—¿Con las moscas?

—No, tonto, con Minerva y Nora. Y también con Max no sé qué, ahora no me acuerdo de su apellido —dije moviendo la mano derecha para quitarle importancia.

—¿Max Brooks? —preguntó Harry algo incrédulo y yo asentí—. Vaya, sabía que a Minerva le gustaban los deportistas, pero pensaba que prefería a los que salen por la tele, no a alguien del instituto.

Después de decir aquello, ambos nos quedamos en silencio y yo miré hacia otro lado. Me mordí la lengua para evitar preguntarle acerca de Minerva.

—¿Qué tenías que contarme?

—Oh, sí, ya casi me había olvidado. Me distraes. Es tu culpa —contestó entre risas.

—Será eso. —Puse los ojos en blanco.

Harry volvió a reír y sacó el libro de su padre.

—A ver, lo que quería decirte es que si Melissa se quedó con el libro, debió de perderlo en algún momento, porque los libros no aparecen en tiendas por arte de magia. Propongo ir a Portland este fin de semana a investigar de nuevo. ¿Qué dices?

—Es buena idea. Quizá nos digan quién llevó el libro allí, si se acuerdan.

De repente, me empezaron a castañear los dientes.

—Exacto. Y, además, tengo que decirte otra cosa —añadió—. Desde que volvimos a ese arco extraño, le he estado dando vueltas al tema y también al cuento que me contaba mi padre. —Se cruzó de brazos y se llevó su mano derecha a la boca, pellizcándose el mentón con el dedo índice y el pulgar—. El búho dice que está en el bosque hasta que llegue la fecha, y después habla de unas personas. ¿Qué fecha y qué personas? No lo especifica. Además, ¿qué son esas inscripciones que tú puedes leer y yo no? ¿Por qué te desmayaste? ¿Quién demonios lleva qué en los ojos y en su nombre? Necesito respuestas. Si no, me estallará la cabeza.

—Harry, yo también tengo que decirte algo.

—Pues espero que me des una alegría, porque acabo de llegar a la conclusión de que no entiendo nada.

—El otro día cuando fuimos a la tienda de Luna, cuando tú subiste a la casa para ver si estaba, encontré algo extraño.

—Todo lo que tiene algo que ver con Luna es extraño —contestó entre risas, y lo fulminé con la mirada—. Perdón. Continúa.

—Cómo iba diciendo, encontré algo extraño. Era un cuadro donde aparecía la imagen de un gran árbol y tres personas delante de él mirándolo. Encima de la copa del árbol, había un búho. Tenía una inscripción.

Harry entrecerró los ojos y escuchó con paciencia lo que decía. Me castañeaban los dientes, así que me tendió su chaqueta. Se lo agradecí y me aferré a la prenda, sintiendo todavía la calidez de su cuerpo en ella.

—¿Dónde estaba la inscripción? —preguntó.

—En el lienzo. Cada frase estaba en un lado del árbol y una flotaba por encima de la cabeza del búho, que tenía las alas desplegadas —respondí.

—¿Era la misma inscripción que hay en el arco? —Asentí con la cabeza—. Y crees que las personas que hay en el cuadro hacen referencia a la descripción.

—Creo que sí.

Nos quedamos en silencio. A diferencia de cuando le enseñé el libro de su padre, no se enfureció por no habérselo contado antes. El viento le despeinaba el cabello y su piel pálida se sonrojaba a causa del frío.

—Esta tarde iremos a la tienda de Luna y, luego, a Portland —sentenció.

—¿Y los deberes?

Greenwood II SAGA COMPLETAWhere stories live. Discover now