Así que, ¿Qué en el mundo había pasado para que Wen Ning siguiera "vivo"? Además, ¿Cómo es que había llegado hasta ése lugar cuando sólo obedecía las órdenes de su amo? El que había muerto devorado por sus propias marionetas.

Ninguna de sus preguntas pudo ser respondida. En primera, porque no había quién lo hiciera, y en segunda, por lo que sucedió en una minúscula fracción de segundos además de aterrar aún más a los presentes, los dejó con el mentón pegado al piso, con los pantalones a nada de ser mojados y con los ojos casi fuera de las cuencas.

Un grito resonó. El sonido desigual de una flauta le hizo compañía. Jin Ling estuvo a punto de perder su alma frente a la boca de la Diosa y el General Fantasma atacó.

En un abrir y cerrar de ojos Wen Ning volteó la cabeza de la Diosa Danzante de un solo manotazo y de otro más la dejó sin brazo.

Jin Ling apenas salió con vida, cayó al suelo junto con el brazo de piedra que se hizo pedazos y todos se quedaron solamente observando cómo el General Fantasma destrozaba sin esfuerzo la anatomía rocosa de la misma Diosa Danzante que en pocos minutos había matado a varios cultivadores.

De un momento a otro pudieron observar cómo la Diosa devora-almas yacía debajo de Wen Ning sin la más mínima oportunidad de meter las manos. O mejor dicho, la mano. Y fue en otro brevísimo momento en el que el más famoso cadáver feroz se hizo con una enorme piedra tan alta como un adulto y mucho más pesada que uno y empezó a estrellarla con ímpetu contra el cuerpo rocoso.

Roca contra roca se fue destrozando.

Así como la Diosa Danzante se fue haciendo añicos la piedra que el General Fantasma levantó sin esfuerzo también lo hizo. Y con cada impacto el bosque vibró con fuerza como anunciando el inicio de una enorme catástrofe que pondría al mundo del cultivo de cabeza, otra vez.

En medio de lo que fue la Diosa Danzante, rodeado de rocas, Wen Ning se quedó estático, como si esperara alguna orden para moverse. Cuando el shock se esfumó, y el impulso por salvar sus vidas volvió, las armas que antes apuntaban a la Diosa ahora tenían como objetivo a Wen Ning, pero, sus propias vidas no era la única razón por la cual algunos valientes se animaron a apuntarlo: quién capturara y/o asesinara al perro fiel del Patriarca Yiling ascendería, sin importar su secta, hasta el punto de más alto de la fama y el prestigio.

—¡Enciérrenlo! —gritó un cultivador a viva voz.

Pero lejos de apoyarlo la gran mayoría de los que ahí estaban retrocedieron.

—Compañeros cultivadores, ¡Debemos bloquear su paso para que no escape! ¡Es Wen Ning contra quién estamos enfrentándonos! —volvió a gritar el hombre.

Ahora fue el corazón de Lan SiZhui el que le resonó en las orejas antes de caer al piso. Volteó, preocupado por Wen Ning sin entender por qué, a ver a los cultivadores y pudo notar en los más grandes el reflejo aterrado de experiencias vividas. Quizá, en algún momento fueron testigos de primera mano de los estragos tan grandes que el General Fantasma ocasionó porque aún con la tenue luminosidad de la luna y del fuego que aún ardía a su alrededor observó las caras pálidas y cómo tragaban saliva con dificultad, pocos convencidos de seguir al cultivador a lo que seguro sería una misión suicida.

—¿A qué le tienen miedo? ¡NO ES COMO SI EL PATRIARCA YILING ESTUVIERA AQUÍ! —alzó más la voz intentando animarlos.

Y sus palabras surgieron efecto. Muerto el amo, y Wen Ning sin un poderoso comando de energía oscura impulsándolo, seguramente les daría una oportunidad de someterlo y matarlo.

Lan SiZhui pudo escuchar un murmullo colectivo de aprobación y sintió el cuerpo extremadamente tembloroso.

«¡NO!», gritó dentro de su mente, «No se acerquen, déjenlo».

Escucha los latidos de un corazón ámbar | Lan MeiLing | C A N C E L A D ADonde viven las historias. Descúbrelo ahora