El encuentro

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Son las dos de la tarde. Un joven de 15 años de edad se dirige por primera vez a un café internet para realizar las actividades que le han impuesto los docentes de su instituto, no sabe nada de computadora ni de lo dañino que es interactuar con ella. En el camino va meditando acerca de como le va hacer para manipular el dispositivo, ya que, es tímido para pedir ayuda y para preguntar. Es introvertido, pero con mucha curiosidad y ganas de aprender, para valerse por si mismo.
Llega a la puerta del establecimiento, no era tan extraordinario como lo imaginaba, cordialmente se dirige al encargado y le pregunta:

-Santiago: ¡Hola, buenas tardes! ¿Cuánto cuesta la hora utilizando la computadora?

-José: ¡Hola, buenas tardes! la hora cuesta $ 2000 pesos, pero tengo una opción que puede acomodarse a el dinero que tengas, esa opción es la de utilizar la máquina de acuerdo a cuánto tiempo vas a permanecer allí (tiempo libre).

-santiago: ah, bueno, entonces tomaré tíempo libro.

-José: listo, pase a la cabina que se encuentra en el último rincón de la habitación.

-!Gracias¡-. Le contesta el joven un poco temeroso, al notar que en aquella sala se encontraba llena y con clientes con un conocimiento suficiente para entrar a distintas plataformas digitales.
Entra a la cabina y se pregunta -¿Cómo se prende ésto?-. Procurando no llamar la atención de los demás.
Tecleo todos las teclas y presionó todos los botones desgastados. Hasta que por fin logro encenderlo, después de una impaciente y resiliente búsqueda.
Una vez que se encuentra encendido, procede a abrir una de las aplicaciones que se encuentra en el escritorio, lo cual este lo conduce a un navegador.
-¡Haga silencio, por favor!- Exclama, José. En ese lugar había una algarabía de jóvenes que discutían sobre ¿Cuál era el mejor equipo del mundo?

En ese instante se asoma un chico de unos 17 años, en donde se encontraba Santiago, esté en vez de darle unos consejos para manejar un equipo electrónico, lo que hace es digitar en una ventana que se encontraba abiertas, una página para adultos.

-¿Sabes qué es esto?-. Le pregunta vilmente. No, contesta Santiago, un poco avergonzado e intimidado por lo que estaba pasando. Él joven se levanta y grita: ¡Está viendo porno! Todos abuchearon y lo acusaron de ser un pervertido.
Santiago sentía una mezcolanza de emociones encontradas, en ese instante quería salir corriendo y a la vez quería enfrentarse al traicionero.

Él encargado del local se le hacer y le advierte: -esas cosas no están permitidas en mi café internet, no lo vuelvas a hacer-, le dijo.
-No lo volveré a hacer-, contesta. con un nudo en la garganta y la impotencia de no poder decir nada.
Como no comprendía nada de lo que estaba haciendo y solo quería marcharse, pidió que le quitará el servicio.
-¿Hiciste lo que tenías que hacer?- le pregunta.
-No, se me olvidó de que me habían encargado una pastillas- réplica con astucia e incertidumbre.
-ah, bueno-
-ahora vuelo-, mintió.
Sale a toda prisa, como si fuera tarde a un encuentro con una chica bien bonita.
Abre la puerta, y sigue sin desviar la mirada a otro lugar.
Al otro día, en la escuela. Se encuentra con un grupo de jóvenes en un rincón, como si se tratase de un evento relevante, veían a través del celular un vídeo con el sonido que no se percibía.
Se acerca para ver lo que era, pero se lleva una sorpresa al saberlo. La pornografía estaba invadiendo la juventud, era esa curiosidad de saber, de conocer y prácticar descontroladamente esa faceta por el cuál estaba pasando.
Se sabía que para satisfacer a una mujer, deberías haberte acostado con muchas para provocar el placer que ella sentía y si no cumplias con tu función, quedarías en ridículo ante tu pareja y sus amigas más cercanas, pero la realidad era distinta, ya que para hacer el amor no se necesita saber, sino sentir.

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⏰ Last updated: Jul 28, 2021 ⏰

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