Su cabello era del color de la noche; es más, estaba seguro de que quizá era incluso más oscuro. Las ondas que se esparcían por su cara y almohada parecían ocuparlo todo, como si el espacio entero les perteneciera. Se sentía perfecto tomar uno de esos mechones entre sus dedos y simplemente perderse en la forma en la que ese se ondulaba más y más. Luego, estaban sus ojos...

Sus ojos fueron el primer color que Aviv se acostumbró a identificar. 

Grises, así los llamaban el resto, pero para Aviv ese tono se quedaba corto. El color en la mirada de Sanne era más que solo eso pues, tras tantos minutos perdiéndose en ellos, había descubierto centelleos de azules y verdes que hacían de ese color una hermosa mezcla de tonos fríos. Era un color único, uno que solo le pertenecía a ella y eso lo hacía tan especial. No tenía nombre, y si lo tenía él no lo conocía, pero lo reconocería donde fuera. 

Era el color más bonito del universo y él se sentía privilegiado de poderlo ver tan de cerca; privilegiado de poderlo ver, en primer lugar.

—Buenos días, Everton —le dijo ella, sin dejar de observarlo.

—Querrás decir madrugada —señaló él, dejando escapar un bostezo —. ¿Para qué me despiertas tan temprano, Sanne?

—Quiero mostrarte algo —ella se sentó en la cama y luego lo observó por encima de su hombro —. Te tengo una sorpresa...

—¿Y no me puedes dar la sorpresa luego de que amanezca?

—No, no puedo ¡Vamos, Everton! No te hagas de rogar.

—Me gustaría que al menos intentaras persuadirme...

—No jodas, solo ven y ya. 

Aviv la vio ponerse de pie, sabiendo que ella no le iba a rogar de más. Así era Sanne, con ella no servía rogar o persuadir porque al final ella obtenía la última palabra. Sus amigas la llamaban la "correcta" del grupo, pero claro que ninguna de las margaritas conocía ese lado atrevido y jugueton que aparecía con Avi; o quizá si lo conocían, pero era algo tan de ellos que nunca lo mencionaban.

Como sea, Avi notó que esa sonrisa en los labios de Sanne prometía cosas que no eran precisamente correctas...

—Más vale que esto sea bueno —bufó él, deshaciendose de las sábanas para poder ponerse de pie —. Si es solo una broma...

—Pero que hombre con tan poca fe —ella rodó sus ojos, esperando a que él se  colocara sus pantalones de pijama y sus pantuflas —. ¿Cómo te sentirías si quisieras hacerme una sorpresa y yo dudara de esa forma de ti?

—Normal, porque es exactamente lo que yo haría.

—Eres cruel. Con esas ideas, ¿cómo esperas que te llame bombón?

Él soltó una carcajada y terminó por enderezarse. Restregó sus ojos y se estiró bajo la mirada de Sanne, cada vez más impaciente. Decidió torturarla un poco más, bostezar y estirarse una y otra vez para jugar con su paciencia.

—Eres cruel. Muy, muy cruel —soltó ella, provocando que Aviv riera una vez más.

En ese momento era tan feliz...y pensar que creyó que jamás volvería a obtener tanta felicidad en la vida.

Acabó con sus bromas y se acercó a ella. Dejó un beso cariñoso en su sien y tomó su mano, disfrutando la sensación de sus dedos entrelazarse con los de ella. Amaba la forma en que ella lo miraba, había tanto cariño en esos ojos grisáceos que simplemente le sorprendía poder provocar tanto en alguien.

En Sanne.

—Bueno, ya estoy listo —terminó por decir —. Ahora, muéstrame tu sorpresa.

—Para eso tienes que cerrar los ojos.

Extras de Rosas|| libro #3.2Nơi câu chuyện tồn tại. Hãy khám phá bây giờ