Capítulo 1

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La despedida de los Dursley

     Ya lo tenía casi todo acabado. Había enviado los trasladores a los puntos acordados, y la poción multijugos descansaba en mi bolsita de cuero propia de pociones.

     -Gracias por dejarme quedarme, Arabella -le dije después de sorber un poco de la taza de te que me había servido-. Siento si soy una carga, pero pronto acabará.

     -¿Una carga? -preguntó-. Para nada querida. Me siento un poco mal que no puedas salir a la calle... hace una semana que no te da la luz del sol, estás muy pálida.

     -Nadie puede saber que estoy aquí, ni siquiera lo saben los miembro de la Orden -negué-. Ya te lo he explicado. Hemos quedado en la casa de los Dursley para el traslado, pero prefiero estar antes por si los torposoplos.

     -¿Y después? -me preguntó-. ¿Dónde irás? 

     -A La Madriguera -contesté-. Ya he hablado con los Weasley. Me darán cobijo y ayudaré en los preparativos de la boda. Luego ya veremos.

     -Que sepas que eres bienvenida siempre que quieras -me dijo convencida-. Desde lo de Albus, no he tenido demasiadas noticias del mundo mágico. Por lo menos contigo me entero de lo que pasa. ¿Segura no quieres que Harry sepa que estás aquí?

     -Agradezco tu hospitalidad, pero ya te lo he dicho -le dije-, ni siquiera Harry debe saber que estoy en tu casa. Ya te estás exponiendo demasiado al peligro por darme cobijo.

     -Me sabe mal no poder ser de más ayuda -dijo resentida-. Si fuera una bruja, te ayudaría con esas pociones que haces a todas horas.

     -Eres alguien que ha sacrificado todo su tiempo desde hace dieciséis años para cuidar a un niño que será responsable del futuro -rodé los ojos-. Gente mucho más poderosa que ha hecho mucho menos que tu. No te martirices tanto Arabella, que ya has hecho demasiado.

     Cerré la libreta en donde estaba escribiendo y la metí en la pequeña bolsita que portaba. Estaba estudiando los poderes de los metamorfomagos y un punto exacto que me rondaba la cabeza durante todo lo que llevábamos de verano. 

     En la amigomágia, los humanos se podían convertir en un animal al completo, pero no en medio, sino un animal al completo. Yo había conseguido averiguar que había podido sacar los colmillos del basilisco en la noche de la muerte de Albus, y los ojos en la batalla del Ministerio. Eso era por puro instinto y porque mi cuerpo había notado un peligro inminente.

     Pero yo quería llegar más lejos, necesitaba hacer más. Yo quería utilizar la metamorfomágia para poder controlar a gusto la amigomágia, una cosa casi imposible, pero necesitaba conseguirlo. Poder sacar solamente una cualidad del basilisco a mi placer... era verdaderamente fascinante.

     -Eso espero... -suspiró Arabella cansada. Sus ojos se levantaron hacia mi lado derecho, en donde Nyx dormía plácidamente en mi hombro-. ¿Ya has hecho la maleta? 

     -Si -levanté una bolsita-. Creo que el hechizo expandedor es el que más uso, llevo esta bolsita de cuero desde creo que segundo, puede que vaya siendo hora que la cambie, puede que el hechizo parezca hasta repetitivo... pero es de una utilidad increíble.

     -Y que lo digas -le brillaron los ojos-. No había tenido casa tan ordenada desde que me agrandaste los cajones. Y que lo aplicaras a mi propia maleta es una maravilla, nunca había podido poner tantas cosas y luego levantarla sin dificultad.

     -¿Necesitas algo más antes de que me vaya? -pregunté-. Estás a tiempo. No creo que Hestia y Dedalus tarden demasiado en venir a por los Dursley.

Lilianne y las Reliquias de la MuerteWhere stories live. Discover now