2. Anochecer

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Me levanté con un gran dolor de espalda, destapé un poco la venda de cuero, y la herida ya se mostraba cicatrizada, parecía que la curandera había hecho bien su trabajo. La cama consistía en varias capas de pelo de mamut, era realmente cómoda, en el medio de la habitación se veían las ascuas que estaban consumiendo lo poco que quedaba de las antorchas. La luz de la mañana no entraba directamente, ya que su cueva tenía forma de L, el cuarto de su cueva era más bien austero, poseía varias lanzas, escudos, un arco, y alguos utensilios de caza más, que componían la única fuente de decoración, había un chico de unos quince años que se dedicaba a pintar los muros de las cuevas, con el pensamiento de decirle en cuanto le viese que me pintase algún paisaje de caza para adornar un poco la habitación me incorporé de la cama.

En la aldea todo era tranquilidad, la noche anterior habían celebrado un banquete equivalente a tres banquentes de tiempo, habían cocinado la carne y la repartieron entre todos sus habitantes, había sobrado la mitad de la parte comestible del rinoceronte, pero con el tiempo que hacía en el exterior se conservaba bien durante unos días. Ahora con nueva fuerza en el cuerpo los recolectores de frutos y bayas podrían desplazarse más lejos y proveer a la aldea con más nutrientes. En realidad, la misión de cazar el rinoceronte lanudo de ayer fue una de las pocas oportunidades para no caer en la malnutrición, los recolectores llevaban varios días sin encontrar nada, y los cazadores llevábamos cierto tiempo sin encontrarnos con animal alguno. Fue una suerte haber ideado tan bien el plan.

Llegué hace un año ya, y poco a poco me empezaron a ver como un líder, veía y hacía las cosas de una manera que ellos no acababan de comprender, pero a raiz de los buenos resultados, terminaron concluyendo que yo era el que debía dirigir las cuestiones importantes, al principio Karj quién fué el jefe de la aldea no confiaba en mi, me dejaba siempre las cuestiones menos importantes, pero poco a poco me fue cediendo el puesto, hasta convertirme sin proclamación alguna en su jefe. Aquí reina un espíritu de no competición entre las personas, sino con uno mismo, es por ello que Karj no se sintió ofendido porque yo le estuviese quitando poder. Aquí las personas entendían muy bien que tenían que ofrecerle al grupo lo mejor de unos mismos, sin importar que era lo que tenían que hacer. La tribu no pensaba en términos de jerarquía, sino en funciones. Y es por ello que se vivía un clima agradable en la mayoría del tiempo.

En el medio de la aldea se veía como aún se desprendía humo de la hoguera que se hizo para cocinar el animal. Ya que vivía en el tercer nivel descendí, no sin dificultad debido a mi herida en la espalda, por el bloque de cuevas. Me propuse ayudar a los recolectores a descubrir nuevas sendas, llevé a tres conmigo. El rinoceronte había llegado en dirección de las tierras pantanosas, lo que probablemente significase que en esa zona habría frutos de los que se alimentase, y con suerte otros animales, podría ser una nueva zona fértil que surtiese de los alimentos tan necesarios para la aldea.

El grupo de los tres recolectores que llevaba conmigo lo formaban Sat y Ter que eran una pareja de ancianos que tenían una gran sabiduría a la hora de elegir los mejores alimentos, e incluso la hechicera confiaba tanto en ellos que les pedía que recogiesen algunos de los ingredientes que necesitaba. Conmigo estaba también Ela, que era una chica joven con el pelo oscuro, piel morena, ojos grandes y perpicaces, y con una silueta bien definida.

Había sido la primera persona de la tribu que me había encontrado en mi llegada, cerca de la zona pantanosa a la que nos dirigíamos. Me había atacado ferozmente y sin tregua al verme, después de varias heridas que me hizo en el brazo con su estaca, y que aún guardo como recuerdo la conseguí reducir, en el momento en el que vio que después de inmovilizarla no quería hacerle daño se relajó. Me había traído conmigo unos cuantos plátanos y le ofrecí uno, después de comerlo, me miró y me llevó al campamento en el que ahora vivo, que tiene de nombre Darka.

Desde mi llegada había habido atracción mutua, me llamaba la atención sus sincera simpleza, y su gran cuidado con la naturaleza, mi cuerpo también gustaba del suyo.

Con este pensamiento cruzamos el riachuelo que nos proveía del agua necesaria en Darka. Al llegar a la zona pantanosa, Ter que era la mujer anciana, señaló a Sat y a ella y apuntó hacia la derecha, después nos señaló a Ela y a mi, y apuntó hacia la izquierda, acto seguido se dio tres golpes fuertes en el hombro y señaló al suelo. Sin duda quería decir que nos separasemos y nos encontrásemos en hora y media en este punto. Asentí con la cabeza.

Ela y yo nos dirigimos hacia una colina, que se la veía muy frondosa, al treparla me resentí de mi espalda, en cambio Ela la subió con tremenda agilidad.

Desde la parte superior de la colina observamos como a nuestros pies había un valle enorme con una gran cantidad de Rinocerontes lanudos, habían venido aquí migrando, y parecía que se iban a asentar en el valle.

Me di la vuelta mirando a Ela, sus ojos miraban mi sonrisa, acto seguido la besé. Me miró con la boca entreabierta y sin saber muy bien que hacer con ella, se decidió al momento y me mordió la boca.

Me pasaba en varias ocasiones cuando actuaba conforme a mi época y ellos resultaban extrañados, y no entendían mi comportamiento, algo que me achacaban a que vendría de otra tribu.

Ela después de pegarme un mordisco en la boca sabía lo que había representado mi beso, con una mirada cálida se dio la vuelta.

Ela dio un grito al tiempo, no parecía de dolor, sino de asombro, señaló hacia el valle.

Para mi asombro vi como en el medio del valle se había abierto un agujero silenciosamente, no era un agujero como podía ser una grieta de un terremoto, era negro como el vacío del universo, sin vida, los rinocerontes lanudos empezaron a correr haciendo un círculo alredeor del agujero, se les veía desorientados. Entonces el agujero desapareció, y unos cuantos rinocerontes lanudos aparecieron sin vida dónde había estado el agujero.

En ese momento me di cuenta que debía volver a casa.


Cabalgando en el tiempoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora