Desde que se conocieron, él había intentado acercarse a Cris. Cada vez que la veía fuera de la casa, trataba de sacarle conversación a base de su actitud confiada y un poco extraña. En las caminatas matutinas que Cristal había comenzado a dar para calmar sus nervios y ansiedad, él se le unía y la acompañaba incluso aunque ella le decía que no lo quería cerca. La saludaba con entusiasmo, le decía cosas como "deberías mudarte a este vecindario, los vecinos aquí son increíbles", y la observaba de una forma...

De una forma...

Era una forma tan peculiar que Cris dudaba que tuviera nombre, pero para explicarlo te lo diré así: cada vez que David observaba a Cristal ella sentía que él sabía todo lo que estaba sucediéndole, pero no la miraba con lástima ni comprensión. Era como si esos ojos verdosos estuvieran acostumbrados a ver todo lo que Cristal era en ese momento, había experiencia atrapada detrás de toda la curiosidad que él mostraba. Era extraño, porque él ni siquiera le preguntaba qué le sucedía; es más, ni siquiera preguntaba.

La especialidad de David Olsen era obtener respuestas sin haber formulado antes una pregunta concreta.

—Quería saber si te apetece salir a caminar conmigo—habló él, apoyándose en su ventana.

—No —soltó ella. Intentaba sonar amable, pero su tono de voz se había vuelto cortante; así alejaba más a la gente —. Lo siento, pero hoy no me apetece caminar.

—Uf, menos mal que respondiste eso. Yo tampoco quería salir a caminar —aseguró él, ahora sentándose en el borde de su ventana sin importar los metros que había hasta abajo —. Vengo de mi práctica de béisbol y estoy agotado ¡Ah, por cierto! Juego beisbol y soy bastante bueno. Claro, no soy el mejor. Ese puesto se lo lleva mi mejor amigo ¿Te conté que a él lo clasificaron para jugar con los Detroit Tigers el año entrante? ¿No? Pues, ahora te lo cuento. Me siento como una mamá orgullosa viendo a su fastidioso y bruto pollito volar y dejar el nido.

Comenzaba a entender que David era bueno para no aceptar un "no" por respuesta. Sabía darle la vuelta a las situaciones, marear con su incesante parloteo y plantarse en una escena en donde no lo querían. No la malentiendas, él parecía...agradable. La verdad, a Cristal le era muy difícil considerar a alguien odioso, o insoportable. Sabía que David no era ninguna de esas dos cosas, pero comportarse con amabilidad junto a él le estaba costando.

Y no era culpa del chico, era solo que ella sentía la necesidad de estar sola.

—¿Y qué hay de ti, vecina temporal? —le preguntó él, ahora pasando sus dos piernas fuera de la ventana para quedar sentado básicamente colgado en el aire —. ¿Juegas algún deporte?

—Mhm...no —habló ella, viendo con cierto vértigo la forma en la que él estaba sentado —. Cuidado, te puedes caer.

—Aw, ¿te preocupas por mi?

—No me gustaría ser testigo de la muerte de alguien más.

—Tranquila, no caeré. Estoy bien sujetado —él palmeó un poco las esquinas de madera en la ventana, lugar en el que se estaba sujetando —. ¿Ves?

—La gravedad suele ser más fuerte que un marco de madera, David.

—¿Te ponen nerviosa las alturas?

Me pone nerviosa la comida, las alturas solo me parecen peligrosas.

Y, aunque lo pensó, no lo dijo. En su lugar, solo asintió con la cabeza, consiguiendo que la sonrisa de David se expandiera aún más.

—Entonces, si hago esto...—él se soltó de la baranda y fingió perder el equilibrio. Cristal soltó un pequeño grito que le causó dolor en su garganta y se acercó a su ventana con rapidez.

Extras de Rosas|| libro #3.2Where stories live. Discover now