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Con el fin del verano, los cursos comienzan de nuevo. Nuevas clases, nuevas estapas, conocer nuevas personas,  en cierta forma eso me emociona, después de todo, es lo único a lo que puedo aferrarme ahora.
Nunca he estado en un internado antes, y ahora estoy por entrar al centro de estudios superiores más grande del país. Es agobiante, luego de haber trabajado mi popularidad y reputación por más de 5 años, ahora es como empezar de cero. Nadie ahí sabe quién soy, nadie sabe nada de mí, y aunque amaría contárselo a todos de una, sé que lo mejor es, en primeras fases, guardar el misterio un poco, que la gente se enganche a la tierna castaña carismática que caminará ahora por los pasillos sin parar. Si, sé que eso tampoco pasará, pero siempre es mejor intentar en lugar de quedarse sola.

Aún faltan algunos días para comenzar las clases, lo cual me deja todavía un poco más de tiempo para admirar y captar los detalles de mi hogar, así con suerte podré revivirlo vividamente mediante mis sueños o imaginandolo en mis tiempos de bobería, de nostalgia, de aburrimiento o como alivio de lo podrida que me dejará la cabeza el habitar las cuatro paredes de mi habitación de aquel sucio internado, que no es que no me guste, todo lo contrario, sin embargo soy de la idea de que nada en el mundo debería restarte libertad.

Sin duda alguna, voy a extrañar a twerkip, mi obeso y apestoso gato gris, más semejante a una rata que a su especie real. Me gusta decir que está lleno de amor por mi, aunque ninguno de los dos muestra ese sentimiento al otro, o por sí mismo. Me gustan las tardes junto a él, cuando se hace lugar sobre mi regazo mientras estudio o leo, escuchar su sonoro y sereno ronrroneo me motiva a leer una palabra más, a esforzarme un poco más… realmente extrañaré a ese monstruo peludo. Tengo también vagos recuerdos de él recibiendome con maullidos de bienvenida al verme entrar al cuarto después de haber pasado la noche en algún lugar desconocido, probablemente también con algún desconocido. Twerkip, con sus patas, martillaba mi cabeza buscando despertarme en caso de que hubiera caído en una clase de coma etílico, que no es que pasara a menudo, más bien estaba traumatizado por la aquellas veces que si fué así, no porque le preocupara mi estado de salud, de ninguna manera, más bien por los estruendosos gritos de regaño con los que me atormentaban mis padres, alardeando una tras otra cosa, todas sin sentido alguno, y que, incluso si lo tuvieran, no lo habría desifrado debido a mi lamentable e inconsciente estado.

Mis padres, tal vez también los extrañe un poco, he de admitir que siento mucho cariño por ellos, siempre me han apoyado, aún incluso en mis metidas de pata más grandes, apoyando también mi gusto por los estudios y la psicológia, y es de hecho, debido a ellos que  logré asegurar mi lugar en el instituto. No porque ellos hayan comprado mi lugar o yo no estuviera suficientemente calificada, si no, por lo estricta que es la admisión, pues sólo pueden entrar hijos de fundadores y de personas de alta alcurnia, del mismo círculo social. Niños que crecieron en el mismo lugar residencial y se conocen de toda la vida por las probablemente comunes reuniones de sus padres, juntandose para hablar de lo mucho que derrochan y todas esas cosas. Lo sé porque mis padres hacen técnicamente lo mismo, sólo que en otro círculo social con distintos enfoques e intereses, aunque no podría decir la diferencia ya que ninguno de los dos da mucha información, además no me interesan tanto como para hacer un esfuerzo en averiguar sobre ellos, aunque igual no creo que se relevante para mí.

Los días transcurren demasiado rápido, mi rutina de la última semana ha consistido en observar mis maletas junto al closet, wentada en la cama, divagando sobre lo que podría pasar, sobre las cosas que estoy dejando y la posibilidad de extrañar mi vida ahora, que es relativamente cómoda, relajante. He estado tanto tiempo de vacaciones, y tanto tiempo en lugares equívocos con gente de la misma índole, que ahora pienso que probablemente el entrar al instituto será un golpe demoledor a mi monotonía, tengo mucho en que pensar, muchas cosas por hacer, pero ya es tarde para arrepentirse, es tarde para tener remordimientos tontos, después de todo es verdad que yo soy responsable de lo que hice, así como es verdad que no me arrepiento de nada. Ya es tarde, de hecho, ya dan casi las once y treinta de la noche, es tarde, pero a tiempo para mi nuevo comienzo. Mañana es el día, mañana llevaré mis cosas y arrastraré mi vida al internado del demonio.

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