Capítulo XXI

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Narra Daniel Smith

Por fin, después de tanto tiempo estoy parado frente a mi casa, la casa en la que viví toda mi infancia, ya es tarde y hace frío, lo mejor será entrar después de todo quien sabe si vuelva.

Busco las llaves en mi pantalón, pero no encuentro nada, no puede ser, estoy seguro de haberlas metido esta mañana, sigo buscando y nada.

Recargo la frente contra la puerta, pero esta sin ningún aviso se abre, dejándome en el suelo.

—Ya llegaste.

—No sólo son visiones tuyas.

—Vamos te ayudo o serás el nuevo tapete —me tiende una mano para ayudarme a levantarme, pero justo a la mitad me suelta y me doy un golpe en el trasero de nuevo —Perdón, pero ya lo pensé bien y no quedas mal de tapete.

Camina a lado mío y yo como puedo me levanto.

—A la otra mejor no me ayudes creo que estoy mejor solo.

—Bueno, pero después no me lo pidas que no lo haré.

—No descuida, conociéndote eres capaz de que aun pidiéndote un favor lo cobras después.

Él rueda los ojos y sigue caminando hasta que llegamos a la cocina, sé que no debería sorprenderme, pero en verdad me gustaría que alguna vez todo estuviera en orden.

Trastes sucios por aquí y por allá, en la mesa central y la vajilla está llena de estos, incluso puedo decir que algunos llevan ahí meses, las repisas cubiertas de polvo, el piso incluso lo siento un poco pegajoso, por no hablar de todas las telarañas que hay en las esquinas.

Continuó mirando la cocina, la alacena está vacía y las cortinas manchadas de grasa, ni siquiera sé cómo es que aguanto el olor, veo los pisos, no sé a quién de mis padres se le ocurrió que el blanco sería una buena elección, el piso blanco ahora parece más un mosaico, pero lo que me sorprendió fue lo que vi en la esquina...

Es algo realmente espantoso, lo más asqueroso del lugar, si antes me había parecido terrible esto lo superaba y en muchos sentidos, me pregunto cómo no lo vi antes o como es que no he gritado de espanto, pero aún más que Azael no diga nada, solo este recostado en el sofá mientras come una manzana plácidamente

—Azael.

Primera llamada y nada.

—Azael.

Segunda llamada y nada.

—¡Azael te estoy hablando!

Tercera llamada con gritos y funciona, definitivamente a él le encanta la mala vida.

—No tienes que gritar, no estoy sordo.

—¿Qué es eso? —señaló con el dedo aquella cosa tan asquerosa, la rueda los ojos y niega con la cabeza.

—¿Acaso no es obvio? —inquiere y ahora me mira a mí —Es una rata muerta.

No puedo creerlo, este chico ha llegado al extremo, apenas lo dejó solo un par de meses y la casa ya está completamente diferente, y no es precisamente un buen cambio, es todo lo contrario.

—¿Por qué?

—Ya se, ya se, ahí es donde entra el sermoneo de que debo tener todo en orden, de que soy todo un irresponsable, que no soy cuidadoso, etcétera etcétera etcétera.

—Y si ya lo sabes ¿por qué sigues igual?

—Tranquilo —lo miró incrédulo quisiera decir que bromea, pero la realidad es que no —lo limpiare solo que he estado ocupado.

Lo oculto en la guerra [Terminada] ✔️Donde viven las historias. Descúbrelo ahora