1

74 16 11
                                    


Era una calurosa mañana de verano y había despertado hacía más de media hora, pero se negaba a poner un pie fuera de la cama. No tenía ánimos de salir a ningún lado ese fin de semana, pero los gritos incesantes de su madre ordenando que saliera de la habitación terminaron por forzarla a vestirse e ir a la cocina para tomar el desayuno.

Se notaba malhumorada en todos los aspectos posibles: no se esforzó siquiera en mostrar una buena cara mientras sus padres y hermano estaban con ella. Su padre, al menos un par de veces, trató de hablarle con paciencia para que viera el lado positivo de las cosas; una reunión familiar no sería una condena a morir de aburrimiento. Sin embargo, justo eso era para Lilith; especialmente cuando tendría que sacrificar su último fin de semana libre por vacaciones para asistir al cumpleaños número ochenta y cinco de su abuela.

Ella no odiaba a su familia... Estaba molesta porque su madre le había exigido ir sin darle la oportunidad de despedirse de su mejor y unica amiga al tener el tiempo limitado para su viaje en carretera: una completa injusticia para ella.

Acababa de cumplir los quince años tres meses atrás, ella era la hija menor, más consentida y sobreprotegida incluso por su hermano, por lo que a veces solía hacer rabietas al recibir una orden estricta que debía acatar tal como esa ocasión. Se rehusó a subir al auto porque simplemente quería quedarse en casa jugando algún videojuego.

No tenía pensado perder su tiempo en una aburrida reunión.

—Cariño, la abuela no será eterna. En el futuro estarás agradecida de no haberte perdido sus cumpleaños —mencionó su padre tratando de hacerla reflexionar, cosa que para suerte de todos funcionó.

Aunque con muy mala cara, la jovencita se encontró de camino con su familia en el auto justo en la carretera libre dónde podían conducir sin problemas a una velocidad prudente.

Su hermano mayor estuvo junto a ella todo el tiempo, pero no era de lo más interesante o entretenido para ella tener tal dicha. Él era cuatro años mayor y disfrutaba sobremanera molestarla todo el tiempo, a llamaba: "adoptada," "malquerida," incluso "revoltosa." Causa de su particular nombre. Éste último sobrenombre era, por cierto, el que Lilith más odiaba.

Su nombre era un tema delicado del que no se debían hacer bromas, y para su desgracia, debía cargar el peso de portarlo: ella no iba a la escuela como los demas jóvenes de su edad, ni convivía con más personas fuera de su círculo familiar. Como consecuencia, no poseía buenas habilidades para socializar y era sumamente tímida. Únicamente contaba con su mejor amiga que conoció desde la infancia y que, de hecho, no podría ver hasta el próximo verano, ya que vivían a dos ciudades de distancia. Ella estaba tan molesta por el capricho de su madre de viajar y visitar a los familiares lejanos que se encontraban a una distancia mínima de seis horas de trayecto sin contar el tráfico.

Para Lilith y su hermano el tiempo parecía ser eterno y tortuoso ya que no contaban con celulares, ni alguna consola portátil para pasar el rato. Sus padres eran estrictos con la tecnología, aunque ésta fuera parte del día a día de las personas. Sus parientes se encargaban únicamente de mantener controlado todo lo que ellos hacían, veían y decían por propia seguridad de la familia. Al menos eso era lo que siempre decían. Por eso Lilith siempre cuidaba bien sus palabras antes de hablar, aunque por dentro estuviera diciendo una y mil maldiciones.

Para no tener que soportar la indiferencia de su hermano, ella se distrajo viendo por la ventana las pantallas publicitarias enormes donde se transmitían anuncios de ropa, artículos de electrónica o conciertos musicales. Siempre le fascinó la tecnología, más bien le causaba más curiosidad que otra cosa. Lo más que podía hacer en casa para matar el rato era ver televisión o jugar con su consola obsoleta con las miradas rígidas de sus padres detrás de ella para vigilar que nunca se enlazara al internet y por eso, siempre que salía, aprovechaba para estar actualizada tanto como podía para tener de qué charlar con su amiga cuando tenían la oportunidad de llamarse por teléfono.

L.I.L.I.T.HDonde viven las historias. Descúbrelo ahora