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La primera tutoría de Emilio con el castaño fue muy productiva, aprendió bastante, a pesar de solo haber estudiado un par de horas. Al parecer la señora que atiende coordinación, tenía mucha razón, le había tocado el mejor tutor.

Por un momento mientras repasaban literatura, el rizado considero el preguntarle a Joaquín, la razón de que faltara varios días, pero al notar la ligera hinchazon el los preciosos ojos miel, decidió que no era la mejor idea.

Dieron por terminada la sesión, pasando las cinco de la tarde, el castaño salió rápidamente de la biblioteca, no sin antes despedirse con un pequeño apretón de manos.

Emilio reviso su teléfono por primera vez en dos horas, encontrándose con un mensaje de Taner, diciéndole que le surgió una emergencia con su madre y que no iba a poder pasar por el. Resignado salió de la escuela, comenzando a caminar, hacia su casa, perfectamente podría marcarle a su padre y que pasara por él, pero prefirió no dar molestias.

Algunos cinco minutos después, la idea que tuvo el rizado ya no le pareció tan buena, era demasiado incómodo caminar con muletas, y más molesto el solo poder apoyar un pie. Lo extraño fue cuando un lindo auto color azul, se orillo justo enfrente de él, decidió ignorarlo y seguir con su camino, al menos hasta que escucho hablar al conductor.

— Sube, te llevo —susurró Joaquín con una pequeña sonrisa, cuando el rizado estaba por negarse volvió a hablar— Vamos tienes un pie enyesado y estoy seguro de que no vives cerca.

Emilio se resignó y camino hasta el lado del copiloto subiéndose con un poco de dificultad, le dedico una sonrisa de agradecimiento al castaño, notando que los ojos de esté estaban más cristalizados que antes, cosa que no mencionó. Indicó su dirección y de inmediato comenzaron el trayecto.

— Tienes un auto muy bonito, ¿hace cuanto tiempo lo tienes? —dijo el rizado rompiendo el silencio que llevaba unos minutos.

— Gracias, voy a cumplir un año con el, fue el regalo de mis diecisiete de parte de mi padre —respondió Joaquín con una pequeña sonrisa, manteniendo la mira fija en la carretera.

Emilio asintió. El resto del trayecto se mantuvo en total silencio, al llegar a su casa el rizado agradeció por el viaje y se bajó del auto. Entró a la casa encontrándose con sus dos padres, cosa que era algo extraña pues normalmente uno trabajaba a esa hora.

— ¿Quien te trajo cariño? —intrigó Diana, con una pequeña sonrisa.

— Mi tutor, se llama Joaquín —respondió el rizado sentándose en el sofá, no sin antes saludar a sus padres.

— ¿Joaquín Vicario? ¿El hijo de Adán Vicario, el mejor arquitecto de la ciudad? —preguntó la señora, muy emocionada.

— Supongo, no me puse a interrogarlo, todavía que me esta ayudando demasiado. En fin debo ir a hacer tarea —dijo el mayor levantándose para caminar a su habitación, aún escuchando las preguntas de su madre.

A pesar de restarle importancia frente a su progenitora respecto a sí su tutor era hijo de un gran arquitecto. En realidad Emilio se encontraba bastante curioso, pero prefería quedarse con la curiosidad, que llegar a incomodarlo con sus preguntas.

[...]

La curiosidad que sintió Emilio por el castaño desde el primer momento que lo vio, aumentó con cada día que pasaban horas estudiando, solo ellos dos en la biblioteca. Llegando a tal punto que pensaba en su tutor gran parte del día.

En una semana progresaron bastante, para el rizado era mucho más fácil entender los temas cuando se los explicaba el menor. Pero no todo fue en el ámbito escolar, también se conocieron un poco más personalmente, Joaquín conocía a la perfección por que el interés de subir sus calificaciones del mayor, pero este no conocía mucho de él pues no era de hablar de sus cosas personas con personas que a penas conoce.

Touchdown Where stories live. Discover now