El amor que él había perdido.

Necesitaba aplastar aquellas emociones y enterrarlas bajo algo más intenso. El deseo, la lujuria y el sexo. Sí, Zhan-Ge estaba haciendo lo más sensato. Y por una vez, él no lo estaba haciendo.

Inaceptable.

Se colocó tras ZhanZhan y puso la mano en la puerta de la nevera. El mayor se puso muy rígido.

—No me ignores, Zhan-Ge —se inclinó y le dio un beso en el cuello, haciéndolo estremecer.

—No lo he hecho.

—Estabas intentando ignorar esto... —le recorrió el cuello con la punta de la lengua—, y sabes muy bien que no podemos.

—No lo sé. Soy demasiado inocente.

Yibo le puso las manos en la cintura y pegó la erección contra su trasero.

—No bromees con esto. No pongas distancia entre nosotros.

—Yo... Está bien.

—Me he pasado todo el día pensando en ello y he llegado a la conclusión de que, efectivamente, eras virgen. Pero tenías razón... sabías lo que hacías. Y pareces saber lo que quieres. De modo que respóndeme, Zhan-Ge... ¿qué es lo que quieres?

—Helado de Chocolate.

—Demasiado pegajoso —murmuró él. Alargó el brazo y agarró un cubito de hielo del congelador—. En cambio esto tiene más posibilidades...

Sostuvo el cubito sobre el hombro de Zhan. El hielo empezó a derretirse entre sus dedos y una gota de agua cayó sobre su pálida piel. El menor agachó la cabeza y siguió el recorrido de la gota con la lengua.

Xiao puso las manos en la puerta de la nevera, como si necesitara apoyarse en algo.

—¿Te gusta? —le preguntó él.

—Nunca se me habría ocurrido —susurró—. Debo de ser más inocente de lo que creía.

Él le presionó el hielo contra el cuello y acto seguido lo reemplazó con un beso.

—¿Quieres que pare?

Sintió que estaba al filo de la navaja, esperando la respuesta del mayor y viendo la oscilación de sus hombros al respirar. Se pararía si él se lo pedía. Tendría que hacerlo aunque no quisiera...

—No —respondió ZhanZhan finalmente—. No te pares.

Un alivio inmenso lo invadió, tan fuerte que desató algo en su interior. Las cadenas de su autocontrol cayeron y por primera vez en su vida sintió algo tan profundo e intenso que amenazaba con consumirlos a ambos. Y eso era lo que quería. Ahogarse en aquella nueva sensación y perderse por completo. Nunca había deseado tanto a nadie. El sexo nunca había sido más que la mera satisfacción de una necesidad ocasional. Pero aquello era algo más. Era la suavidad del cuerpo de Zhan-Ge. Su piel ardiente y sudada. Su sabor...

Era el placer que le prometía el viaje y no solo el destino.

—Esperaba que dijeras eso —le agarró la playera, se la quitó por encima de la cabeza y lo hizo girarse, cerrando la nevera tras él.
Xiao Zhan lo miró fijamente con sus ojos avellanas mientras le desabotonaba la camisa para ver su pecho, trabajado, duro y perfecto. Zhan tenía los pezones duros, ya fuera por la excitación o por el hielo. Yibo le tocó la clavícula con el cubito. Las gotas se deslizaron sobre su torso, endureciendo aún más los pezones e intensificando su color rosa. Se inclinó y pasó la lengua por la clavícula hacia su pecho, antes de atrapar un pezón con los labios. La fragancia de la esencia natural de Zhan-Ge hizo que el miembro le palpitara dolorosamente. El mayor se arqueó, chocando contra la puerta de la nevera, y él siguió succionándolo, con una mano en la cadera y la otra dirigiendo el cubito. Las gotas bajaban por el vientre y ZhanZhan se retorcía y gemía de placer.

Un Amor Declarado y PersonalWo Geschichten leben. Entdecke jetzt