La voz ✔

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―Esto es terrible ―empezó a decir Ernesto con voz temblorosa―. ¿Alguien sabe qué es eso? Es un dios dice, y quiere que entreguemos a cinco chicos o nos matará a todos. ¿Qué tipos de personas seríamos si accedemos a sus demandas? —su voz era apenas audible entre el estruendo de las ametralladoras. Pese al fuego cruzado, era posible distinguir al monstruo destrozado que seguía avanzando—. Compartan el vídeo para que llegue a todos los rincones del país y del mundo —pidió—. Necesitamos ayuda. Manden al ejército, a la armada, la guardia costera, la fuerza área, lo que sea, pero que acudan y que sea ya. O nos va a destruir, nos va a destruir a menos que accedamos a entregarle a los chicos...

La transmisión se cortó en ese punto. La explosión de la gasolinera lo alcanzó al mismo tiempo que al jeep que había delante. Primero se vio todo color naranja y luego todo se trocó en negro. El retumbo de la explosión hizo temblar la casa de Kate.

Los Elegidos se atemorizaron. Los que estaban en cuclillas se pusieron de pie de un salto. Kimberly se sobresaltó de tal modo que el teléfono escapó de sus manos y al ponerse de pie y retroceder un paso pisó a Cristian. Este arrugó el rostro en un gesto de dolor.

―Lo siento ―musitó la chica.

―¿Qué fue eso? ―cuestionó Luis, aunque ya lo sabía.

―La gasolinera ―dijo Erick―. Voló la gasolinera.

―¡Alcanzó al que transmitía! ―señaló Katherine con las manos en la boca―. Murió carbonizado, como los Cazadores.

―Venganza poética ―soltó Luis con amargura.

—Todo ese caos hará que la gente entre todavía más en pánico —señaló Cris, que de pronto sintió que empezaba a coger esa idea que llevaba ratos volando en torno a su mente—. Algunos empezarán a plantearse seriamente si no es mejor entregarnos. Y por eso lo hizo Elliam, porque no puede cogernos y nos necesita...

«Fuego», el recuerdo de la última palabra del abnegado golpeó, revelador, su mente.

―Ahora sí tendremos que irnos ―comentaba Luis―. Muchos tendrán escrúpulos y no querrán entregarnos, pero el resto... ya vimos cómo quemaron de forma brutal a cinco.

―Pero eran delincuentes ―hizo ver Kimberly―. Nosotros no somos nada de eso.

Luis movió la cabeza de lado a lado.

―En cuanto vean que conviene más entregar a cinco muchachos... ―se interrumpió llevándose ambas manos a la cabeza. Katherine le pasó un brazo por la espalda.

―Deberían saber que Elliam no respetará su palabra.

―Pero nos entregarán, mejor una posibilidad que ninguna.

―Ya, chicos, paren ―pidió Cristian, que sonreía, esperanzado. Los demás lo miraron con extrañeza. Pensaron que era una sonrisa que buscaba darles ánimos, pero no tardaron en darse cuenta de que era una sonrisa genuina―. ¿Recuerdan dónde me encontraron la otra noche, el viernes 11?

―En calle Jesús ―respondió Kimberly―, entre Sexta y Séptima.

Cómo olvidarlo. Todavía recordaba el miedo cuando creyó que estaba muerto.

―No lo recordaba muy bien ―reconoció Cristian―. Recuerdo muy poco de esa noche.

―¿No estás poniendo atención? ―inquirió Luis―. ¡Elliam ha pedido a la gente que nos entreguen!

―Es porque está débil y asustado ―dijo Cristian, al salir de su boca, lo que era posibilidad se había trocado en certeza―. ¿No lo ven? ¿Hace cuánto que se formó ese horrendo cuerpo? Una hora más o menos. Si de verdad fuera poderoso, hace rato que nos habría cogido. Pero no lo ha hecho, y no es porque no sepa dónde estamos. Yo siento su ubicación y ustedes también, y, por ende, él también conoce la nuestra. Entonces, ¿por qué no nos ha cogido?

«Porque quiere divertirse y hacer que se nos pare el corazón por el miedo y la expectativa», ya había pensado en esa posibilidad, no obstante, estaba seguro de que en esa ocasión no se trataba de eso.

―Si prestan atención al vínculo notarán que avanza despacio ―continuó Cris―, es porque no puede ir más deprisa ni es tan poderoso como quiere hacer creer. Y era de esperarse, no entiendo cómo no lo vi antes. Se supone que debería haberse ido tras la incineración de los Cazadores, pero evitó que esos cuerpos se convirtieran en carbón y pudo hacerse ese adefesio que camina a mitad del Boulevard.

»Creo, y estoy casi seguro, que es su último intento desesperado. Además, todavía arde, y estoy convencido de que no es porque él lo quiera así. Se está quemando, se muere, por eso ese afán de destruir todo a su paso, para meter miedo y convencer a la gente de que nos entreguen. No olviden que somos los que aportaremos el brío que necesita.

―¿Entonces por qué no muere? Todos vimos las armas con las que le dispararon ―señaló Kimberly.

―Si no nos coge, no tardará en hacerlo —sentenció Cris.

―¿Cuándo? ¿Y cuánto matará y destruirá antes de morir?

―En eso vamos a echarle una manita.

Los demás lo miraron sorprendidos.

Cristian les contó lo que había comprendido, lo del verdadero significado de la última palabra del abnegado. Cuando terminó, todos estuvieron de acuerdo, incluso se preguntaron cómo no lo habían visto antes. Asintieron y prometieron hacer su parte.

Erick no lo veía tan claro, no obstante, reconocía que era la mejor posibilidad. Cris pidió un voluntario para cruzar el Boulevard y él se ofreció el primero. A partir de ese momento estaría solo.

Y si el plan de Cris no daba resultados, siempre existía otra posibilidad para que la Voz no se convirtiera en todopoderoso.

—¿Todos tenemos claro lo que hay que hacer? ―preguntó Cristian. Los demás asintieron—. Bien. Vamos.

Eran las 17:45.