Capítulo 1: Malakai

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— Te lo agradezco mucho. Hablamos más tarde. — finalicé la llamada y guardé el móvil en mi bolso.

Hacía años que no ponía un pie en mi pueblo natal y estaba algo nerviosa. Los estudios, la carrera y luego el trabajo, tomaron todo mi tiempo, prácticamente dejándome sin vida propia. Me aislé de todas las personas que conocía y alejé a todas aquellas que querían establecer vínculos conmigo. Mi pasado desastroso, no me permitía confiar en nadie.

Mi padre me había hecho cumplir una promesa, y no podía dejar que cualquier persona descubriera mi secreto... o el suyo.

Toqué con los dedos, la llave colgada en mi cuello y dejé escapar un suspiro.

— La familia primero. — murmuré, rememorando las palabras de mi fallecido padre.

La azafata anunció por los parlantes, que el vuelo despegaría en tres segundos y mi corazón dio un vuelco.

— Malakai, ahí voy. — susurré con una horrible sensación en mi pecho. Algo me decía que este viaje me iba a cambiar por completo.

(...)

El aire puro de Malakai, era distintivo de los demás pueblos cercanos. Este lugar siempre me había proporcionado paz y tranquilidad. Incluso, luego de la muerte de mis padres, seguía siendo mi área de escape para descansar.

— Muchas gracias. — anuncie hacia el conductor del taxi, luego de dejarme frente al que fue mi hogar por muchos años.

Levanté la maleta hasta subirla a la acera. Miré la fachada de mi casa con nostalgia. Los árboles estaban sin hojas, el pasto era de un color verde desgastado, no había ninguna de mis flores a la vista. Todo parecía haber muerto... como lo había hecho mi tía.

Respiré profundo y me impulsé a dar el primer paso. Debía enfrentarme a mi pasado de una vez por todas.

Justo cuando iba a mitad del camino, sentí como si algo hubiese caído a mi lado. Giré el rostro, buscando de dónde provino aquel sonido y en el momento en que me iba a dar por vencida, visualicé algo retorciéndose junto a uno de los árboles que decoraban la entrada.

Dejé la maleta sobre la acera, y caminé hasta llegar a lo que parecía ser un animal. A primera vista, pensé que era un primate o un armadillo enorme; pero cuando lo vi con detalle, supe que me encontraba frente a un perezoso.

Me arrodillé a su lado, logrando ver una rama diminuta enterrada en una de sus extremidades.

— ¿Qué te sucedió, pequeño? — cuestioné acercándome con cuidado. El animal no se rehusó a mi cercanía y lo tomé como una invitación.

Con cuidado, retiré la rama de la herida y el animal de cabeza redonda, nariz achatada y orejas imperceptibles, dejó escapar un pequeño chillido.

— Ya pasó. — hablé acariciando su pelaje gris con delicadeza.

Súbitamente, el curioso animal estiró sus manos hacia mí y se colgó en mi cuello. Al principio me asusté porque pensé que me atacaría, pero a los segundos me di cuenta que su intención era una muy diferente.

— Eres un poco simpático... — declaré sonriendo, luego de ponerme de pie con el perezoso enganchado a mí.

No lo vi con la intensión de despegarse de mí, por lo que opté por llevarlo conmigo a casa.

— Hasta que te cures, te mantendré conmigo, ¿sí? — pregunté, como si me fuese a responder. Obviamente, fue algo que no hizo ya que había caído en un profundo sueño sobre mi pecho.

Agarré la maleta, nuevamente, y junto a mi nueva mascota, me abrí paso en mi antiguo hogar.

Lo primero que vi, fue a cinco hombres tomando y charlando en la sala principal. Se reían y chocaban sus vasos cada dos por tres. No parecía que en esta casa hubiese nada de luto.

EisherzWhere stories live. Discover now