Capítulo veinticuatro

Începe de la început
                                    

<< ¿Cómo es capaz de decirme esas cosas delante de todos? >>

<< Es Daniel Gold, tu patán arrogante. Hace lo que le dé la gana >>

— Sabes lo que quiero —señala.
Resoplo resignada—. De acuerdo —adjudico—. Mantendré mis ojos quietos. Solo evita comentarios tan zalameros.

— Solo digo la verdad —replica—. ¿A que tengo una novia preciosa, Vega?

<< Tierra trágame, por favor >>

— Hermosa —responde el aludido—. Considérate afortunado, muchacho.

— Oh, creéme. Lo hago.

***

— Gracias por venir —expresa en un abrazo.

— No me lo perdería por nada en el mundo.

La presentación marchó de perlas. Las ventas han sido muy buenas en el primer día. Finalmente, el editor decidió cambiar el título de la novela a Vivir. Un tema muy atrayente para la audiencia.

>> Además —continúo—, tendré la oportunidad de llevarme un ejemplar autografiado.

— Para ti es un regalo —aclara—. No estaría aquí de no ser por tus palabras.

— Tonterías —rebato.

— Es cierto —insiste. Hoy no han parado de halagarme. No me gusta; me hace sentir incómoda—. Has cambiado mi vida; la mía y la de mi familia. Espero poder devolverte el favor algún día.

— Con tu amistad me doy por satisfecha —señalo.

— Hecho.

Ambas sonreímos y sellamos el trato con otro abrazo.

De pronto, la noto paralizada. Al mismo tiempo escucho todo un revuelo a mi alrededor.
Lentamente me giro hacia la puerta y me topo con una increíble escena.

Un sonoro improperio escapa de mis labios debido a la sorpresa—. ¿Ese es Diego Farias? —Dudo.

— Ha venido —jadea mi nueva amiga—. No puedo creerlo.

Mi cerebro no puede creer lo que ven mis ojos. El artista mundialmente reconocido y galardonado acaba de entrar en el salón. Tengo en casa muchos de sus discos. Me encanta su voz y su estilo. El cantante es famoso por su mezcla de razas y sonidos en sus canciones; además de su privilegiada y particular voz.

— ¿Le conoces? —pregunto al verle caminar hacia nosotros.

— Solo soy una admiradora —aclara—. Le conocí hace unas semanas en un concierto suyo. ¡Oh, por Dios! Viene hacia acá.

El artista demora unos minutos en llegar a su destino. Sus innumerables fans interrumpen su camino pidiendo fotos y autógrafos.

— Hola —saluda a mi nueva amiga.

— Ho…hola —tartamudea—. Has venido.

— Prometí hacerlo —rememora.

— Sí —admite—. Prometiste intentarlo. No creí que… —niega para después sonreír—. Gracias por venir.

Seduciendo a mi JefeUnde poveștirile trăiesc. Descoperă acum