Capítulo 3

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Sentí el timbre de salida sonando y agarré mi bolso con ligereza para irme corriendo a mi cita. Cuando me libré de la multitud de chicos, fui directo al bar de la plaza. Entré con una radiante sonrisa en el lugar, pero no vi a Marcos. Teniendo en cuenta que había salido corriendo del colegio, era probable que aún él no llegara, o quizás solo se le había hecho tarde. Me senté en una mesa y luego oí mi celular vibrar. ¿Sería Marcos? En ese caso, ¿cómo había conseguido mi número?

*Ven afuera, linda.*

Era él, así que salí emocionada. No vi a nadie, entonces caminé un poco hacia la derecha, dejando un tanto alejado el bar. No había un alma en la calle. De repente sentí como si un baldazo de agua me hubiera caído del cielo. Luego me empujaron al suelo. Risas.

Ya en el piso vi la cara de Marcos estallando en carcajadas, y también las de sus amigos. Me lanzaban restos de comida mientras me filmaban, y una chica me estaba pateando. Yo sentía que estaba llorando, pero era más fuerte la humillación como para dar cuenta de mis lágrimas.

-De verdad no puedes haberte creído que querría salir contigo-dijo Marcos entre risas.

-Está gorda-le aclaró Celeste, que estaba en mi clase.

-Idiota-canturreó una chica que desconozco.

Me dejaron allí tirada y se alejaron corriendo. Me senté y me limpié la cara. Estaba hecha trizas, tomé mi bolso y me paré. Caminé hasta mi casa sin poder parar de llorar. Llegué, abrí la puerta y vi a mi madre sonriente, seguro esperando que le cuente detalles sobre mi "cita", pero en cuanto me vio, su rostro se desvaneció.

-¿Qué ha pasado?-preguntó alarmada.

-Me engañaron, ma.

-¿Cómo?

-Él me hizo creer que yo le parecía bonita...pero luego no estaba y...-me quebré en llanto.

-¡Habla!-me espetó.

-Ellos me humillaron, me golpearon y me grabaron en el piso...-dije con la voz entrecortada.

Mi madre esbozó un atisbo de risa sarcástica.

-No...Obviamente no iban a invitarte a salir si eres así de solitaria. Plantéate cambiar o tu vida siempre será una mierda, Paula.

Se retiró de allí y me quedé sola. Fue la gota que rebalsó el vaso. Ni siquiera mi madre sentía afecto por mí. Me rechazaba y para ella todo era culpa mía, si me humillaban, si me odiaban, si me hacían daño. No aguanté más y con torpeza abrí el cajón de la cocina, sacando el cuchillo que había guardado creyendo que ya no lo necesitaría. Me encerré el día entero en mi cuarto sin salir ni comer nada. Me hice  cortes muy profundos en las piernas y en las muñecas, y luego clavé con fuerza el cuchillo en mi mano, desesperada por no sentir más ese intenso dolor en el pecho. Empecé a sangrar bastante, así que fui a ducharme y dejar que el agua se lleve todo. Vi mi cuerpo lleno de marcas, líneas rojas que representaban mis deseos de no vivir más. El corte de mi mano era hondo y era mi peor herida, pero no me importaba. Salí del baño y me puse mi pijama, y mi madre me llamó a comer. Bajé y me senté a la mesa, y como ella jamás cenaba conmigo, sin que se diera cuenta tiré la comida a la basura. Finalmente me fui a dormir, en realidad, a intentar dormir, porque no pude dejar de pensar en toda la noche alguna forma de salir del infierno que se me hacía vivir.

No hables con extrañosWhere stories live. Discover now