13. Típica realidad

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Ella se inclina hacia mí dejando su rostro a la altura de mi oreja derecha, y lo que me susurra sólo a mí me hace pensar muchas cosas malas en vez de buenas:

—Los Pyrex requieren de tu presencia en su oficina, Ava —me separo un poco de la mujer mirándola con el ceño fruncido, es confusión lo que le demuestro en si totalidad. No he hecho nada malo ¿Verdad? La monja en cambio no dice más que un «apúrese» con su misma expresión mortificada y arrepentida que me pone rígida.

Dejo mi bandeja con la mitad de mi comida en ella saliéndome de la mesa y en ese instante escucho las voces de los muchachos.

— ¿Qué está pasando, Sor? —el halo de preocupación en la voz de Robin destaca bastante.

— ¿Sucedió algo malo? —le sigue Conan.

—Jóvenes, no tienen de qué preocuparse, solo requiero de la señorita Parker —explica la mujer a mi lado con suavidad y tacto; no obstante, cuando vemos a Ares levantarse dispuesto a seguirnos aún cuando no está invitado Sor Margareth interviene —: Costner, no.

Es lo suficientemente corto para que Ares se detenga y esboce una expresión seria y confundida. Llevo la mirada al rabillo de mis ojos observando a Sor Margareth y su clara emoción en sus ojos suaves y dulces que ahora están contrariados en tristeza y arrepentimiento: ahora no, Ares. Hoy no.

El español se queda estático igual que todos en la mesa mientras  Sor Margareth me pone una mano en el hombro derecho guiándome fuera de la cafetería con los ojos curiosos de los demás alumnos sobre nosotras.

Mientras cruzamos el castillo hacia el área directiva pienso de todo; pienso cada cosa mala que puede suceder en mi vida y sus horrorosas secuelas, pienso en el deseo tachado de mi lista de cosas que hacer antes de morir y las ganas de llorar me destruyen la garganta con un nudo de lo más apretado.

Espero no ver a papá en esa oficina o lo que tanto temo será una realidad.

Y así mientras esto dentro de mis pensamientos rezando y suplicando que nada malo haya ocurrido llegamos a la dirección. La puerta marrón frente a mí desata mis miedos pero la abro y entro con Sor Margareth detrás de mí. Lo peor se presenta cuando veo la oficina completa y sus integrantes. Más de diez películas con una trama y un épico final se forman en mi cabeza.

Los dos magnates están uno sentando en la silla de su escritorio y el otro de pie hablando con el que está sentado.

Y mi papá no está.

Entonces no pasó lo que tanto temía, solo que, aunque no pasara, las caras de los hombres frente a mí no me levantan los ánimos. Están igual que Sor Margareth.

En cuanto nos ven la realidad cae sobre mis hombros y las manos de Sor Margareth también cuando me obliga a sentarme en una silla porque sé que lo que sea que vayan a decirme me hará flaquear.

Lucas Pyrex es el primero en hablar.

Tengo la boca seca cuando salgo de la oficina de los Pyrex y comienzo a caminar por el castillo sin rumbo fijo. Mi cabeza repite a los Pyrex y sus más destacables palabras, sus expresiones, sus gestos, absolutamente todo para darme cuenta que lo que me dijeron es tan real como yo misma ahora mismo:

Expulsión.

Así como lo ven, eso me dijeron.

Resulta que mientras estábamos en esa cabaña en la playa un inspector familiarizado con el internado de Pyrex vino a la escuela; el hombre verificó cámaras, dormitorios, todo, pero todo lo que es todo. Les hizo muchas preguntas a los Pyrex y a los de la zona directiva y todo parecía estar bien hasta que hablaron con los empleados del castillo quienes no dudaron en decir que yo estaba ahí. No lo hicieron con mala intención como me habían dicho los Pyrex ellos qué iban a saber sobre la gravedad del asunto que yo representaba.

High School Pyrex ✓Where stories live. Discover now