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-Buenos días- digo mientras entro a la cocina a las siete de la mañana, como un reloj. Y es que a pesar de que anoche no pude conciliar el sueño debido a la vergüenza que sentía, hoy no me ha costado nada levantarme.

-Hola Diana- contesta Carmen mientras resbusca en su bolso y revisa que no le falta nada- Mira te he dejado una lista para que sepas más o menos las cosas que debes hacer a lo largo del día- por fin levanta la mirada y me entrega un papelito que miro confusa.

"HORARIO DE TAREAS"

Se puede leer en la parte superior. Y debajo varios puntos que describen las tareas.

-He tenido que amoldar mejor el horario debido a que tú vas a la universidad, cuando Concha no lo hacía- y suelta una risita. Yo en cambio no me rio, estoy demasiado cansada como para hacerlo.

-Vale, muchas gracias señora.

Releeo todos los puntos y los intento retener en la memoria. Hacer el desayuno. Levantar a los niños. Llevarlos al colegio. Y después del tercer punto, hay un gran espacio en el que Carmen me ha indicado que ese tiempo es el que empleo en la universidad. Tras acabar yo mis clases les recojo, les doy de merendar y les ayudo a hacer deberes.

¿Quién diría que el trabajo iba a ser tan fácil? Y encima pagaban bien.

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Mierda, mierda y más mierda. Y lo siento por la expresión, pero si pensé que ayer fue uno de mis peores días, hoy definitivamente le ha superado.

¿Trabajo fácil? Já. Me rio yo. A partir de ahora Concha es mi heroína, ya a su edad y haciendo el duro trabajo de cuidadora.

Me encuentro tendida en la cama, con los pies y los brazos colgando por los lados y mi mirada clavada al techo. Agotada es como me han dejado hoy los niños. Y pensar que esta mañana estaba de lo más feliz... Qué ingenua mi yo del pasado.

La sonrisa no me duró mucho más de diez minutos después de haber entrado a la cocina esta misma mañana. Hacer el desayuno fue fácil, porque cocinar sé, pero lo de levantar a los niños... ¡Dios y ayuda!

-¡Laura hay que ir al cole!-dije abriendo de par en par las violetas cortinas de su ventana.

-Rrrr.... No quiero déjame en paz...- se dio media vuelta dándome completamente la espalda. Genial.

-No, no, no, señorita. Venga arriba- y sin dejar que respondiera me fui al cuarto de al lado, el de César.

-¡César venga que...!-no pude ni terminar de hablar, en cuanto puse un pie en la habitación el niño ya había pegado un bote y se había levantado de la cama, dirección al baño.

-¡Buenos días!- dijo mientras pasaba por mi lado.

Perpleja me le quedé mirando hasta que la puerta del cuarto de baño se cerró detrás de él. Ojalá fuesen así todos los niños.

Y ahora tocaba Juan, no quería saber ni lo que me esperaba.

-Juan hay que ir al cole- abrí la ventana al igual que había hecho en la habitación de Laura y este se removió en la cama.

-¡Fuera! ¡Y no quiero ir al colegio!

-No grites, y sí vas a ir porque es tu obligación- me paré en frente suyo con los brazos en jarras y el ceño fruncido.

-Quiero dormir- se quejó.

-Como me llamo Diana que vas al colegio hoy y el resto del curso- salí por la puerta indignada, derecha a por Laura.

¿Qué hacían? ¿Se pegaban antes de dormir con superglue a las camas? ¡Es imposible levantarlos!

-Laura venga, no me hagas repetírtelo que no soy tu madre- solté una pequeña risita.

-Mamá no me lo repite, me saca de la cama a la fuerza- se sentó en el colchón y sonrió con malicia- Además que odio el cole y no quiero ir.

-¿Por qué? ¡Si es muy divertido! Y haces muchos amigos- intenté convencerla.

-Ya no tengo amigos- su ceño se frunció y su cara mostraba enfado- Ayer me enfadé con mi amiga Carla y no la pienso perdonar.

-¿Qué pasó?

-Me quitó mi muñeca- sus ojos se agrandaron y las palabras salieron de su boca en un susurro, como si me contara algo verdaderamente grave.

-Si te levantas te prometo que hablo personalmente con tu amiga Carla, ¿vale?- haría cualquier cosa porque levantara su pequeño culo de esa cama y se pusiera el uniforme.

Y así empezó la mañana, haciendo promesas que no creía cumplir, y gritando a todo el mundo que se levantase de una vez.

Ya en la cocina y todos sentados, conté y me faltaba uno. César. Oí su voz amortiguada procedente del salón, por lo que me acerqué a la sala.

-César venga a desayunar que sino llegamos tarde- cuando asomé la cabeza por la puerta de el salón me quedé de piedra- Lo siento no quería interrumpir- dije precepitadamente.

Raúl sostenía en sus brazos a César mientras este intentaba por todos los medios atarle una corbata roja al cuello de su camisa. Sus pequeñas manos fallaban cada dos por tres, haciendo nudos que seguramente eran difíciles de quitar. Ambos tenían amplias sonrisas en sus caras, que ahora me miraban directamente.

-No pasa nada Diana- Raúl se quitó de encima a César y este se dirigió a la puerta- Date prisa que si no llegas tarde a clase- le dijo al pequeño. Se levantó y deshaciendo los nudos que César le había malhecho, se anudó correctamente la corbata.

Me di cuenta de que me había quedado mirando fijamente a aquel hombre, cómo sus manos realizaban hábilmente el nudo, y cuando me quise dar cuenta, César hacía rato que había desaparecido de la sala y entrado en la cocina. Sonrojada me di la vuelta dispuesta a salir.

-Diana- mi nombre en su boca sonaba extraño, aunque me paré en mi sitio, sin girarme- Estate preparada en quince minutos, hoy os llevo yo.

Y sin más salió del salón dirección a Dios sabe dónde, dejándome pasmada y con la palabra en la boca.

Ahí, ahí fue cuando me di cuenta de que ese día iba a ser una catástrofe.


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⏰ Última actualización: Jul 18, 2015 ⏰

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