Capítulo 19

846 81 0
                                    

Unos minutos en el lago, pero como una eternidad.

Ella parecía... libre, de pie allí. Como si siempre llevara el peso de su futuro sobre sus hombros, pero de pie ahí, sobre el agua y el sol, se veía diferente.

Se veía hermosa. Pero no podía decirle eso.

Se echó a reír de repente, dirigiendo sus ojos a mi rostro. Salté, sorprendido mirando. -¿Vas a saltar conmigo? -preguntó con una sonrisa.

De pronto, se sacó la camiseta por la cabeza y se sacudió de sus pantalones cortos, lanzándolos al puente. Se quedó allí sólo en traje de baño.

Me reí y saqué mi cuaderno de bolsillo. Está helando, escribí.

-Así que -se burló-, ¿tienes miedo de un poco de agua fría?

Me reí de nuevo y negué con la cabeza. Dejé nuestras cosas en el suelo, y me saqué la camisa. Tal vez imaginé que miró por un momento demasiado largo, lo mismo que había hecho con ella. Alejando ese pensamiento, me subí a la barandilla hasta que me equilibré a su lado.

-Debes saber que no soy una buena nadadora -dijo ella muy seria, con los ojos pegados en el agua.

Y antes de que pudiera reaccionar, agarró mi mano y me alejó de la barandilla y me llevó dentro del agua con ella.

El agua se sentía como hielo que envolvía mi piel, succionándome en las profundidades. Mi cabeza salió a la superficie y jadee por aire. Cuando la cabeza de Dest salió del agua, me di cuenta que todavía estaba aferrada de mi mano. Agitó los brazos y jadeó cuando su cabeza empezó a hundirse bajo el agua.

Mierda.

No estaba mintiendo cuando dijo que no era una buena nadadora. Agarrando su mano con fuerza, la tiré hacia arriba. Maniobrando para que estuviera detrás de mí, empujé sus brazos alrededor de mi cuello. Tosió violentamente, apretándome fuerte. Menos mal que era un buen nadador y que poco a poco hice nuestro camino hacia las rocas al final del puente.

-¿No fue divertido? -dijo tosiendo violentamente mientras subíamos de nuevo al puente.

Sólo la miré como ¿En serio...? mientras caminábamos hacia nuestras cosas. Agarré mi cuaderno y escribí furiosamente.

¿Qué fue todo eso? ¡¿Estabas tratando de matarte?!

Ella me dio esa mirada tímida que era tan irritantemente dulce que prácticamente arrastraba mi frustración. -Nunca he saltado del puente antes -dijo mientras se secaba con su toalla-. Siempre había demasiadas personas alrededor y no quería avergonzarme frente a todos. Sólo... sólo quería intentarlo.

Me quedé allí, casi sin poder creer lo que había dicho. No estaba dispuesta a intentar un salto de puente frente a todos. Todos excepto yo. Una risa repentinamente sacudió mi pecho, una sonrisa deslizándose libre en mis labios. Negué con la cabeza. Ella se echó a reír también.

Ambos extendimos nuestras toallas en el puente, cada uno recostado sobre nuestros estómagos.

-Oh sí, traje algo para ti -dijo alcanzando su bolso. Sacó mi cuaderno rojo, el que sólo usaba para hablar con ella-. Lo dejaste en mi escritorio después de Inglés Avanzado ayer.

Sonreí, tomándolo de su mano extendida, y lo puse al lado. Cruzó los brazos frente a ella y descansó su cabeza en ellos, dejando que sus ojos se cerraran. -Esto es bueno -dijo, con voz relajada-. Todo lo cálido y tranquilo.

Asentí, apoyando mi cabeza en mis brazos. No dijimos o escribimos nada durante mucho tiempo. Normalmente el silencio así era incómodo y torpe. Como si necesitaras decir algo para llenar el espacio vacío en el aire. Pero no se sentía así con ella. Tal vez era porque no podía decir nada para llenar la quietud, pero pensaba que era más sobre dos personas sólo estando con la otra, disfrutando el descanso y el raro sol.

Levanté mi cabeza para girarla en la otra dirección cuando mi cuello empezó a doler y me di cuenta que Dest estaba recostada con su barbilla descansando en sus brazos, mirándome. Me congelé ahí, con los ojos en los suyos, mirándola.

A pesar de que ella había perdido mucho peso últimamente, todavía era hermosa. Había pensado así desde el primer día que la vi, justo después que ella y su mamá se mudaran a la isla. Había cambiado un poco entonces. Siempre era la más inteligente en nuestra clase, eclipsando a todos por un largo rato. Pero en aquel entonces, ella solía ser más... involucrada, en todo. Había estado en el equipo de baloncesto femenino. Solía salir con amigos todo el tiempo. Había parecido un poco más... viva.

Pero estaba diferente este año. No estaba saliendo por deportes. No la veía interactuando con alguien muy a menudo, además de Summer y Jal ocasionalmente. Ella parecía mucho más reservada. Parecía mucho más mayor.

-Creo que mi espalda está quemada por el sol. -Salté violentamente cuando habló, haciéndola reír. Gracias a Dios, ella se puso de espalda, dejando uno de sus brazos sobre sus ojos para bloquear el sol.

Intenté no pensar demasiado en el momento que acabábamos de compartir, simplemente mirándonos el uno al otro, y me puse de espaldas también.

Nos quedamos en silencio de nuevo por un rato, sólo tomando el sol. Pero podía decir que había algo en la mente de Destinity.

-¿Serás capaz de volar de nuevo, Aris? -preguntó en voz baja, como si fuera una señal.

Algo dentro de mí se hundió mientras consideraba su pregunta. Pensé sobre el poderoso sentimiento de controlar un avión, de la emoción que sentía saber que estaba a miles de metros sobre la tierra, la única cosa manteniéndome de caer a mi muerte siendo dos alas de aluminio.

Levanté mi mano e hice la señal de no cuando escuché débilmente que quitó su brazo de sus ojos.

-Siento que no puedas hacerlo más -dijo, su voz llena de pensamientos-. Sé lo mucho que amabas volar.

Sólo miraba el perfecto cielo azul, tratando de no dejarme sentir mucho. Había estado haciendo eso un montón desde el accidente, como si hubiera levantado una pantalla sobre mí que no permitiría que todas mis emociones gotearan a través de ella y me ahogaran.

-Siempre quise pedirte que me llevaras a volar alguna vez -dijo.

Estaba sorprendido cuando su mano se acercó y unió sus dedos con los míos, el dorso de nuestras manos descansando contra las tablas de madera del puente-. Nunca he estado en una avioneta antes.

Con todo en mí, quería decirle que deseaba poder haberla llevado a volar. Pero escribirlo y mostrarle habría roto el momento. E incluso una parte más grande de mí no quería tener que dejar ir la pequeña y delicada mano de porcelana de esa chica. Jamás.

Así que en su lugar, apreté su mano más fuerte. Había mucho de mi vida que era basura, ahora que no podía hablar. Pero si no hubiera estado borracho esa noche, si no hubiera tenido ese accidente, ¿habría alguna vez tenido este momento? ¿Yaciendo bajo el sol, sosteniendo la mano del amor de mi vida como si el tiempo no existiera y el mundo real no pudiera tocarnos?

De alguna manera, no lo creo.

Mute (En Edición )Donde viven las historias. Descúbrelo ahora