La roca nunca pudo decir no a su pequeña florecita, extendió sus brazos y al tener contacto con las frágiles hojas de esta, se estremeció, algo imposible ocurrió, la roca, que era despreciable por no poder sentir dolor, o eso creían, por sus ojos brotaron gotas cristalinas cayeron por la flor pero ella, hace un pequeño rato, dio su último suspiro, murió por la sequedad, quemada pero con mayor importancia, murió siendo feliz.
Su roca se creó una ilusión, cortó a su amada y la dejó bailar el viento, dejó su corazón raíz en la tierra e intentaba llorar y lloraba, para humedecerla un poco, no sabía que hacer.
Pero el cielo al fin escuchó las plegarias de este, al fin, volvió a llover.
Él, con su felicidad, cada día iba a conversar con su amada, no teniendo idea si ella lo escucharía, aún así, eso le mantuvo siempre fiel a ella, la esperaría hasta que él desaparezca.
Luego de una semana, un brote salió de la tierra, él, no lo creyó.
Igual si lo único que hacía últimamente era esperarla, muy dentro de si sabía que podría ser imposible. Era increíble, él que la vio marchita por completa, volvió a llorar.
En el pequeño brote el casi formado rostro de la futura rosa pronunció suavemente:
«Volvemos a vernos mi corazón de piedra»
Respondió:
«Mírate, tan pequeña que podría aplastarte ahora mismo por querer darte...un abrazo de nuevo~ »
Solo querían contemplarse el uno al otro, ambos otra vez estaban juntos y así sería por otro largo lapso más.
Viviendo en una promesa de parte de una roca sin valor y una rosa fea.
Fin.
