Así que, terminé de colocarme el calzado, tomé mi bolso y bajé a toda prisa. Se me hacía tarde.

—Buenos días —saludé ni bien entré a la cocina, para luego sentarme en una banqueta cerca de la isla.

—Te hice tu favorito —dijo teniéndome un plato con tostadas y nutela. Y una taza con chocolate caliente.

Sí, eso sí era mi favorito.

«Esto es nuevo, me agrada»

Le agradecí y comencé a devorar mi desayuno.

—Anoche estaba muy cansada como para preguntarte, pero... ¿Cómo has estado? ¿Todo bien en la casa de Penny? —indagó curiosa, bebiendo de su café.

—Sí, fueron semanas interesantes. Además el nuevo celular anda mucho más rápido.

Mi madre sonrió.

—Que bueno, para Eleanor fueron semanas malas. Realmente estuvo grave —comentó con lástima—. Por suerte encontramos un buen médico y cirujano.

Asentí.

Todavía no sabía muy bien qué le había sucedido. Ni siquiera me dieron explicaciones antes de irse. Al menos no unas concretas.

—Pero, ¿qué le pasó? —pregunté, sin esperanza alguna de que me dieran una respuesta en concreto.

—Una mala elección le pasó. A veces los hombres no saben respetar a una mujer —masculló con molestia—. Nunca dejes que un hombre te haga daño. ¿Entendido?

Asentí, jamás estaría con un hombre cruel. Al menos no por elección propia. Y, aunque tuve que aprenderlo a las malas, comenzaba a estar más segura sobre Oliver y lo que sucedía entre nosotros.

—¿Lo que le pasó a Eleanor fue culpa de alguien? —cuestioné, tratando de entender mejor lo sucedido.

Mi madre asintió apenada.

—Un mal novio, que ni siquiera sabía que tenía... ¿Estoy fallando como madre? —me preguntó.

Sinceramente no sabía que responderle, por un lado era cierto que a veces me sofocaba. Pero también, como hoy, me mimaba o escuchaba.

No todo es malo, pero tampoco es del todo bueno.

—Eres una buena madre, de eso no hay duda. Trabajas y nos enseñas a conseguir nuestras cosas por nosotras mismas. Pero si es cierto que a veces me siento... excluida.

—¿Excluida? —dudó.

Y asentí lentamente, me hizo muy bien soltarlo de una vez.

—Es porque soy más blanda con Eleanor, ¿Cierto? —suspiró—. Solo intento que no se desanime, estuvo todo el verano llorando porque no entró a la universal de ensueño.

¿Eleanor llorando? ¿Realmente eso la puso mal?

Oh por dios.

Ahora me daba vergüenza a verle dicho que sentía envidia de mi porque yo sí tengo oportunidad de entrar.

¡Qué clase de hermana hace eso!

«Una mala»

¿Y cómo arreglo eso? ¿Cómo dejo de serlo?

«Comienza con un perdón, ¿tal vez?»

Me levanté firme y tomé el plato con tostadas —o lo que quedaba de ellas—, y me dirigí al dormitorio de Eleanor.

Toqué dos veces, pero no recibí respuesta. Hasta que opté por entrar. Y allí la vi, Eleanor quien solo vestía una camiseta sin mangas, dejando al descubierto sus brazos llenos de moretones.

Tragué saliva al verla, y al notar su pierna fracturada.

—No deberías entrar —masculló, tapándose con las mantas, avergonzada.

—Y tú no deberías esconderte aquí —aseguré—. No deberías dejar que un tipo te maltrate.

Eleanor bufó.

—Le dije que no te contara nada. No es tu asunto.

—Lo es, eres de mi familia. Y nadie debe pasar por estas cosas —finalicé tendiéndole el plato con tostadas—. Ese chico es un ser asqueroso y despreciable. No merece nada de ti. Y espero que mamá te haya llevado a poner una denuncia.

Eleanor frunció los labios.

—Lo hicimos. Pero lamentablemente sigue libre y sin cargos. Al parecer ser el hijo del policía te deja hacer lo que quieras.

¿Era en serio?

¿En qué clase de mundo vivimos?

«En uno injusto y asqueroso»

—No pongas esa cara, no soy la única a la cual no le creen. Y, lamentablemente sé que no seré la última.

Por unos instantes me acordé de Alex, del día en la fiesta. De la noche en que besé a alguien por obligación y caí a la piscina. Involuntariamente mis ojos se llenaron de lágrimas y abracé con fuerza a Eleanor.

—¿Por qué lloras? —preguntó por lo bajo.

—Hay chicos muy malos.

—Siempre los habrá, pero puedes elegir quedarte con el bueno. Siempre quédate con el educado y el estudioso. Los chicos malos, siempre serán malos. Y con el tiempo, son peor. No cambiarán por ti, al menos no para bien. ¿Entiendes eso? —asentí—. Que fumen y tengan tatuajes, no los hace mejor. Ni más interesantes. Solo es una parte de lo que realmente pueden llegar a ser. Y, esa es la peor parte. Primero es un insulto, luego una petición brusca y luego un golpe. Los chicos malos, siempre serán malos. Sin importar cuánto intentes cambiarlos.

—¿Por qué no entienden cuando se les dice que paren? —sollocé.

—Sinceramente no lo sé. Pero entiende, un no significa no. Y quién no lo respete, no te merece.

Volví a asentir y me sequé las lágrimas.

—Lamento haberte hecho sentir mal debido a la universidad.

Eleanor sonrió un poco.

—Descuida, no nací para ser empresaria. Ahora ve a la escuela y sube esas notas. Tuviste suerte de que yo le atendiera al director.

Oh, oh.

¿Alguien más que se quiera enterar sobre mis malas notas?

—Gracias —dije, tras lograr calmarme un poco.

Eleanor asintió y se concentró en el televisor, ya que estaban dando una serie desconocida para mí. Así que, solo me quedó irme de su habitación, tratando de entender lo que había sucedido.

Todo lo dicho y llorado.

«Un chico malo, siempre será malo»

Y lo entendí, no importaba la cantidad de novelas juveniles dónde el chico malo cambiaba por la chica buena, en la realidad, el chico malo es capaz de hacerte mucho daño.

Y nadie merece un chico así en su vida.

Y nadie merece un chico así en su vida

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