—Ella es perfecta para mi hijo. —Soltó Lisa.

¿Acaso...dijo?... ¡Voy a darme un tiro en la cabeza!, ¡Me aprobó mi Suegrita!




—¿Seguro de que esto no te incomoda? —le susurre a Dylan cuando llegamos a ese árbol.

Ambos llevábamos un rato caminando alrededor de su casa desde que sus padres se quedaran en su oficina aclarando asuntos de su trabajo. Dylan miro el árbol cuando nos detuvimos como a unos tres metros de distancia. Pero no me respondió la pregunta, solamente miraba las hojas y el columpio meciéndose lentamente por el aire.

—Esto...es como una herida para mí—me dijo con voz suave—y...necesito sanarla.

Asentí cuando sentí que su mano se iba desenredando de la mía, al principio con duda, pero al final la soltó con decisión. Y camino por si solo hacia el árbol de columpio. No hice nada más que observar. No podía explicar lo que Dylan estaba sintiendo ahora, porque ni yo lo sabía exactamente, pero por la forma en la que mordía ligeramente su labio inferior, pude notar que estaba recordando.

Se veía tan pasivo, desde el momento en que sus dedos tocaron el árbol y cuando bajo la mirada para ver el césped. De inmediato recordé las fotografías donde Sarah y Dylan se sentaban ahí para jugar juntos, a eso se debía la media sonrisa que mostraba ahora. Pero esa sonrisa se fue cuando miro el columpio de llanta. Pude ver como luchaba con ello, él no quería sentirse más así: culpable. Su mano por fin toco aquel columpio y  una lágrima resbaló de su mejilla. Él estaba teniendo una batalla en su mente, y aunque quisiera ayudar, él tenía que hacer esto por sí solo.

Soy de ese tipo de personas que quieren ayudar a todos por más fea que sea la situación, pero esta vez era imposible; no podía ayudar a una persona a sacar sus demonios, al menos no hasta que ellos decidan dejarlos.

Lo que más me sorprendió, y a la vez no. Fue ver a mi novio con lágrimas en los ojos, resbalando gota por gota, pero él nunca mostró expresión de frustración, de tristeza, o tan siquiera de remordimiento. Cuando se hablaba de Dylan, tenía que recordar que todas sus emociones se manejaban por dentro...demasiado intocable.

<<Se aprende a llorar por dentro>> me dije a mi misma.

No sé cuánto pasamos ambos ahí: él superando algo de lo cual estaba orgullosa y yo admirando como lo hacía, esperando que algún día yo pudiera hacer todo aquello.

Unos minutos después vi como el recargaba ambos brazos en el columpio, sin lágrimas, él estaba sereno. Eso me hizo sonreír bastante, el saber que lo había logrado.

Cuando sus ojos giraron a verme y se encontraron con los míos, no pude ver nada más que alivio puro dentro de ellos.

Después se acercó a mí y yo lo abrace por la cintura al instante, juntando nuestros cuerpos suavemente, acercando nuestros latidos; más que cerca.

—¿Qué tal? —pregunte mirando sus ojos con curiosidad a su reacción o respuesta, tal vez con un poco de miedo a que terminaría más dolido que antes. Pero me sonrió.

—Te quiero. —Esas palabras me hicieron pasar un escalofrío por mi cuerpo, sentí mis mejillas calientes mientras una sonrisa estúpida salía por mis labios.—No llegaría aquí si no fuera por ti.

—¿Por qué?

Él suspiro.

—De alguna forma, me haces tener cordura y a la vez no, pero...me gusta que cuando pienso en ti, puedo hacer cosas que antes me asustaban.

—No es por mí—me opuse—tú eres fuerte por tu propia cuenta, como dicen en la escuela: Intocable.

Dylan arqueo una ceja.

—¿Así me llaman allá? —Pregunto, y yo asentí a su respuesta.

—Tu seriedad e indiferencia hace creer eso.

—Creo que deberíamos de cambiar ese concepto.

—¿Cómo a qué?

—Tú y yo.

Fruncí el ceño.

—¿Entonces?...

—Nuestra relación, eso es intocable.

Sonreí sin poder evitarlo, y disfrute de la cercanía que teníamos al notar como coloco mis brazos alrededor de su cuello, para luego poner sus manos en mis caderas.

Ansiaba el hecho de que sus labios estuvieran pegados a los míos, pero él era tan experto en hacerme sufrir primero, y acaricio suavemente su nariz con la mía, mientras solo sus ojos castaños tenían en mira mis labios. Después los rozo con la intención de ponerme nerviosa. Podía sentir su aliento tibio. Este chico sabía llenarte de deseo por él y sus labios.

Al juntarlos, juro que solté un pequeño gemido que fue como música para los oídos Dylan, pues su sonrisa me lo decía. El beso era tan dulce que empalagaría, pero yo nunca me hartaría. Me besaba con ternura, mezclada con algo realmente sensual, estaba segura de que en cualquier momento este chico me iba a matar cuando sus dientes tomaron mi labio inferior. Él disfrutaba hacerme sufrir.

Me queje cuando se separó de mí de una forma rápida.

—Alguien te llama—dijo luchando con las ganas que tenia de hacer una mueca de irritación.

Fruncí el ceño pero luego metí mi mano en mi bolsillo del pantalón, saque el teléfono y mire la pantalla.


"Mamá", decía. Pero colgué.



Intocable ➳ DO'B©Where stories live. Discover now