-Un último deseo-

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No eran ni las nueve de la noche, y Soul ya se había refugiado en su habitación tras los auriculares, bien arropado y recostado en la cama. Una bandeja con un sándwich vegetal descansaba a su lado. Hacía tanto frío en la sala de estar que pasaba de forma monumental de cenar ahí fuera. En serio, ni de coña. Se aseguró también de cerrar a conciencia la ventana para mantener aún más el calor y, sinceramente, se estaba en la bendita gloria.

— ¡Sooooooul!

Hasta ahora.

Soltó un bufido, airado. Oía la voz de Maka incluso con la puerta cerrada y los auriculares puestos. La madera se debía estar desgastando por sus gritos, y la música... bueno, era un poco comprensible: no era lo mismo escuchar a cualquier tenor de ópera, que a un cantante de heavy metal.

— ¿Qué pasa? —respondió de mala gana, desprendiéndose de los auriculares.

— ¡Ven aquí, anda!

¿Qué coño había hecho ahora? ¿No podía dejarle cenar tranquilo ni una sola noche? Suspiró con hastío, pausando la música en el ipod y dejando los auriculares sobre la almohada, para salir a continuación del agradable cobijo de las mantas. Al abrir la puerta de su habitación, Maka lo esperaba con las manos en jarras sobre las caderas, y el ceño fruncido.

— ¿Qué significa esto?

— ¿Qué significa, qué?

Maka señaló la sala de estar con un dedo.

—Esto.

— ¿Nuestra... sala de estar vacía?

— ¡Exacto!

—Hoy me apetecía cenar aquí —explicó Soul, señalando de igual modo su habitación tras él—. Hace demasiado...

Esta vez, fue Maka la que suspiró, bajando el brazo.

— ¿No recuerdas lo que te pedí que hicieras, verdad? —dijo, ahora con semblante algo apenado.

Soul se rebanó los sesos pensando, pero no se le vino a la cabeza nada que tuviese tanta importancia. No como para que se enfadara. Aunque, conociendo a Maka...

—No —confesó con valentía.

La chica lo atravesó con la mirada. Y Soul tragó saliva. ¿Qué era lo que se le olvidaba?

—Nuestra "sala de estar vacía" debería estar decorada. Al menos la mitad.

Soul se relajó un instante. Así que era eso: los dichos adornos navideños. Su compañera era una amante de esas fechas. Estaba obsesionada con todo lo relacionado a la Navidad y, pese a que lo supiera de sobra, no dejaba de parecerle un tanto excesivo. Después de todo, no era para tanto.

—Joder, Maka. Creí que era otra cosa. Me habías asustado.

— ¡Te lo pedí hace dos días!

Y Soul, deseando volver al calor de las mantas, dio media vuelta para dirigirse hacia su cama de varias zancadas, con Maka pisándole los talones.

—Y estamos a finales de noviembre. Todavía hay tiempo. Además, ¿no sueles ponerlos el primer fin de semana de diciembre? ¿Por qué te empeñas en empezar ya?

Maka se detuvo a los pies de la cama de Soul, mientras el chico se internaba de nuevo en ella.

—Porque quería que lo hiciéramos juntos... —murmuró Maka con apenas un hilo de voz, sonrojada.

— ¿Eh? —se extrañó Soul, observándola perplejo.

Maka apretó los puños y con los ojos esmeralda vidriosos, sacudió la cabeza.

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