𝕷𝖆 𝕯𝖊𝖘𝖆𝖋𝖔𝖗𝖙𝖚𝖓𝖆𝖉𝖆 𝕳𝖎𝖘𝖙𝖔𝖗𝖎𝖆 𝕯𝖊 𝕸𝖊𝖑𝖎𝖔𝖓𝖊 𝕷𝖎𝖉𝖊𝖑

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Ploc, ploc, ploc.

Un goteo, dos goteos, tres goteos...

La casa de los Havillard se mantenía en un abrumador silencio, apenas llenado por el tic tac de un reloj de pared y el goteo, que en esos momentos me llenaba de placer escuchar. Yo me mostraba sonriente en la mayoría de las fotos colgadas en las paredes de la impecable vivienda. Había sido amigo de Abby y Ashton desde que tenía uso de razón. Había aprendido a andar en bicicleta con ellos. Recuerdo lo furiosa que había estado Abby cuando Ash y yo robamos uno de sus peluches, ella había gritado, llorado, e incluso nos había golpeado para luego pedir disculpas por su comportamiento, claro, todo bajo la influencia de su madre.

Ploc.
Un goteo...

Me lavaba las manos en la cocina cuando otro recuerdo me golpeó ferozmente: Éramos Abby y yo soportando a Ash la primera vez que se había enamorado. Se había convertido en un soñador, había querido ser mucho más por aquel chico, Scotty, y él lo había rechazado. Ash había apoyado su cabeza sobre el regazo de Abby, sollozado y dudado sobre que estaba mal en él, o por qué el mundo tenía que verlo mal por ser quien era. Yo sabía que él era lo mejor del mundo. Abby también, y mi sangre había hervido cuando escuché la palabra "marica" en los labios de mi mejor amigo.

Al día siguiente, busqué a Scotty entre los rostros de los estudiantes de la escuela. A mi estúpido mejor amigo, le había gustado porque alegaba que tenía un gran parecido con Kurt Cobain, y su hermana había tomado aquello como una terrible ofensa contra el cantante. Como sea, quería golpearlo, pero sabía que otra cosa le dolería aún más. Cuando encontré al rubiecillo, contra cada uno de mis reales sentimientos, le sonreí abiertamente y me acerqué a grandes zancadas antes de que Ash pudiera procesar lo que pasaba. Besé a Scotty frente a media escuela, lo llamé amor y para despedirme de él musité en su oído una suave amenaza.

― Vuelve a llamar a cualquier chico "marica" y acabaré contigo― Mi tono era serio, y con mi estatura superando por mucho al chico, él solo había asentido temeroso.

Volví a besar a Scotty y marché hacia mi clase, mientras los cuchicheos de un indecoroso romance entre Scotty Phills y Aeden Gallard, "yo", se esparcían por los pasillos. Ash me había odiado un buen rato, pero lo superó y se enamoró de nuevo. Abbigail también llegó a enamorarse, y yo no me quedé atrás. Sin importar qué, nuestro lazo no se había roto.

Ploc, ploc, ploc.
Un goteo, dos goteos, tres goteos...

Dejé el recuerdo de lado y cerré la llave del grifo. Me sequé las manos en mi camiseta y me giré para observar las fotografías. Era un acto masoquista que retorcía lo que me quedaba de buen corazón. Me molestaba no haber estado ahí la primera vez que Ashton probó las drogas. Sus padres hicieron lo posible por ayudarlo, incluso lo inscribieron en un programa de rehabilitación cuando su situación empeoró. Abby y yo queríamos que recibiera ayuda, pues de a ratos solo era un desconocido con el que solíamos estar.

Las primeras semanas fueron duras, pero lo soportó. Hasta que el señor Havillard, un hombre robusto y de cabello negro aceitoso, falleció por resistirse a un robo a solo un par de calles de su casa. La señora Havillard aullaba de dolor, y Abby la acompañaba. Ash se sumergió en sí mismo, y cuando me acerqué para hablar con él solo me dijo:

―Fue su culpa― No podía creer que culpara a su padre, aun con el dolor tiñendo su tono y nublando las lágrimas su visión. Lo sostuve mientras lloraba en silencio, y cuando hubo dejado de hacerlo se retiró diciendo que tenía cosas que hacer. Abby enfureció, ella no podía creer que los abandonara en un momento como aquel.

Ella no entendía, y yo tampoco lo hacía en su momento.

No sabía lo que Ashton hizo durante aquellos días, tampoco tenía como sospecharlo. Simplemente intenté seguirlo un par de veces, pero siempre perdía su rastro. Era astuto como solo él podía serlo. Yo lo sabía, pero no creí en él cuando se filtró en mi habitación una madrugada, mientras sostenía un libro de hojas amarillentas, vociferando que "él lo sabía, y planeaba detener aquello".

𝐆𝐎𝐓𝐄𝐎Donde viven las historias. Descúbrelo ahora