.

-¿Gustarme? Es increíble. Tiene muy buen gusto.

-Gracias, pero fue cosa de tu madre.-dijo riéndose.- Y por favor, tutéame.

El ricachón quiere que le tutee, me siento especial.

-Está bien, pero llámeme Charley.- ¿cuántas veces tendré que repetirlo? Espero que en esta casa no haya mucha gente.

-Claro, entremos, tu madre estaba nerviosa por tu llegada.- típico de mamá.

Entré y lo primero que vi fue un enorme recibidor de color blanco y con muebles negros modernos y en el centro, de espaldas a mí, la pequeña figura de mi madre y su melena rubia. Estaba dando órdenes a los empleados.

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