12. Noches playeras

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—Ava, vamos a ir a un arcade.

La voz de Robin me saca de mis cavilaciones familiares.

Los muchachos ya están de pie mientras que yo sigo sentada y cabe destacar que todos me ven preocupados. No puedo evitar irme directo a los ojos de Ares que ocultan muy bien sus emociones pero que el simple halo de luz que refleja su mirada me dice que está igual de confundido y preocupado de mi repentino silencio.

Un suspiro pesado brota de mi garganta, sin embargo, me levanto de la silla con mi mejor sonrisa.

— ¡Vamos entonces! —intento imprimir el mejor humor en mi voz para pasar desapercibido mi anterior humor, y no siento que lo he perfeccionado pero ya debe de ser algo que no esté toda triste por algo que recordé de pronto.

Robin me rodea los hombro con su brazo mientras caminamos con los mucha vos hacia el lugar que mencionó él. El arcade está en el quinto piso, encima del cafetín y lo único que hicimos fue subir las escaleras mecánicas.

Robin me jala tal cual haría un niño emocionado en una feria, y ya está llevándome a unas maquinitas desesperado porque quiere ganar cosas, mientras tanto Conan llega hasta donde estamos dándole a Robin unas cuantas fichas para jugar en las máquinas. Me explica el juego brevemente mientras él se desenvuelve en la maquinita y para cuando pasa a la segunda ronda me ofrece participar. El conocimiento básico que me dio sobre el juego me ha hecho la idea de todo, por lo que pasar la segunda ronda no me cuesta tanto como pensaba.

Probamos con otros juegos diversificando el tiempo y el buen rato que pasamos en ese lugar; unos juegos eran encestar en una canasta de baloncesto, otro lanzar dardos, también la máquina de la garra y hasta una cabina de fotos. En conclusión ir a ese arcade mejoró mi ensimismamiento con la abuela Katty.

Conseguimos como dos baldes de boletos, además, Robin es buenísimo con el juego de la garra aún cuando el juego está amañado según dijo Conan, al final el castaño me regaló un elefante de peluche todo tierno de esa máquina.

Sentir que las horas se nos habían pasado jugando me llenó de vida.

en el mostrador el chico detrás de él nos pregunta en qué vamos a intercambiar nuestros boletos, y por supuesto que Robin elige un anillo con el logo de los Thundercats y  un peluche de delfín gigante a diferencia de mí que pido un caleidoscopio azul con estrellitas plateadas como papel aluminio.

Conan y Ares no se nos han aparecido desde un rato, tampoco sé dónde están, sé que Conan dijo que ya venía y no apareció más; no obstante, soy capaz de ver a Ares entrar la arcade con las luces de neón jugando con su cuerpo y ropa. Veo a Robin debatir con el chico sobre quién es mejor de todos los Thundercats y es cuando aprovecho para acercarme con el caleidoscopio y el elegante chiquito de peluche en mano hacia Ares.

Él está en la máquina de la garra dejándome algo atónita de que ande jugando cuando no se acercó nunca al arcade a menos que fuera al principio. Lo más simple que hago es quedarme mirando al español jugar con la garra, hasta que, así de la manera más natural del mundo saca un peluche al primer intento. Robin lo logro al cuarto intento si no lo mencioné.

En ese momento él se gira a verme pues el peso de mi sorpresa debió ser gigante.

—Yo no esperaba eso —apunto al peluche en sus manos; es un oso panda, su cabeza está medio deforme pero no le quita lo tierno al peluche con falta de relleno.

—Hay cualidades mías que nadie conoce —dice encogiéndose de hombros —. Aunque no sea amante de los peluches... ¡Que me lo he ganado! —su tono de júbilo es contagioso y me hace sonreír.

High School Pyrex ✓Where stories live. Discover now