—Te ves justo como cuando nos conocimos.

No puedo evitar soltar una pequeña sonrisa al recordar ese día, a pesar que fue hace apenas dos o tres semanas siento como si hubieran transcurrido meses de ello. Recuerdo que mi primer pensamiento sobre este hombre fue que a pesar de lo guapo y atractivo que se veía, jamás lo hallé como alguien de negocios, sino más bien como una persona que ha sido obligado a ponerse un smoking para una reunión, era el aspecto rudo de un vikingo enjaulado, de ahí su apodo. Esta vez lleva el saco del traje desabrochado, lo cual permite apreciar la totalidad del traje y la corbata que lleva puesta a juego con el color de la chaqueta. Su cabello, generalmente revuelto y suelto, ahora se encuentra recogido y peinado hacia atrás en un pequeño moño. A pesar de la formalidad, sobre su cuello colgaba una larga cadena plateada con un pequeño dije de halcón en su centro y, en sus manos, llevaba un par de gafas para protegerse del sol, esto último me extrañó pues el día estaba nublado.

—Recordando cuando te encandile con mi belleza, niñata.

—Eres un capullo narcisista ¿Lo sabías? —pregunto con sarcasmo.

—Admite que pensabas que estaba endemoniadamente guapo el día que me conociste.

—Pensaba que no encajabas para nada en la visión predeterminada de un hombre con traje, pero hay que admitir que te queda bien.

Me divierte ver como Ian abre los ojos de par en par, no se esperaba mi halago, ni siquiera yo me lo esperaba. Vuelvo a tomar un sorbo de mi café cuando siento a Ian decir.

—Bueno niñata, cuando quieras todo esto es tuyo—comenta mientras se señala a él mismo con ambas manos.

Casi escupo mi café por completo debido al sobresalto, la toz que tenía minutos antes se vuelve a apoderar de mí. Veo sus ojos y encuentro maldad, picardía y desafío en ellos. Lo ha hecho a posta para molestarme «Esta me las pagas vikingo diabólico, ¡Esta me las pagas!». Le doy una mirada a Ana, quien no para de reírse; mi amiga se retira de la cocina al igual que el día anterior, solo que esta vez con la excusa de subir a cambiarse de ropa antes de irnos. Aprovecho que vuelvo a quedarme sola con Ian para preguntarle algo que desde hace tiempo me llena de curiosidad, claro está, siempre procurando mantenerme a una distancia segura de él, no sé muy bien cómo me afectará su cercanía en estos momentos.

—Cuando te conocí pensé que eras un hombre poco conversador y retraído, sin embargo, te encanta molestarme. —Veo como la sonrisa se forma en los labios de Ian tras esto último—¿Por qué?

Ian se sirve una taza de café para él mientras parece considerar seriamente mi interrogante.

—¿Quieres que te sea sincero cariño? —Me pregunta tras unos segundos—. No tengo ni idea. —Me observa directo a los ojos y puedo percibir sinceridad en ellos—. De seguro Cooper o Roger, incluso Diana, te han contado que no soy muy dado a bromear o molestar a nadie, desde el asesinato de Melanie he estado un poco apartado del mundo, sin embargo...tu eres distinta, diferente...me provocas.

Él parece tan confundido por esto como yo.

—¿Te provoco?

—Tu sola presencia hace que desee decirte algo, tu rebeldía y terquedad me motivan.

Ambos nos quedamos callados, contemplándonos, esperando que sea el otro quien dé el primer paso, pero ninguno habla. Creo que ambos nos quedamos en iguales condiciones de sorpresa tras esta revelación. No puedo evitarme sentirme confusa y halagada en partes iguales por las palabras del vikingo. Pasa el tiempo y terminamos nuestros desayunos en silencio hasta que Ana regresa para ponernos en marcha hasta la ciudad. Luego de aproximadamente una hora y media en la camioneta llegamos a la librería de Dy, antes de entrar me giro a Ian.

OJALÁ...Where stories live. Discover now