Capítulo dos;

601 65 231
                                    

¿Qué tan extraño sería si... El miércoles regresaba a la cafetería del lunes?

Lo más seguro es que fuera muy extraño y hostigante.

De por sí, ya sentía que era muy raro que no pudiera dejar de pensar en el chico que le atendió. No podía dejar de pensar en él en el sentido de indagación.

Quería saber qué era lo que hacía un chico tan joven trabajando en un club como ese. Damon sabía que no todos los chicos tenían el privilegio de tener familias adineradas como él y que tendrían que trabajar por lo que desearan, pero aún así sabiendo eso le seguía causando curiosidad.

Debía hablar con él, conocerlo.

Le causaba mucha curiosidad, y también le daba curiosidad que le causara curiosidad. Era una cadena de curiosidad infinita.

Incluso se le cruzó por la cabeza llegar antes al club; sólo para ver si Graham ya estaría trabajando, pero no, sin duda eso ya era demasiado. Estaba excediéndose demasiado por un chico que ni siquiera conocía.

Si hablarían de nuevo, sería porque iría a comprarse otro maldito pan y ya. ¿Por qué de la nada se sentía tan desesperado?

No quería asustarlo. Ya tenía suficiente asustándose a sí mismo con esos pensamientos.

[...]

Graham trabajaba de lunes a viernes: de tres de la tarde a ocho de la noche.

Lo único que tenía que hacer era pararse en ese mostrador detrás de la caja, esperando a que alguien llegara y pidiera algo del sencillo menú.

Todas las cosas ya estaban hechas, él sólo las tomaba y las vendía. En caso de que se acabaran, sólo hablaba por teléfono fijo a otro de sus compañeros de trabajo para llenar la alacena.

En sí, le gustaba su nuevo trabajo, tenía una o dos semanas en lo mismo. Era sencillo y le pagaban muy bien. 

Lo único que no le gustaba era que muchas veces tenían que tirar el pan que quedaba del día anterior.

Lo que su gerente y compañeros le decían era '¿Cómo vamos a venderle pan de hace un día a los socios?'. Graham no entendía, muchas veces él había comido pan de hace un día.

Odiaba tirar comida y algunas veces, se la quedaba él, sólo para no tirarla. Sonaba feo decir que se comía las sobras de los demás... Pero a este punto ya no le interesaba mucho si se estaba comiendo los restos de la gente de clase alta.

Fuera de eso, todo estaba bien. Ese miércoles era alrededor de las siete y cuarto de la noche, el local había tenido movimiento normal.

Nada fuera de lo usual, hasta que por los cristales de la entrada divisó al mismo chico que había ido a comprar un croissant hace un par de días.

Cuando lo vio sintió que se le agitó un poco el corazón, porque sintió que su único y último encuentro había sido un tanto extraño.

No esperaba que volviera, pero ahí estaba él acercándose a la cafetería. Ahora venía acompañado de alguien que parecía ser su amigo, así que fue complicado quitar los ojos de los dos.

Ambos se reían de algo y utilizaban el mismo uniforme azul con sus tacos deportivos, los cuales Graham no había visto con anterioridad... 'Entonces juegan fútbol soccer', pensó.

Llegó el momento en el que abrieron las puertas de cristal, haciendo que Graham se pusiera levemente nervioso. Trató de disimularlo y miró algo más en su escritorio.

—Hola —saludó la voz de Damon cuando estuvo más cerca.

Graham al fin levantó la mirada y lo vio a la cara.

Azul. [Gramon]Where stories live. Discover now