Capítulo 7 - El Campamento

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"Como toda nación en cualquier parte del mundo, en Irchar sabíamos que el futuro de nuestro pueblo dependía de los niños, la única forma de mantener la supervivencia y el legado de nuestro hogar con el pasar del tiempo, y no caer en el olvido.

Yo formaba parte de esa juventud, aquella en la que Irchar confiaba para mantener su futuro, siendo adiestrado en el campo militar. No era alguien muy especial en el combate, pero, pese a eso, aún se esperaba de mí mucho en el futuro campo de batalla, y, como otros, yo compartía esos propósitos que nos inculcaban nuestros padres y maestros desde pequeños: Crecer para ser lo deseado, luchar contra lo que nos amenace, y vivir más.

Lo primordial para nuestra forma de vida era proteger a toda costa nuestro legado, y demostrar al resto del mundo que siempre estaríamos listos para responder a cualquier ataque. Pues creíamos que esa era nuestra única forma de alcanzar la Paz".

HISTORIA - 18 de junio de 2991

Cada año, en Irchar, nacían miles de bebes, de los cuales se decidía su futuro desde el momento en que llegaban al mundo. Antiguamente, eran muy constantes las guerras y la lucha por la supervivencia, por lo cual, todos los jóvenes varones eran obligados a ser entrenados en el arte del combate y garantizar la seguridad de la nación desde la edad de diez años. Las chicas, por el contrario, se quedaban atrás para poder estudiar los conocimientos básicos en la supervivencia y poder ayudar en las labores hogareñas y médicas.

Aunque mantenían algo de esas viejas costumbres guerreras, el pasar de los años hizo que cambiara un poco la educación isleña. Con las políticas que se fueron estableciendo en la última década —época en la que Irchar estaba dejando atrás los tiempos de la guerra contra los karzaquistanos, y los Consejeros y la Gobernadora de Irchar tenían más influencia en el gobierno ircheno—, los jóvenes isleños podían tomar decisiones para su futuro con mayor libertad, teniendo las dos opciones que se les presentaba a los diez años, las cuales eran: El Campamento de Cadetes, o la Academia. Solo había un requisito que debía cumplir cada núcleo familiar, por lo menos uno de los hijos tenía que tener la formación militar necesaria.

En esos años, se intentaba buscar una forma de hacer aumentar la eficacia económica y educativa de Irchar. El fin era permitir que la alfabetización creciera incluso en las zonas más alejadas de las ciudades, y que con las mejoras en el sector laboral permitieran un aumento en la economía irchena. Todo se consiguió gracias a la aportación de conocimientos de los unracks.

El Campamento de Cadetes era un enorme recinto rodeado por dos muros de gruesas estacas de madera, en el que albergaba a unos doce mil cadetes —pudiendo permitirse el alojamiento de más de diecinueve mil reclutas que vinieran de las cuatro islas—. La primera muralla era una que rodeaba los cuarenta barracones en los que dormían los reclutas. Sumando que tenían un área para comer, y otro donde podían escuchar los discursos de su supervisor, la barrera llegaba a rodear cerca de unos diez kilómetros cuadrados de superficie.

La segunda muralla rodeaba lo que iba a ser la llanura de entrenamiento, un terreno de unos noventa kilómetros cuadrados.

Aquellos barracones eran alargadas edificaciones de cuatro pisos hechas de piedra, con decenas de habitaciones en las que dormían. En cada habitación tenían lo básico para dormir cuatro reclutas, dos literas, y cuatro baúles en los que guardaban sus pertenencias.

Una vez que los reclutas de un barracón se encontraban despiertos y alimentados, todos se agruparon en un punto del campamento, delante de la pared de una montaña de la sierra que tenía la isla —que formaba alrededor de la formación un semicírculo que servía como medio de eco para que el coronel pudiese ser escuchado por todos—, y en frente de un terraplén, por el cual se asomaban los tejados de los barracones más cercanos.

Las guerras de Oriennón (Volumen 1)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora