— En dirección necesitan a Charlotte de La Vega— murmura. Nina asiente y me hace una señal para que yo me marche.

Cojo mis cosas y desaparezco de la sala de clase, un poco aliviada con la actitud que ha adoptado la profesora Nina ante lo que ha sucedido.

Quizás no sea un día tan terrible— pienso para mis adentros, pero en cuanto mis pies pisan la dirección sé con certeza que me equivoco.

Mi padre se pasea de un lado hacia otros pidiendo explicaciones a la directora, pero la mujer no es capaz de darle ninguna explicación. Cuando ellos reparan en mi llegada se quedan en completo silencio y me lanzan un rápido vistazo.

Dos segundos después, mi padre me abraza con tanta fuerza que siento como si esos pequeños pedazos de mi corazón que se rompieron hace unas horas se estuvieran uniendo de nuevo. Una vez que se separa de mí coge mi rostro delicadamente entre sus manos para regalarme una cálida e inquieta sonrisa.

— ¿Por qué no me llamaste, Litty?— su voz se vuelve suave. Yo me encojo de hombros, sin saber muy bien qué decir. Lo único que sé es que quiero que este día se termine lo más rápido posible para así poder ir a casa con Zeus y dormir una siesta que espero que sea eterna.

— Charlotte— la directora nos regala una sonrisa— le estaba diciendo a tu padre que la policía ya está al tanto de lo ocurrido. No tienen nada de qué preocuparse; quien haya sido el culpable de lo que te sucedió será expulsado de nuestras instalaciones de manera inmediata.

— ¿Y por mientras qué?— pregunta mi padre un poco frustrado— ¿mi hija tendrá que deambular por los pasillos como si nada hubiera ocurrido?

— Señor De la Vega, sé que está preocupado...

— No estoy preocupado— gruñe mi padre, cogiendo mi mochila— estoy furioso— él abre la puerta para que podamos salir— ¡inviertan! ¡educar no es sólo memorizar conceptos! ¡contraten un psicólogo para estos niños y niñas y les hacen saber lo peligroso que es el acoso escolar, por el amor de Dios!

Antes de que la mujer pueda decir algo, mi padre hace su camino afuera del edificio y yo simplemente me limito a seguirlo. Una vez que nos subimos al auto, él suelta un enorme suspiro y deja que su espalda choque con el asiento.

— ¿Por qué no me llamaste, Litty?— insiste— pude haberte venido a buscar.

— No pensé que tuviera tanta importancia— murmuro, algo a la defensiva. Definitivamente no necesitaba esa atención extra que mi padre fue a conseguir, pero tampoco puedo culparlo por estar enfadado.

— ¿Alguien te está acosando en la escuela, Litty?

— No— le aseguro. Él me observa dudoso— ¡te lo prometo que no, papá! Sólo... alguien estaba intentando ser chistoso.

— Pues no funcionó— gruñe, poniendo el auto en marcha. Yo me quedo en silencio intentando ignorar cómo mi padre maldice por lo bajo. Afortunadamente después de un rato, se queda en silencio y pone un poco de música en volumen bajo.

No tardamos ni diez minutos en llegar a casa; Zeus ladra y luego se queda en silencio esperando a que abramos la puerta. Una vez que lo hacemos, se lanza en mis brazos para lamer mi rostro como si supiera de antemano que he tenido un pésimo día.

— ¿Tienes hambre, Litty?— pregunta mi padre. Yo niego con el rostro.

— La verdad no— admito— creo que sólo quiero irme a la cama.

Mi padre asiente y me sigue por detrás mientras yo camino a mi habitación; dejo caer mi cuerpo en mi cama y observo la ventana. Puedo sentir a mi padre apoyado en la pared bajo el marco de la puerta observándome.

No lo estoy mirando pero puedo adivinar el rostro que lleva; esa expresión de lástima que un montón de personas me han regalado hoy. No quiero que las personas me miren con lástima. A decir verdad, me gustaría que las personas no me observen en lo absoluto.

— Te compraré un nuevo teléfono— murmura.

— Gracias, papá— sonrío, a pesar de que ni siquiera pueda verme. Mi padre aclara un poco su garganta.

— Puedes faltar a clases si te sientes deprimida.

— Gracias— digo una vez más.

— Podemos cambiarte de escuela si te apetece— propone. Yo niego con el rostro.

— Creo que estaré bien.

Mi padre deja caer su peso en la esquina de la cama.

— Al menos Alice te defendió.

Yo me giro de golpe para observarlo, algo confundida.

— ¿Cómo sabes eso?— pregunto intrigada. Él suelta una risa.

— Porque su madre estaba en la escuela antes de que yo llegue. La expulsaron por tirar coca-cola a un chico que se estaba burlando de ti.

Mierda. Lo último que necesitaba Alice era otra expulsión.

— ¿Cómo es que conoces a la madre de Alice?

Las mejillas de mi padre toman un color rojizo.

— Sólo de la escuela— murmura antes de salir de mi habitación.

Justo cuando desaparece, un golpecito en mi ventana hace que observe de golpe.

La esperanza de que sea Alice se esfuma rápidamente cuando noto qué hay un post-it pegado en el vidrio y debo correr rápidamente para intentar localizar a la persona que lo hizo, pero ya no hay nadie allí.

Abro la ventana apenas para sacar el papel y lo cojo entre mis manos, algo temblorosa.

"Te dije que tomaría algo tuyo, Charlotte"

PERDETOnde histórias criam vida. Descubra agora