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Los sábados por la mañana eran los favoritos de Kenma. No había obligaciones. No había trabajo. No había reuniones. Nada  importante en lo que tuviera que pasar el día. Abría los ojos lentamente, la habitación se bañaba en un suave y cálido resplandor. El sol había salido. Supuso que eso significaba que él también debía levantarse. 

Kenma alcanzó perezosamente a Kuroo, pero en vez de eso sólo sintió sábanas frías bajo su mano. Dio unas palmaditas más, como si acabara de perder a Kuroo, pero por desgracia no sintió nada. Abrió los ojos durante todo el camino, viendo la cama vacía. 

Kuroo solía esperar a que Kenma se levantara los sábados, quizás hoy era una excepción. Sin embargo, la cama se sentía fría y solitaria sin él. Kenma pensaba que era ridículo por pensar eso. 

Arqueó su espalda en un estiramiento gratuito antes de tirar de la cobija hacia abajo, y rodar fuera de la cama de una manera relativamente poco elegante. Nunca había sido conocido por ser una persona madrugadora. 

Poco después, estaba acolchando el pasillo hacia la sala de estar y la cocina, con suerte donde estaba Kuroo. 

Y allí estaba, sentado en el extremo del sofá, mirando por la ventana y agarrando una taza de algo que parecía té, completamente ajeno a la llegada de Kenma. Kenma no pudo evitar notar los círculos oscuros bajo sus ojos, que habían sido tan prominentes últimamente. Kenma se acercó lentamente, haciendo que Kuroo se diera cuenta de su presencia mientras se sentaba a su lado en el salón, con las piernas juntas. Kuroo no lo reconoció en absoluto. 

Algo estaba mal. Muy, muy mal. 

"¿Kuro?" La voz de Kenma era tan gentil como podía serlo.

Kuroo agitó la cabeza, sus ojos parecían estar vidriosos, quizás un truco de la luz. Aún así no se giró para mirar a Kenma.

Kenma podía sentir su corazón acelerado en su pecho. Algo estaba mal, y no sabía qué podía ser. Le hacía sentir enfermo, su estómago se retorcía en nudos desagradables, la bilis amenazaba con salir de su garganta. Algo le pasaba a Kuroo, y Kenma no tenía ni idea de lo que era. No había forma de que estuviera tan abatido por su doctorado, tenía que ser más que eso. 

Colocó una mano provisional en la pierna de Kuroo. ¿"Kuro"? ¿Qué está pasando?" 

El agarre de Kuroo alrededor de su taza se apretó, su mandíbula se tensó. Kenma deseaba que pudiera llevarse lo que sea que lo estaba enfermando. Le dolía el corazón al ver a la persona más importante de su vida con tanta angustia, una angustia que ni siquiera entendía. 

"Puedes contarme cualquier cosa, ya sabes".

"¿Kenma?" La voz de Kuroo era graciosa. Otra mala señal. 

"Hola", susurró Kenma, frotando círculos en la pierna de Kuroo. "¿Qué está pasando?" Kenma no solía presionar tanto, confiando en que Kuroo se lo diría a tiempo. Sin embargo, el extraño comportamiento había estado ocurriendo durante meses, y Kenma ya no podía sentarse y ver a Kuroo soportar el peso de todo esto solo.  

"No sé cómo decírselo". La voz de Kuroo se tambaleaba de una manera que Kenma nunca había oído. Nunca había sonado tan inseguro. 

El corazón de Kenma estaba dando vueltas dentro de su pecho. No podía recordar nada, ni siquiera inventar un escenario que Kuroo se esforzara en contarle. Se conocían de toda la vida, lo único importante que Kuroo le había ocultado era el hecho de que eran almas gemelas. La incertidumbre no era algo que Kenma le había atribuido a Kuroo, y ahora mismo le aterrorizaba.

Kenma arrancó una de las manos de Kuroo de su taza, la puso en su regazo, y comenzó a trazar círculos en la palma de su mano. Existía la posibilidad de decirle a Kuroo lo mucho que estaba asustando a Kenma en este momento sólo sirviera para alejarlo más, así que no lo hizo. Su corazón continuó latiendo rápidamente en su pecho, amenazando con salir de su caja torácica. 

The galaxy is endless (i thought we were, too)Where stories live. Discover now