—Es injusto que ya ni siquiera me dejes convencerte con besos —se quejó.

—Claro que me convences, pero eres tú el que luego se está quejando por haber faltado al trabajo —señaló ella, pero en respuesta él se cubrió con las sábanas. Silene solo soltó una carcajada —. Bien, dramático. Quédate en la cama un poco más y yo haré el desayuno.

—¿Puedes sola?

—Claro, ya lo manejo.

Ella se arrastró usando sus brazos hasta llegar a la esquina del colchón. Una vez ahí, fue cuestión de un par de movimientos acabar en la silla de ruedas a solo un milímetro de distancia de la cama. Enderezó la enorme camisa de Adam que usaba de pijama y se removió hasta estar cómoda en la silla. Tomó sus propias piernas y las subió a los soportes esperando sentir algo, lo que fuera...

No sentía.

Sin permitirse empezar la mañana de una forma tan pesimista, no se enfocó en lo triste que era eso. Más bien, quitó el seguro de las ruedas y levantó la mirada para encontrarse a Adam, quien la observaba con detenimiento, pero aún con ojos adormilados. Él sonrió al ver que pudo hacer todo eso sola y alzó su pulgar en señal de celebración. Luego, volvió a envolverse en las sábanas, rehusado a salir de la cama. Ella negó con la cabeza y le dio la vuelta a la silla para salir de la habitación.

No fue fácil aprender a manejar la silla de ruedas. De hecho, todavía le costaba. Adam y ella habían adaptado el apartamento, moviendo muebles que estorbaban y dejando el paso libre para que ella cupiese por los pasillos. Aún así, se chocaba con paredes de vez en cuando. Siempre que eso ocurría no podía evitar frustrarse y sentir que todo le estaba saliendo mal, pero se ordenaba a sí misma respirar y ser paciente.

Después de todo, la parálisis solo sería algo temporal...¿Verdad?

Llegó a la cocina haciendo lo mismo que cada mañana: enfocándose en arrastrar bien la silla de ruedas en lugar de pensar que esa podría ser una realidad permanente. Prefería pensar en el ahí y en el ahora, no en un futuro que en ese momento le daba muchísimo miedo. Usando trucos que había aprendido con el tiempo, abrió el refrigerador, buscó ingredientes para el desayuno y comenzó a cocinar ignorando que era mucho más incómodo tomar una sartén así que estando de pie...

Ignorando que se sentía derrotada y que las rosas no debían sentirse de esa forma...

En medio de su tarea, escuchó golpes en la entrada y, de hecho, se sorprendió. Adam y ella vivían en un edificio algo exclusivo, solo un número limitado de personas podía subir a su piso sin invitación. Entre ellas estaban Caleb, Derek, Donovan y los padres de Adam, pero no esperaba a ninguno de ellos esa mañana. Decidió ir, arrastrando la silla con sumo cuidado porque el camino a la entrada era un poco más complicado. Abrió la puerta y no resultó ser alguna de esas personas, sino la quinta invitada permanente en su lista:

—Oh...Hola, Elise.

Ambas quedaron casi en shock al encontrarse frente a frente. Debes recordar que estas dos mujeres de tanto carácter no se llevaron muy bien en el pasado y, en la actualidad...pues, en la actualidad, ninguna de las dos sabía muy bien qué opinar de la otra.

Silene siempre supo que admiraba en cierta manera a Elise. La veía como una mujer demasiado fuerte, que a pesar de todo lo que perdió, logró salir adelante. Sí, en el pasado la trató mal...porque la intimidaba. En el presente, no sabía como actuar porque ya no solo eran dos conocidas que chocaban entre ellas. Ahora Sile era la ex novia del novio de Eli y además la novia de su primo.

No existen protocolos establecidos que te digan como actuar cuando pasas de ser enemigas a...a todo eso tan complicado que eran ahora.

En cuanto a Elise, ella se encontraba en una situación ligeramente similar. No podía decir que simpatizaba con Silene, no cuando lo que conocía de ella era una actitud prepotente y controladora que la sacó de quicio durante muchos años. Sin embargo, había escuchado a su primo hablar sobre ella, sobre lo que estaba pasando y como intentaba cambiar lo que fue por alguien mejor. Ella misma lo había visto la noche en la que Caleb presentó su álbum, cuando cierta princesa perdió su corona y le dijo que esperaba que ambos se hicieran felices.

Extras de Rosas|| libro #3.2Where stories live. Discover now