—Gracias.

—Llévensela, solo tendrá una hora.

No importaba cuanto tiempo fuese, lo único que me importaba era estar con él. No pensaría en que después de esa hora, vendría una nueva orden, no me preocuparía por lo que ese hijo de perra tuviese preparado para mí. Alejaría cualquier preocupación para más tarde.

Era gracioso, en como el tiempo podía trascurrir de manera lenta cuando querías que fuera lo contrario y de manera rápida cuando querías que fuese al revés.

La hora había pasado más rápido de lo que me hubiese gustado, pero mi tortura continuaba. No estaba segura de poder cumplir con las ordenes de mi verdugo, aun así, haría lo que fuese necesario para hacerlo.

—Escucha bien lo que tienes que hacer, no queremos errores. ¿Entiendes?

—Si —puse atención en cada una de las palabras que salían de su asquerosa boca.

Debí imaginar que lo que pedirían era como una misión suicida.

—Es todo lo que tienes que hacer. Después de eso serán libres —esa última oración fue lo que me daba esperanza.

—en cuanto obtenga lo que ha pedido, ¿tengo su palabra de que nos dejara ir? —su mirada se oscureció, observándome detenidamente. Envió escalofríos por todo mi cuerpo en cuanto comenzó a caminar amenazantemente hacia mí.

—Siempre he sido un hombre de palabra —paso su dedo por mi rostro —Consigue lo que te pedí y los dejare en libertad —su asquerosa mano bajo hasta mi cuello. Sin dejar que me alejara, me tomo con fuerza, impidiendo que pudiese respirar —Te lo advierto. Si no consigues lo que he pedido, sabes perfectamente quien será el que pague por ello —su boca se acercó a la mía —Te aseguro que mis muchachos disfrutaran dando el castigo —me libero de su agarre, dejando caer al suelo.

—No voy a fallar —dije tosiendo.

—Estoy seguro de que no.

—¿Cuánto tiempo tengo? —masajee mi cuello, al mismo tiempo que me levante.

—Dos semanas. Estoy seguro que lo tendrás antes, si eso ocurre sabes donde localizarnos. No creo que sea necesario advertirte nuevamente sobre las consecuencias si fallas —comencé a negar.

—Tendrá lo que quiere en dos semanas.

—Perfecto. Entonces no creo que debas estar un minuto más aquí. Al no ser que quieras divertir un rato —asco era poco para lo que causaba en mí.

Si llegase a tener un arma en la frente y fuese yo quien jalara del gatillo, sentiría tanto placer de ver su cara hecha pedazos.

Algún día me vengaría de ese bastardo.

Ya estando en mi departamento, organice una maleta por si en un futuro teníamos que huir, tenerlo todo listo. Quizás estaba siendo algo ingenua, pero confiaba en que ese bastardo cumpliera con su palabra.

Observe mi celular, por alguna razón no había escuchado cuando llego un mensaje.

—Hola. Espero que estés despierta —leí detenidamente el mensaje de Sam.

—Estoy despierta, ¿ocurre algo?

—No nada —sabía que mentía.

—Suéltalo.

—Es solo que... Tenía ganas de verte —sonreí al imaginar aun tímido Sam, redactando ese mensaje.

—Nos vimos en la casa.

En manos de la Bestia Donde viven las historias. Descúbrelo ahora