¿Qué eres?

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Me quedé embobado por unos segundos antes de darme cuenta de que ya no estaba afuera.

Lamento si te quedaste dormido - dijo ella detrás de mí- pero tenía que
asegurarme de que no estabas infectado.

-Comprendo que debas hacerlo - dije con calma- ¿No era suficiente con dejarme quedarme y que
descubrieras si lo estaba?

-Debía verlo por mí misma- dijo ella- no todos los días uno encuentra a alguien
vivo. Me disculpo por ponerte ese somnífero.

¿Quién en su sano juicio hacia semejantes cosas?
No me gustaba el giro que estaba tomando la situación.

- ¿Verlo por ti misma? - dije extrañado y confundido.

-Era necesario, eres necesario para mí- dijo ella mientras se acercaba a mi sin
dejar de verme a los ojos.

El pánico me invadió cuando ella me pegó contra la pared con más rudeza de la
que debiera y me dejó sin aliento.
El miedo me golpeó con fuerza mientras ella me apretaba contra la pared.

-No te dolerá- dijo mientras me tiraba en el piso como un muñeco de trapo
sucio.
La facilidad con la que lo hizo me obligó a congelarme ante semejante impotencia.

Me arrastró hacia la luz y pude ver sus ojos dorados al tenerla tan cerca de mí.

Sentí su aliento en mi cuello y el dulce aroma de los duraznos en almíbar antes
de que ella me mordiera.
Su mordida fue una mezcla de dolor y placer a la vez,
algo que sucedió tan rápido que me sumió en mis viejos recuerdos, aquellos que
evité por meses.
Los destellos de un pasado fresco y oscuro.

Mi madre atacando a mi padre, a mi hermana... Y yo corriendo
por mi vida mientras todo se iba al diablo por culpa de una estúpida fuga en un
laboratorio asiático.
Fuga que convertía a la gente en locos caníbales ansiosos de
sed de sangre... Como Xandra.
Entonces ella se detuvo unos segundos,con sangre en los labios me sonrió.

-No soy como ellos- dijo Xandra mientras sentía como mi vida se extinguía,
adivinado mis últimos pensamientos- yo soy algo más, algo mejor.

-Monstruo – susurré casi sin aliento.

-Nací deseando la sangre, sangre limpia no impura como esos asquerosos
cadáveres- dijo ella.

Entonces recordé que ella estaba comiendo duraznos. No tenía sentido.
Nada
con esa chica tenía sentido.
¿Qué demonios era ella?

-Soy mitad vampiro- dijo antes de reanudar su trabajo.

Lamio mi cuello y en segundos volvió a aferrarse.

Morir no es como todos lo piensan, no ves tu vida en segundos.

En realidad, lo único que puedes sentir es a tu atacante bebiendo tu sangre con
lentitud hasta que drena cada gota de la misma.
Y su olor, un fuerte olor a fresas
con duraznos mezclados.

Y ese destello plata que brillaba con la luz de la luna mientras todo se
apagaba lentamente y yo me perdía en la negrura de mi conciencia, por fin,
deteniendo los recuerdos de los últimos meses que me torturaban todas las
noches en sueños. Al fin era libre. Libre de vivir en éste infierno.

La Última NocheDonde viven las historias. Descúbrelo ahora