"Entonces ... Gracias, Koutarou, por hablar conmigo en el pasillo ese día ... Y preguntarme si estaba bien. Porque no lo estaba, entonces. Pero ... lo estoy, ahora."

Deslizando su cabeza hacia el pecho de Bokuto, Akaashi se apoyó contra su frágil cuerpo. Akaashi escuchó el ritmo acelerado del corazón todavía latiendo de Bokuto, y supo que esta era su respuesta a sus palabras.

Akaashi cerró los ojos contra él. Descubrió que no tenía nada más que decir. En cambio, permitió que sus acciones hablaran por él. Se acercó más a Bokuto y empujó su rostro hacia el calor de su cuello. Podía sentir la barbilla de Bokuto frotándose contra la parte superior de su cabeza, como siempre lo hacía. Nunca dejaba de consolar a Akaashi. Respiró ese aroma familiar al que se había encariñado tanto, luego exhaló silenciosamente contra la prominente clavícula de Bokuto.

Akaashi podía sentir un brazo débil y enfermo que se levantaba para descansar sobre su hombro. A esto, se acercó más y permitió que su cuerpo se relajara. Su respiración se estabilizó y en poco tiempo, pudo sentir que se deslizaba, lentamente, en las cálidas garras del sueño, incapaz de resistir.

Aturdido, las últimas palabras de Akaashi fueron, "Buenas noches, Koutarou", antes de caer en un sueño profundo.

Esa noche no soñó con nada en particular. No sufrió pesadillas ni vio nada remotamente parecido a un sueño. No había nada. Solo había oscuridad.

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Akaashi se despertó con la sensación de la luz del sol contra su rostro. Era cálido en él, ciertamente algo que uno encontraría reconfortante, pero mientras se movía en la cama, estaba seguro de que algo estaba mal.

Mantuvo los ojos entrecerrados y sus movimientos reservados, aferrándose a la falsa esperanza de que Bokuto no se moviera porque no quería despertarlo. Pero Akaashi sabía que este no era el caso. Simplemente no quería aceptarlo.

Extendiendo un brazo tembloroso, Akaashi tomó la mano de Bokuto. Cerró los ojos y apretó la palma de su mano. Hacía frío. Su mano temblaba más fuerte con cada segundo que pasaba, como si el movimiento hiciera que Bokuto se despertara. El rostro de Akaashi se hundió en el hueco de su cuello. Dio un codazo con el puente de la nariz contra la piel fría. Sus labios rozaron su clavícula en busca desesperada de esa calidez familiar. Ambas manos se habían aferrado a las de Bokuto, temblando sin pausa. No pudo encontrar su pulso.

La devastación pesó sobre Akaashi en ese instante. Era un sentimiento surrealista, uno que nunca podría describir en un millón de años. Lo apretó, amenazando con aplastarlo de adentro hacia afuera. El dolor se quemó en su alma, lo obstaculizó, dejándolo sin palabras hasta un punto en el que ya no sabía qué eran las palabras.

Un sollozo miserable salió de la garganta de Akaashi.

Trató desesperadamente de contenerlo. Intentó con todas sus fuerzas mantenerse unido, pero sabía que era demasiado débil para hacer semejante farol. Una vez que el segundo sollozo lo hubo abandonado, sintió que se agitaba. No había forma de ocultarlo. Estaba deshecho.

Su cuerpo se sacudía con cada sollozo que le arrancaban, su cuerpo se curvaba para acercarse. Sostuvo su rostro contra el cuello del cadáver, justo debajo de la línea de la mandíbula, inhalando todo lo que quedaba de Bokuto.

Tenía tantas cosas que quería hacer con él, tantas cosas que quería decir, pero todas esas cosas parecían haber desaparecido una vez que finalmente había llegado el momento. Akaashi quería gritar, pero no podía encontrar la voz. Ni siquiera una frase pudo superar su sufrimiento.

Se mantuvo contra Bokuto y se aferró a él con la poca fuerza que le quedaba. No se levantó para alertar a las enfermeras, ni a los médicos, ni a nadie del hospital. Sabía que una vez que se enteraran, se llevarían a Bokuto lejos de él.

In Another Life  Tahanan ng mga kuwento. Tumuklas ngayon