La otra mujer esbozó una sonrisa de satisfacción, aunque no tardó mucho en desaparecer. La maldita Gaia se las había ingeniado para esconderlo, ya no lo tenía ella. De haber podido habría destruido su casa hasta los cimientos y habría matado a todo aquel que estuviese dentro. Pero no podía, estaba demasiado débil. Dio unos pasos hacia atrás, hasta quedarse de pie sobre las aguas del rio. Su cuerpo se hizo uno con el agua, y el agua uno con su cuerpo, hasta desaparecer por completo.

***

Cuando se despertó, el corazón le latía desbocado en el pecho. Era la primera vez en años que tenía esa versión de su habitual pesadilla, esta vez viendo todo cómo lo vio su madre aquella trágica noche. Si lo que había descubierto en los pasados días le había sorprendido, esto sin duda se llevaba el primer puesto. Por mucho que lo intentase, Karan no era capaz de encontrarle sentido a lo que había soñado. Había palabras que repetía una y otra vez en su mente, como si así pudiese establecer una conexión lógica entre todo lo ocurrido. Magia. Las Hijas de Khalibea. Galeia. Magia. Las Hijas de Khalibea. Galeia.

Él era más que consciente que la magia no existía, al menos no en los Reinos de los Valores. Y, por más que se esforzaba, no lograba recordar si en algún momento había oído hablar de los otros dos nombres. Fuera lo que fuese, tenía más claro que nunca que el pasado de su madre escondía grandes secretos.

Había querido profundamente a su madre y lo seguía haciendo, pero pensar que había cosas que ella no le había contado, que no había compartido con él, le llenaba de tristeza. Ahora mas que nunca se sentía completamente separado de su madre y necesitaba a toda costa encontrar una explicación que le hiciese dejar de sentir aquello. Se levantó de la cama y comprobó el estado de su padre.

Cuando se hubo asegurado de que todo estaba bien, preparó algo de desayuno para ambos. Aunque su padre no mostraba mucho apetito, Karan engulló toda la comida en un abrir y cerrar de ojos. La pesadilla le había dejado exhausto y hambriento. Tras aplicarle el ungüento a su padre, se despidió de él ,preguntándole si podía quedarse unas horas solo en casa. Aunque odiaba dejarlo solo, necesitaba ir al cementerio de la ciudad. Le dejó en la mesilla un vaso de agua y un poco de comida, le dio un gran beso en la mejilla y se puso en marcha.

Aunque el cementerio se encontraba a las afueras de la ciudad, un poco más allá de la zona de agricultura, no se tardaba mucho en llegar. Era un día lluvioso así que no se veía mucho gentío por la calle. Karan iba tapado con su capucha y evitaba saludar a los pocos vecinos con los que se encontraba. No estaba de ánimo. Cuando atravesó la muralla de la ciudad se sintió aliviado por dejar atrás los edificios y las caras conocidas. Avanzó poco a poco por el camino embarrado y pasó junto al árbol en el que hacía unos días se había sentado, donde recogió unas cuantas flores amarillas y blancas.

El cementerio ocupaba un terreno amplió en las afueras de la ciudad, con el suficiente espacio para cubrir las necesidades de la ciudad, pero sin grandes lujos. Como la familia real tenía su propio lugar donde enterraba a sus difuntos, el dinero que se había destinado al cementerio de la plebe había sido muy limitado.  Tan sólo algunos panteones pertenecientes a familias nobles rodeaban al panteón de la familia real.

El cementerio estaba rodeado de un muro de piedra de unos dos metros y medio, cubierto de musgo y de plantas enredaderas. La entrada se trataba de un arco de piedra que, al igual que el muro, era más verde que gris. Karan pasó al lado de las tumbas de desconocidos, imaginando cuál había sido su historia y cómo esta había terminado. Las tumbas de pequeño tamaño eran las que más escalofríos le producían, no le parecía justo. Muy pocas eran las tumbas cubiertas de flores que traían los familiares, la gran mayoría no tenía nada y otras muchas tenían flores que se habían marchitado hacía ya mucho tiempo. La de su madre era de las pocas con flores. Karan mismo se encargaba de traerle nuevas todas las semanas para que se sintiera a gusto.

Sueños de Amor y Venganza I: La Azalea del AbismoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora