• c u p i d o ; wos •

• - C A T O R C E - •

— ¿Entonces, a qué te referis? — Pregunté. Habíamos terminado de subir las escaleras, y la miré con el ceño fruncido cuando se frenó en medio del pasillo, antes de llegar al aula.

— Desde que volviste, estás muy rara. — Al acercarme hacia ella, noté como sus ojos reflejaban un toque de tristeza. — No hablas con nadie, no te reís de nada, es como que estás apagada. No entiendo que es lo que te pasa.

Por un momento, su preocupación hacia mí, me transmitió una gran confianza para querer decirle todo y pensar que ella no se enojaría conmigo. Poder explicarle todo lo que sentía por Valentín, el porqué estaba tan fría con él, la confesión que me había hecho semanas atrás... Pero no lo hice, el miedo fue más fuerte. No quería perder a mi mejor amiga, ni tampoco lastimarla, no podía hacerlo.

— Ya te dije que no me pasa nada, boluda. — Terminé por contestar luego de dudar algunos segundos en mi respuesta. — Basta con el tema.

Juliana suspiró, algo frustrada. Ella sabía que me pasaba algo, y me dolía el hecho de pensar que pudiese sentirse inútil solamente porque yo no le tenía confianza para decírselo. Si, la tenía, pero prefería no arriesgarme a perder a mi mejor amiga solamente porque casi me beso con el chico del cual está enamorada, a sus espaldas.

Que horrible sonaba eso en mi cabeza. De tan solo pensarlo se me revolvía el estómago por la angustia, y por la culpa de que ella no supiera nada de lo que ocurría, salvo por los sentimientos del otro pelotudo que había descubierto en casa de Tadeo, aquella tarde.

«Me traicionaste, Evelyn» Pensé con la voz de Juliana. No podría soportar que esas palabras se volvieran realidad, y no solo estén en mi cabeza.

— Bueno, vamos. — Me dijo la pelinegra frente a mí, sacándome de aquellos pensamientos oscuros.

Juli entró al aula con rapidez, mientras yo la seguía por detrás, cabizbaja. El griterío de mis compañeros no tardaron en retumbar nuestros oídos, como cada vez que algún profesor no se hallaba presente.

Me coloqué en mi lugar, mientras Juliana hablaba con una compañera desde otro banco, y puse el paquete de pitusas debajo de la mesa para comer sin que ningún rata me fuera a pedir. ¿Era algo egoísta? Claro que sí. ¿Me importaba? Claro que no.

Por una actitud la cual se volvía costumbre, giré mi cabeza hacia donde se encontraba el grupo de los ds3. Cómo siempre, estaban riéndose entre ellos por boludeces que hacían Tobo o Sergio, pero había uno el cuál estaba totalmente serio. Valentin, parecía estar en otro mundo, con su mirada puesta en un punto fijo, y su cabeza apoyada contra la pared, perdido en unos pensamientos lejanos a sus amigos presentes.

Lo observé, disimulada, tratando de descifrar que podía estar pasando por su mente. Pero, de repente, noté como frunció el ceño y se movió del lugar ligeramente, buscando algo con su mirada. Y cuando sus ojos se cruzaron con los míos, supe que lo había encontrado.

Tragué grueso. Luego de tantos días, había vuelto a sentirme hipnotizada por aquellos faroles azules que tan bien me hacía ver. La única diferencia, era lo que él me quería decir a través de ellos; estaba triste. Sus ojos me transmitían una pequeña tristeza la cuál podía entender muy bien, al estar pasando por la misma.

Desde lo que había ocurrido aquella mañana, decidí alejarme de Valentín. La gripe me hizo faltar algunos días a la escuela, y con ellos, poder pensar mejor las cosas. Me dolía mucho estar lejos de él, pero sabía que lo mejor era tomar distancia entre nosotros, y así poder superarlo. Quería que se olvidara de mí, como yo lo iba a hacer con él, entonces comencé a apartarme.

"¿Estás bien?", ¿Te sentís mejor?" leía en mis notificaciones, pero ningún mensaje era contestado. Hasta ese día, no le había dirijido la palabra. Pero, existió una excepción; el trabajo práctico. Debíamos entregarlo juntos aquella mañana, y esa sería la única razón por la que volveríamos a hablar.