Zero regresa, limpia los cuchillos con su camiseta y se acerca a mí.

—Quítate la ropa.

— ¡¿Qué?!

—Estás mojada y helada. No te rescaté para que te mueras aquí de neumonía. Quítate la ropa. Ahora.

— ¡...Está bien!

Lo que dice tiene sentido, pero aun así me cubro en una frazada que hay sobre el sofá para desvestirme.

— ¿En serio? Eso no es necesario. Me da igual cómo te veas debajo del uniforme.

—Tal vez no, pero a mí sí. Si fueras un caballero, te darías la vuelta.

—No lo soy.

Y, con eso, Zero da por terminada la conversación.

Envuelta en la manta, me siento en el sofá. Zero se sienta en el suelo y apoya sus codos en sus rodillas.

(¿Por qué sigo temblando?)

Me pesan los párpados. Suspiro y dejo caer la cabeza. Un rato después, la mano de Zero sobre mi cabeza me despierta.

(Su mano se siente tan bien...)

—Esto no está bien.

Zero tira de la manta.

—Quítate esto.

— ¿Qué... qué estás haciendo? ¡Basta!

—No seas infantil. Estás helada. Voy a calentarte con mi cuerpo.

(¡¿Qué...?! ¡¿Qué hago?!)

Nerviosa, asiento. Zero toma la manta y la aparta, descubriendo todo mi cuerpo. Entonces, se quita la camiseta.

—Apártate un poco.

Zero se acuesta en el sofá y señala el espacio vacío junto a él.

Obedientemente, me acuesto dándole la espalda y él nos cubre a los dos con la manta.

(Es tan agradable...)

Mi cuerpo se aprieta instintivamente contra el suyo.

—Te estás moviendo demasiado. Quédate quieta.

—Lo intento. No estoy segura de que sea una buena idea, Zero.

—Tranquila.

Zero envuelve su mano alrededor de mi estómago de manera protectora.

No puedo evitar moverme. Esta vez, me giro para que estemos frente a frente. Estamos muy, muy cerca.

— ¿En serio no te produce nada que estemos tan cerca?

Zero cierra los ojos.

—No.

—Ya veo.

Trato de no mostrar mi decepción.

(Debe de estar mintiendo. Su repentino cambio de comportamiento no tiene sentido.)

—Aun así, no sueles hacer estas cosas. ¿Por qué me ayudas? ¿Por qué me proteges?

—Eres la primera persona que he conocido que confía en mí pero no confía en Weber. Eso me hace reír.

— ¿Entonces quieres que sobreviva porque te divierto?

—Exactamente. Mira, a veces también puedes ser inteligente.

Me quedo callada un rato, apoyando la cabeza en su pecho. Sus dedos acarician mi espalda, tranquilizándome.

Attack of the DeadHikayelerin yaşadığı yer. Şimdi keşfedin