hoy no fue un buen dia.

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Hoy no fue un buen día.

Mi mamá lloro mientras me abrazaba viéndome a mi llorar. No ayudo que le preguntara casi sin poder respirar "¿por que me cuesta tanto ser feliz, mama?"
Me parece que no tener respuesta que me consolara la hacía sentirse peor.

En uno de esos arranques me dijo "la felicidad no existe hija" y yo llore más fuerte que antes.

Mi papa estaba en la cocina mientras todo pasaba. No despego los ojos del televisor. A veces me pregunto si es la manera que tiene de afrontar las cosas para las que no tiene respuesta o explicación.
¿Que se hace cuando tu hija se pone a llorar sin consuelo por cosas que ni siquiera ella entiende?

Me hizo acordar a ese mes y medio en el que no podía levantarme de la cama. Físicamente me pesaba el cuerpo y emocionalmente solo quería dejar de existir. Era peor que estar enferma por alguna gripe que me hubiera agarrado en invierno cuando mi mamá me decía "llévate un abrigo para ir a la facultad" y yo no le hacía caso.

Mi habitación era una zona de guerra; convivía con mi hermana, pero ella nunca estaba porque iba a la escuela. Llegaba a las 5 de la tarde con mi mamá y las escuchaba preguntarle a mi papa si por lo menos me había levantado para ir al baño. La respuesta siempre era no.

En esa época no lo veía mucho. Solamente cuando mi mamá me obligaba a cenar, arrancándome de la cama que pensaba era mi mejor amiga.

A veces se aparecía por mi habitación. Entraba como si estuviera hecha de cristal. Tocaba a la puerta muy despacio. Caminaba hasta mi cama hecha de cristal y le tocaba el hombro a la niña de vidrio que lloraba lágrimas transparentes.

"Hija, ¿no queres un té?"

Ni siquiera respondía. Hablaba tan bajito que si otra hubiese sido la ocasión, no hubiese podido escucharlo. Me parece que tenía miedo de que sonara tan fuerte que pudiera romper algo.

No se daba cuenta que ya estaba todo roto.

(...)

Algunos hábitos para nada saludables que pensé que había abandonado me persiguieron el día de ayer.

Me cuesta mucho manejar mi ansiedad (¿a quien no?); pero hablando con la psicóloga una vez, le había planteado que hay veces que mi cuerpo no se permite sentirla, se apaga. Se va a otro lado.

Mis problemas de ansiedad llegaron a producir síntomas físicos que me costaba suprimir. Situaciones que me incomodaban, lugares que me daban estrés o el hecho de estar lejos de mis papás algunas veces, me hacían vomitar. No importaba donde, no importaba por qué.

En secundaria, llegaba a la escuela y estaba solo una hora, que llamaban a mi mamá a su oficina para avisarle que estaba encerrada en el baño. Mis amigas me querían ayudar pero no sabían cómo.

Ir a boliches o salir a bailar, era mi peor pesadilla.

Y ni hablar de conocer a una persona que me gustaba.

Me sentía mal a cualquier lado donde iba. Mi primer día de facultad, no había podido dormir en toda la noche. Mi papá me llevo en auto mientras vomitaba en bolsas que ya tenía preparadas desde los 16 años en la mochila.

"Son los nervios nada más."

Sí, claro.

Pero cuando llegaba la hora de salir del auto para ir a clase, mi cuerpo se apagaba. No sentía los síntomas a pesar de saber que estaban ahí.

Con el tiempo se fue poniendo mejor. Con la ayuda de mis amigas que intentaban generar siempre un colchón protector que me hiciera sentir cómoda. Después de estudios, y mil consultas médicas, mi mamá entendió que no era una úlcera en el estómago lo que tenía, era ansiedad.

"¿Eso se cura?" Le dijo a la doctora. Las dos nos la quedamos mirándola. ¿Ahora quien le explica?

Mis papás no entienden las enfermedades mentales. No les dan bola; y como siempre fui la hija rarita, era medio obvio.

La ansiedad siempre está, por supuesto. Me parece que las personas que la sufren lo saben. Mi psicóloga me planteo que tal vez estaba causada por la angustia que me genera absolutamente todo, pero ese tema es mejor dejarlo para otro día.

En el encierro decreció, obviamente. Pero en épocas de exámenes empeoró otra vez. Una montaña rusa que sube y baja sin parar y de la que no me puedo bajar nunca.

Empezó con mi examen de álgebra. El día anterior, empecé a comerme las uñas, hábito que no tenía desde los 15 años. Llego un punto en el que me había quedado sin nada que arrancar, entonces mi cerebro en piloto automático siguió mordiendo lo que encontraba.

No me di cuenta que me dolía hasta que sentí ese gusto metalico de la sangre en la boca; me había comido la piel alrededor de los dedos.

Que cosa más estupida.

Ayer tuve otro examen de la facultad. Tenía que tener la cámara prendida mientras lo hacía, lo cual incrementó mi nivel de estrés por mil.

Lo sobrellevé bastante bien, o al menos eso pensé, porque termine y mientras trabajaba escuché a Harry que siempre me calma.

A la noche, sin embargo, no podía dormir. Vi Orgullo y Prejuicio por millonésima vez, esperando que la voz de Mr. Darcy me confortara, cuando mi cuerpo otra vez se apagó y como no tenía las uñas de mis manos para acceder, termine arrancándome una uña del pie. Desagradable y doloroso.

¿Por qué hacemos eso? ¿Alguien sabe?

Me parece raro que como todo ser viviente que tiene el instinto de sobrevivir, constantemente me encuentre en situaciones en donde yo misma sabotee mi existencia.

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