Descubiertos

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Raíces y desmanes de orquídeas adornan la sombra del Avila imponente, brisas y colores transforman las costumbres de unos pueblerinos que apenas están siendo hipnotizados por esta mujer madura, esta ciudad enorme en gustos y cicatrices. Con el sabor a nuevo mezclándose en las manos y en la boca, saliendo del abismo trasparente que está encima del estómago, nervios de alfalfa, salen y al tocar sospechan de lo extraordinario, quieren  apretarlo como al pollito de colores.
La música acariciándole la mente que viaja a dos mil lugares, iguales y diferentes, le retumba en la memoria esa que lo vió de lejos, sonriente y asustadiza. La otra que no le volvió la mirada y la mejor, la que no nota existencia. Desfile impersonal por senderos sin alma, sin luz. Ya Ernesto había cosechado la primera tentación, Dayanna, una bailarina muy flaca de cabello rojo y largo de San Agustín, un poco mayor que él, su aroma era de fresas. . . verdes. Fué la primera, la primera de Caracas, la primera que no le dió vergüenza tomarle la mano, que no tuvo que esconder su inmensa atracción, como la del Titanic al iceberg , la primera que lo tuvo en su regazo tierno de abeja; se solían decir amores y juegos de querubines pero las fuerzas los llevaron mucho mas lejos de la comprensión que llega en los viajes largos, pues su colisión se veía eterna y grande, él, nuevo y pendejo, volaba entre sus piernas y la llevaba más alto, tan alto como conocía, tan lejos como creía llegar, tan profundo como uno de 16 años. Ella bailaba como poseyendo el olvido, aferrándose a un recuerdo que sueña constante, engañándose al sentir que estando con alguien más joven no dolería tanto. No sería igual, porque ella sabe más.
La había conocido porque es hermana de un compañero de estudios de teatro. Néstor, el dueño del circo de baile, el coreógrafo principal. Verlo andar y bailar era como ver cazando a un cocodrilo. Sabes que lo que ves es un cocodrilo, sabes que nada para vivir , sabes que esperará debajo del río para morder, ahí está, agazapado viéndote a través de una máscara de agua. La estela que dejaba era de sudor y axe, mezclado.
Entre los laberintos de escaleras y miradas de desconfianza, cruzando El Guaire por Parque Central vivían Néstor y Dayanna, arriba, cuando crees que ya no te dan los pies, que ya no puedes subir un escalón más o que ya no aguantaras la atención que te dan los dueños del barrio. Ahí , dos casas más adentro, doblas una vez más hacia arriba y la izquierda y llegas a su casa. Se enmarca de una manera poética sobre la ventana un pesebre de casas sin terminar, de papagayos volando a lo infinito desde los pocos huecos baldíos y sin cemento, con un bajo perfecto de música de fondo, sólo el bajo retumba en el cielo y parece que va hacer caer las torres de Parque Central que coronan la vista perfecta del barrio. Ahí Ernesto se refugió y creció. Amó y conoció, anduvo y estuvo. Jugando a ser adulto con una mujer que jugaba a no crecer.










Los primeros tiempos mientras Gael se acostumbraba entendio que nadie tiene el alma limpia, todos hemos sentido celos u odio, envidia o rencor, todos somos los villanos de algún cuento.

A Gael le costó mucho entender que estaba haciendo, ¿por qué Ernesto eligió estudiar ahí?, ¿ por qué eligió este mundo de colores florecientes? Gael aún no las entendía del todo. No entendía a sus profesores que parecían profesoras, no entendía como es que tenía que tomar clases de expresión corporal si él estudia diseño, ¡él no iba a actuar! Lo hablaba con Carlos que esta a de acuerdo, no les gustaban las clases que tenían que ver con el estudio de si mismos, de adentrarse a ve que hay dentro suyo; se burlaban de sus compañeros cuando estos estaban adentrados, expuestos y retorciéndose el en suelo, forzando un sentimiento y una expresión, intentando demostrar que si saben actuar.

Un día en una de esas clases, mientras la voz suave del maestro de expresión corporal, Giovanny, un italiano muy grande, con una cara tan expresiva como sus manos, que eran tan grandes que tapaba la luz al mostrarles a sus prematuros aprendices los movimientos perfectos para dominar el cuerpo, Gael que intentaba no desconcentrarse y aprender algo ve que Carlos no entiende que pasa con Coral, la veía por el reflejante "salón blanco", un estudio de ballet sin un par de luces, dos conductos de aire tapados, sin cielo ni ballet, el piso de madera pulida pero marcada por los años de lucha y pasión, un espejo enorme de punta a punta donde veías como hacían el ridículo 10 adolescentes jugando a la actuación, 4 adultos que no se comprometían porque esa clase ya la vieron pero están repitiéndose, y dos estudiantes de diseño que no entienden que hacen ahí; Carlos veía a Coral buscando complicidad, pero ella no le seguía, ella si actuaba, dentro de si misma unos volcanes de emociones suspiran y abrazaban. A Gael le llamaba tanto la atención tal compromiso, tan intenso , tan real, que se olvido de l clase y disfruto al descubrir a Ernesto igual, igual de inmerso en la dulce melodía de la creación inhalando y exhalando un aire de herrero de implacable fulgor creando una cortina de fuego y alquimia, trasmutando el ambiente para que María, que desprendía olores de novata y hormonas, saltara al agujero.. Ella ya no estaba fingiendo estar en el ballet falso donde todos se escabullían en una lúgubre fantasía de no ser, de pretender. Ella acariciaba las lejanías, seducía a Marte, allá en lo alto expandiendo su alma, creando su propio universo, dejando de ser María para convertirse en una emoción, un sentir en perfecto tiempo, la nota exacta del descubrimiento.
Parecía falso. Una película que se veía solo en el espejo, sólo en ese reflejo, Coral, María, Ernesto, un chico alto y flaco con una marca extraña en su rostro, que mostraba aroma a limpio, él ya era raro cuando lo vio Gael, notó que algo le habitaba encima, algo negro que bordeaba su silueta , algo más denso que la sombra le acompañaba. Pero en el espejo no estaba Marcos, no se veía su cicatriz en forma de cráter lunar, se vislumbraba un gigante que lloraba en torrenciales aguas turbias, un gigante con el que Coral luchaba con los ojos cerrados, y que María los manipulaba como títeres. Luego este gigante y la mágica María compartirían lazos extraños, él no era bueno, y ella se pasaba de inocente. Gael veía extasiado el espejo donde estos seres eran libres y cuando volteaba a los lados buscando lo real de ese reflejo descubría oscuridad, no había nada que lo afirmara, sentirse desnudo al descubrir el silencio de las cosas perdidas, la matanza efímera de estos personajes que no llegarán jamás a volver a existir. Descubrir esta existencia tenue que le vivía en el pecho, que había nacido y que ahora le reclamaba coronación, cuando entendía no creerse listo y casi se postraba ante el miedo del descubrimiento, una mano sepia lo sacudió de realidad y veía a Carlos riendo, fuera totalmente de esta ilusión, temblándole las piernas y las manos huyendo de esta explosión, habiéndole señas de no entender que pasaba. Eso hizo que Gael no creyera en ese mágico mundo creado en un segundo, no es que los demás y ellos no lo hicieran bien, no es que no tuvieran talento, sólo que estaban empezando a creérselo. Carlos no sé lo creyó, Gael no se lo creía. Mientras se engañaba, ahí justo en el centro de la invocación Carlos fue un ancla, un martillo de Thor quebrantando su viaje acuariano. Habían mas, uno detrás de todos, dormido pero extrañamente atento a lo que sucedía. Olía a calle, no a sucio, no ha vagabundo, olía a experiencia y a golpes, a consejos y estupidez. Robert, bastante más adulto que Gael, repitiendo el primer año de Actuación. Un corazón tan grande y amable como él, pero lleno de caos y devoción a los bajos instintos. No fue, ni es malo. Es como el escorpión que se pica así mismo. No lo puede evitar, su naturaleza le exige veneno. Siempre comentando sobre la apariencia y el look, moviéndose como bailarina de pole dance, y cantando como los dioses, su voz dormía al cielo y encendía las fogatas cuando bebían. Era como una madre irresponsable, Robert, se hizo amiga de Coral y María, les arreglaba el cabello mientras se contaban chismes y maltrataban la imagen de todos. Y había uno, alto, rubio, hermoso, cálido, con Homero entendieron muchos que la amabilidad y la dulzura son consecuencias a veces por tan duras experiencias, de heridas tan profundas y de dudas tan insostenibles que cambias y buscas reparar un error grande, cambiar porque no quieres seguir matando el entorno y cambias tu coraza, se vuelve tan firme y tan sólida que los demás creen que eres alguien amable, pero no es así, Homero ocultaba mucho, mucho dolor pero también mucho esfuerzo, Homero es muy difícil de tratar; nació en Venezuela pero se crio fuera y no hablaba muy bien español. Padres separados con episodios de violencia entre parejas fugaces, una personalidad impermeable y un carácter de niño malcriado dejaban en él una esencia de triste dulzura; pero ahí estaba, dándolo todo del todo por todo y para todos, creyéndose estrella fugaz para huir de su realidad. Nunca soltando la culpa. Hermoso Homero, sincero mujeriego. Torpe a dos manos. Cariñoso compañero.
Detrás de él, estaban Amanda, que solía destacar en el grupo por comentarios muy fuera de lugar, un par de mentiras y un particular olor corporal, fuerte, ácido, inconfundible. no transmitía mucho mas que esfuerzo y envidia, y resentimiento tan hondo, tan palpable que le cobro multa en la piel, una piel gris amarillenta. quería ser linda pero su rencor le ganaba, siempre.. Y Kevin, un chico muy pero muy reservado muy reprimido y que hablaba nasal, se reía nasal. Pero que de todos los alumnos juraría que tiene el mejor cuerpo. La mejor condición. Gael y Ernesto vivían muy lejos de Caracas pero Kevin vivía el doble de lejos. Nadie entendía un como llegaba ni como se iba. Siempre estaban, como fantasmas pero estaban. Néstor, el cuñado de Ernesto estaba del otro lado del salón más concentrado en su nuevo novio Otto, que se llamaba Carlos pero como llego después, era el otro Carlos, así que lo proclamaron Otto. Luego no daría risa ese chiste de "él otro" Carlos.

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⏰ Son güncelleme: Jun 11 ⏰

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