"Supongo que este no es nuestro tiempo"
"Entonces hagamos que lo sea"
Cuando Wong KunHang despierta, se encuentra en un país diferente, años distintos, una variedad de maneras de pensar y a Wong YukHei, un chico que supera límites, rompe las leyes...
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Despertó horas después, con lagañas entre las pestañas y con una pesadez enfermiza bañando cada músculo de su cuerpo.
La cabeza le dolía en una horrible línea de ardor, que se extendía de su frente hacia las sienes y por detrás de los ojos. Alzó una mano lentamente y con los dedos dormidos, tocó la suavidad de un vendaje que cubría y hacía presión en su cabeza, pasaba por detrás de las orejas, aplastando sus mechones sudados de cabello en la frente.
Intentó ir más allá, bajo el algodón húmedo a la zona exacta donde el dolor se desprendía, pero el dorso en su mano protestó ante un jalón que desgraciadamente, también dolió. Mierda, KunHang jamás había sido tolerante al dolor y estaba experimentado demasiado en poco tiempo. Dirigió su vista borrosa, parpadeando unas cuantas veces, logró percibir los cables y agujas incrustados en la piel de su dorso, conectado a una máquina que señalaba los lentos latidos de su corazón.
El pánico subió por sus venas. Su presión arterial se disparó y el corazón se le aceleró, provocando que el pitido de la máquina sonase más fuerte en sus oídos. KunHang abrió la boca, pero nada salió de esta. Un sabor vomitivo bañaba su saliva, con la garganta seca, la sensación era parecida a como si no hubiera abierto los labios en mucho tiempo.
¿Qué mierda le había sucedido?
Sus ojos se empeñaron de lágrimas, mirando fijamente la blancura del techo que se extendía por encima de donde se encontraba, las grietas del cemento como guías para tratar de recordar lo que había pasado.
Nada.
El dolor de cabeza aumentó al tratar de recordar, con la herida punzando dolor y desesperación a cada segundo en el que hacia esfuerzo para aclarar su mente en blanco. Vacío. KunHang se sentía vacío, lleno de agonía y una profunda emoción inexplicable en el pecho.
Apretó entre sus puños las sábanas blancas que lo cubrían. Sus ojos viajaron a lo que parecía, una habitación de un hospital. Recostado en una camilla con olor a alcohol etílico hasta las entrañas, el piquete en su mano dolió por la presión que aumentaba entre la fuerza de sus dedos. Sintió dos lágrimas caer por los costados de sus ojos, viajando hacia sus mejillas.
¿Es que acaso aquello era el cielo? ¿El mundo entre la vida y la muerte?
Aguantó un sollozo. El nudo en su garganta lo ahogaba, el techo desaparecía y las manchas dentro de este, como el mármol viejo, se volvían borrosas mientras lloraba cada vez con más intensidad.
¿Dónde demonios estaba?
La puerta de la habitación se abrió de repente, sobresaltándolo y interrumpiendo el diluvio de sus pensamientos. El aire del exterior se coló en la habitación, junto con el eco de voces y movimiento que había al otro lado hasta que la puerta se volvió a cerrar. KunHang sorbió por la nariz, con los nervios en punta, tratando de enfocar la figura que se acercó con cautela a su lado.
