ACTO CUARTO - Escena Primera

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TITANIA.—¡Oberón mío! ¡Qué visiones he tenido en mi sueño! ¡Piensoque estaba enamorada de un asno! 

OBERÓN.—Allí yace tu amor. 

TITANIA.—¿Cómo ha podido suceder esto? ¡Oh! ¡Y cómo mis ojosdetestan ahora su figura! 

OBERÓN.—¡Silencio por un momento! Robín, quítale esa cabeza postiza.Titania, haz oír un poco de música y que los sentidos de estos cinco sesumerjan en un sueño más profundo que de ordinario. 

TITANIA.—¡Música! ¡Música que acaricie el sueño!(Sigue la música.) 

PUCK.—Cuando despiertes, vuelve a ver con tus propios ojos de necio. 

OBERÓN.—Suene la música. (Se oye música suave.) Ven, reina mía,toma mi mano y hagamos retemblar la tierra en que duermen éstos. Yaestamos tú y yo reconciliados de nuevo, y mañana a medianochebailaremos solemnemente en la casa del duque Teseo y con nuestrasbendiciones se llenará de felices hijos. Allí serán desposadas las dosparejas amantes, al mismo tiempo que Teseo con general regocijo. 

PUCK.—Rey de las hadas, advierte que ya despunta la mañana. 

OBERÓN.—Pues entonces, reina mía, vamos en pos de la sombra; quenosotros podemos recorrer el mundo más rápidamente que la peregrinaluna. 

TITANIA.—Ven, señor mío, y en nuestra excursión me diréis cómo hasucedido que yo me haya encontrado aquí dormida en el suelo con estosmortales.

(Salen, se oyen cuernos de caza. Entran TESEO, HIPÓLITA, EGEO yséquito.) 

TESEO.—Vaya uno de vosotros a buscar al guardabosque, porque ya haterminado la ceremonia; y pues ya amanece, mi adorada debe oír lamúsica de los lebreles. Soltad la traílla en el valle del oeste. Daos prisa, ybuscad, como he dicho, al guardabosque. Iremos, hermosa reina mía, a lacumbre de la montaña y nos recrearemos con el musical estruendo de losladridos de los lebreles y de los ecos lejanos. 

HIPÓLITA.—Estuve una vez con Hércules y con Cadmo en un bosque deCreta, donde cazaban osos con perros, y nunca he oído más alegrebullicio, porque además de los bosquecillos, el firmamento y las fuentes,cada región vecina parecía unirse a las otras en un grito musical. Nuncahe oído tan armoniosa discordancia, tan halagüeño estrépito. 

TESEO.—Mis sabuesos son de la raza espartana, hocicones y miopes, yde sus cabezas penden orejas que barren el rocío de la mañana; tienenlas patas torcidas como los toros de Tesalia. Son lentos en la persecución,pero de acordadas voces. Jamás se excitó con el cuerno un grito másalegre en Creta, en Esparta o en Tesalia; y ya lo juzgaréis por vos misma.Pero, ¿qué ninfas son esas? 

EGEO.—Señor. Ésta es mi hija aquí dormida; y éste Lisandro; este otro esDemetrio; ésta Elena, la Elena del viejo Nedar. Me asombra encontrarlostodos juntos. 

TESEO.—Sin duda se levantaron de madrugada a observar el rito demayo; y, oyendo nuestro intento, han venido atraídos por la solemnidad.Pero di, Egeo, ¿no es hoy el día en que Hermia debía decidir sobre suelección? 

EGEO.—Sí, mi señor. 

TESEO.—Di a los monteros que los despierten con sus cuernos.(Suenan los cuernos y exclamaciones dentro.)Buenos días, amigos. Ha pasado ya el día de San Valentín. ¿Principian aayuntarse ahora estos pájaros del bosque? 

LISANDRO.—(Arrodillándose.) Perdonadme, señor. 

TESEO.—Te ruego que te levantes. Conozco que sois dos rivalesenemigos. ¿Cómo sucede en este mundo tan extraña concordia y el odiose ha vuelto tan poco receloso que pueda dormir sin temor a la venganza? 

LISANDRO.—Señor, responderé confuso, medio dormido y mediodespierto; sin embargo, puedo jurar que no me es posible decir cómo vineaquí. Paréceme, pues quiero decir la verdad..., y ahora pienso que esasí..., que vine con Hermia. Nuestro propósito era partir de Atenas, adonde pudiésemos vivir sin el peligro de su ley. 

EGEO.—Basta, basta, mi señor. Pido que caiga sobre su cabeza todo surigor. Se habrían fugado, Demetrio, y así se habrían burlado de nosotros;de vos, en vuestra esposa; de mí, de mi consentimiento en que ella lo seavuestra. 

DEMETRIO.—Señor, la hermosa Elena me avisó de la fuga de ellos hastael bosque, y yo, enfurecido los seguí; y Elena tuvo el capricho de seguirmetambién. No sé, señor, en verdad, por qué poder..., es indudable quemedió en ello algún poder..., mi amor por Hermia se fundió como un copode nieve, y me parece ahora como el recuerdo de un capricho ociosoacariciado en mi niñez; mientras que toda la fe, toda la virtud de micorazón, el objeto y encanto de mis ojos es sólo Elena. A ella, señor,estaba prometido antes de haber visto a Hermia; y así como en unaenfermedad, llegué a aborrecer este alimento; pero ahora, como quienrecobra la salud, vuelvo a mi gusto natural; y la deseo, la amo, la esperocon impaciencia y la seré para siempre fiel. 

TESEO.—La buena suerte os ha reunido, hermosos amantes. Ya oiremosdespués algo más sobre esto. Egeo, quiero colmar con creces vuestrosdeseos; porque, en breve, junto a nosotros, estas parejas serán unidaseternamente en el templo. Y por estar ya algo avanzada la mañana,dejaremos vuestro proyecto de caza. Volvamos, pues, a Atenas. Tresparejas seremos para dar a la fiesta gran solemnidad. Venid, Hipólita.(Salen TESEO, HIPÓLITA, EGEO y séquito.) 

DEMETRIO.—Las cosas que nos han pasado parecen ya pequeñas yconfusas, como lejanas montañas que se convierten en nubes. 

HERMIA.—Diríase que veo estas cosas con ojos desviados, como cuandotodos los objetos parecen dobles. 

ELENA.—Lo propio me sucede a mí: he encontrado a Demetrio como unajoya que fuera mía y no lo fuera. 

DEMETRIO.—Pienso que todavía dormimos..., que soñamos. ¿Creéis queel duque estuvo aquí y nos invitó a que lo siguiéramos? 

HERMIA.—Sí, y también mi padre. 

ELENA.—E Hipólita. 

LISANDRO.—Y nos rogó le siguiéramos al templo... 

DEMETRIO.—Pues entonces estamos despiertos. Sigámoslo, y en elcamino narraremos nuestros sueños.(Salen. Despierta BOTTOM.) 

BOTTOM.—Cuando llegue mi turno, despertadme y yo responderé. Lo quesigue es: «Hermosísimo Píramo.» ¡Ea! ¡Oh! ¡Pedro Quincio! ¡Flauto, elestañador! ¡Snowt, el calderero! ¡Starveling! ¡Dios de mi vida! ¡Se hanescurrido de aquí y me han dejado dormido! ¡Qué visión más extraña lamía! ¡He tenido un sueño que ni el hombre más hábil podría narrarlo! ¡Si lointentara, sería un asno! Me pareció que yo era..., me pareció que tenía...,pero un hombre sería un imbécil incurable si pudiera decir lo que mepareció que tenía . El ojo humano no ha oído nunca, ni su oído ha visto, nisu mano ha gustado, o su lengua concebido y su corazón repetido lo queera mi sueño. He de hacer que Pedro Quincio escriba una balada sobre ély se titulará El sueño de Bottom, porque no tendrá asiento . Yo la cantaréen la última parte de la representación delante del duque; y para que caigaen más gracia, he de entonarla al final de la pieza, con la muerte de Tisbe.(Sale BOTTOM.)

El sueño de una noche de verano - William ShakespeareWhere stories live. Discover now