Me retiro del comedor y nadie me detiene. Ahora, lo único que quiero, es ir a mi entrevista en Mazca.

André pasa por mí a la hora acordada, ni un minuto más ni uno menos, Tan puntual como un reloj. Me sorprendo cuando, en lugar de la motocicleta, llega en un automóvil.

―Ayer tus padres dejaron en claro que odian las motos ―dice al ver mi expresión de confusión―. Es de Gerardo, está sucio, pero es que casi no lo usa.

¿Y a quién le importa si está sucio? En cuanto termina la oración, salto hacia él y uno mis labios a los suyos. Sus brazos se enrollan en torno a mi cintura, su lengua se abre paso hacia la mía mientras acaricio su cuello.

―Sí, bueno, yo solo venía a darte esto.

Christian nos interrumpe, nos mira con expresión burlona. Me extiende una hoja de papel y al verla me doy cuenta de que es el formato de la entrevista de hoy. Por poco la olvido. Le agradezco a mi hermano y entonces subo al automóvil.

El camino a Mazca no es tan largo, sin embargo, se puede hacer más de una hora cuando hay tránsito pesado, hoy es día de suerte y llegamos en cuarenta minutos. Conocí la universidad por las fotografías de la página web, siempre me pareció un campus bonito y amplio, no tan amplio como otras universidades estilo Yesca, pero si hablamos de universidades públicas, esta es perfecta.

André y yo recorremos el camino hasta la recepción, tomados de la mano. Su agarre firme me ayuda a mantenerme estable, de lo contrario, temblaría tan brusco, que parecería estar sufriendo una crisis epiléptica. Algunos estudiantes descansan en el pasto, algunos están en grupos de cuatro o cinco, otros toman una siesta en solitario y algunas parejas melosas se esconden bajo chamarras y suéteres. Todos se ven tranquilos, felices, despreocupados. Hay de todo, lo sé cuando un chico alto, delgado y despeinado pasa corriendo al lado de nosotros, otra chica le grita desde lejos que se apure porque ya empezó la clase.

Esto es increíble, la vida universitaria dista mucho de la preparatoria, aquí no hay abeja reina, no hay deportistas que siempre se acompañan de séquitos. Hay jugadores de americano, lo noto en su uniforme, sin embargo, nadie los mira embelesados ni parecen idolatrarlos. Acá, cada quién se preocupa por su vida, por sus metas.

―¿Disfrutaste tu vida universitaria? ―creo que metí la pata―. Cuando no te estabas...

―Drogando.

No me atreví a decir la palabra, pero André lo dice como si nada. Me quedó en claro que superó esa etapa y quiso alejarse para empezar de nuevo, pero esa parte de su vida ocurrió y siempre estará con él. Y la acepta, es consciente de lo que pasó, vive con ello a diario, pero no permite que eso lo defina. Somos humanos, cometemos errores y los errores te forman, pero no te definen.

―Fue divertido, pero sufría ―arruga la nariz―. Te daría el consejo de no dejar todo al último minuto, pero creo que es el mantra de cualquier estudiante.

Río. Es increíble que, a pesar de saber que estaremos sufriendo un día antes por un trabajo o un examen, no adelantamos. Venga, la procrastinación es una forma de vida.

En la recepción, le piden a André que espere afuera, dado que el espacio solo es para los "futuros estudiantes", quiero pensar que eso significa que independientemente del resultado de la entrevista, mi lugar sigue asegurado. ¿Qué tanto hay que arruinar una entrevista para que te expulsen incluso antes de haber ingresado? No quiero averiguarlo.

Un estudiante de último año llamado Felipe, recibe las hojas de todos los que vienen a la entrevista, al menos somos doce. El chico no para de parlotear sobre lo afortunados que somos por haber entrado a la mejor universidad (pública) del país. Nos habla sobre las mil actividades extracurriculares, sobre los programas de intercambio y los hermosos jardines donde muchos van a descansar.

Cómo declararte a tu crush...sin morir en el intentoWhere stories live. Discover now